MATE

MATE
La vida en un mate: sorber despacio y saborearlo con intensidad ya que el mate, como la vida, cuesta un tiempo prepararlo, pero si no se disfruta al beberlo, cuando se acaba ya será tarde. Fotografía tomada en Argentina durante el corralito del año 2002

31 enero 2013

Vuelta al mundo 2013, CAPITULO 14 – TRANSMONGOLIANO (GMT+8) A (GMT+9)

DÍA 22º KARAKORAN – ULAAN BAATAR

A la mañana me levanto de mi mullida cama, sin el dolor de cuello del día anterior, pero también es verdad sin la vista de la luz del día entrando por el agujero del ger.

Para compensar tenía a mi lado a un gran peluche, perteneciente a la pequeñaja de la casa, Bilguum, y que me debió dejar allí colgado para que me cuidara mis sueños. Bilguum, vino más de treinta veces la noche anterior a verme, y repetir en casi correcto español lo que yo le decía, después de cena que nos preparó su mamá Enkhee.

La cena eran unas deliciosas buuz con relleno que prefería no saber la procedencia pero que una vez comidas y saberme a gloria, eran de tripa de cordero troceada. La verdad que le llevó varias horas hacer la masa, hacerla fina con el rodillo, en lo que colaboró y mucho la pequeñaja, y artesanalmente ir rellenando cada una de ellas antes de ponerlas a cocer sobre el agua en el fuego de la estufa.

El desayuno, ya lo tenía en la mesa, y eran unas riquísimas boortsog (especie de masa frita cortada en trocitos similares a galletas), que mojadas en café con leche hizo las delicias de este descansado viajero, que estaba preparado para emprender unas de las etapas de viaje más largas que hizo nunca.

Por delante, todo el día en bus para tras casi 400kms de sencilla carretera llegar a Ulaan Baatar, y esa misma tarde noche salir en viaje de regreso a Rusia en el Transmongoliano, y continuación tras breve parada a finalizar en Transiberiano en otros 3 días más seguidos. En total unas 100 horas de viaje casi seguidas. Pero nadie dijo que fuera fácil, es mi elección y una elección con la que estoy disfrutando muchísimo.

Despedida después de intentar entender algo de un artículo de revista en que salía noticia de futbol sobre el Barça, y en el que en la fotografía salía nuestro paisano azulgrana, Villa, en la lejana Mongolia.

Bilguum se resistía a abandonar mi cuello, pero el reloj mandaba. Por cierto ya no sé ni que reloj mandaba porque llevo cuatro o cinco horas diferentes conmigo encima, y a veces ya no sé a cuál hacerle caso. Me acerca hasta la estación de bus, el marido de Enkhee, que llegaba a casa después de trabajar toda la noche.

En la estación de la pequeña localidad, hoy en día de Karakoram , unos 15000 habitantes, un solo autobús se dispone a salir hacia la capital con mucha gente cargando bultos y subiéndose con sus calentinos gorros y el tradicional traje mongol, el deel.

Me subo y mi asiento está en la última fila, lo que iba a hacer que saltara de alegría en todos los baches de la carretera, mediante la buena suspensión neumática del coreano bus Hyundai. Como en el viaje hacia Ulaam desde Rusia días atrás, era el único occidental, y por ende el único español, entre otros casi 50 asiáticos, que al no tener ya asientos para todos, fueron en el pasillo en pequeños taburetes de plástico.

A media ruta, parada a comer en sencillo restaurante, después de que todo el mundo fuera al servicio, dispersándose en cercana colina nevada. Lavamanos sin agua corriente pero con pensado sistema que albergaba un litro de agua, que dejaba caer sobre las manos, mediante grifo con poco calibre de salida de agua.

No estaba yo con mucha hambre, al haberme llenado mucho mi desayuno a base de boortsog, que luego me enteré que en ruso se llaman xvorost. Pero todo el mundo comió cuasi plato único a base de carne de cordero con arroz, puré y hortalizas, el combinado número 15, para los que viváis en Gijón, y queráis pedirlo en México Lindo junto a la playa San Lorenzo.

Ya cayendo el brillante sol del día, vamos entrando en la capital mongola por barrios con muchos edificios de pisos construidos en la época estalinista, y que antes eran de fácil y casi gratuita ocupación pero que hoy en día, ya no están al alcance de la mayoría de la población. Lo mejor y lo peor del sistema capitalista y comunista se junta en esta ciudad, haciendo buenos y malos a los dos sistemas, y reflexionando como siempre, que en el término medio de casi todas las opciones está el acierto.

Igual es también ir nuevamente a contracorriente, pero quizá China está intentando, algo siempre muy difícil de llevar a cabo, pero que es no dejar bruscamente el sistema comunista para caer en las garras capitalistas, pero por otra parte, si favorecer que quien más quiera trabajar pueda tener mayores ingresos que los que solo se dejan llevar por el fallidamente proteccionista sistema. En fin, son disertaciones, que nunca llevan al acierto absoluto, al siempre ser difícil dirigir y agradar a toda una masa de gente que siempre pensará de diez maneras diferentes. Política odiada, política injusta, pero política necesaria para no caer en la absoluta y destructiva anarquía.

Otra vez que me voy por los cerros de Ube.., noooo, esta vez por los cerros de Ulaam Baatar. Tiempo para cenar algo antes de subirme al tren y revisar gmail, gtalk, gblog, gggggggggtodo y hasta Facebook y al tren nuevamente. Para ello en la calle cerca de la estación de bus pongo la mano y me para el primer coche que pasa. Aquí se lleva hacer autostop, y todos los coches que van en tu dirección te llevan, en este caso unos tres kilómetros de larga avenida hasta la estación del tren, y sin esperar nada a cambio o una pequeña propina.

Esta vez voy a conocer el tren del cuarto país del viaje, ahora le toca el turno a la línea transmongoliana, que procedente de Pekín, en la vecina China se va hacia Irkutsk y la capital rusa, en un viaje que entero, dura más de una semana seguida, y que por territorio mongol recorre unos mil kilómetros.

Me despido desde la ventanilla, de un precioso país, pensando que si hubiera tenido tiempo me hubiera gustado ir a un espectáculo casi único en el mundo, y que aquí es deporte nacional. Me refiero a la lucha mongola, en la que en un estadio varios corpulentos luchadores se enfrentan unos a otros hasta que va quedando solo uno, el ganador. Me recuerda a la prueba que mi equipo de carreras de montaña, el Avientu, organiza en la marea baja de la escarpada costa de Gijón, y que creo será en breve, siempre de viaje en estas fechas, siempre me lo pierdo. Suerte a todos los compañeros Avientus y a mis amigos esforzados corredores de montaña, y superficies sin asfaltar.

Había leído que tanto, la lucha, como el tiro con arco a unos 70 metros de distancia, y la monta a caballo son los deportes que han llegado a nuestros días, después de que un más que inteligente Gengis Khan, Temujin, para los amigos, fomentara entre sus tropas, para incentivar el entrenamiento de cara a sus batallas y conquistas, como anteriormente ya hacían los hunos, y buscando el chiste fácil, después en el congreso de los diputados, los otros.

Un aspecto de la lucha me llama la atención, y es la escasa chaquetilla abierta que llevan los masculinos competidores, y que leyendo su origen es un acto de absoluta protección al machismo. Y es que solo se permite la participación masculina, ante la vergüenza que pasaría cualquier varón si en una pelea perdiera con alguna corpulenta señora. Pues bien, al parecer años atrás una señora se disfrazó de varón en su cerrada indumentaria, y ganó varias peleas, siendo la humillación de los varones tan importante, que a partir de ese momento decidieron que el traje de pelea debía de ser abierto por delante para verse los pechos y distinguir a tan insignes damas luchadoras. Creo que fue el comienzo del top-less masculino.
Volvemos a nuestro tren, donde la vida sigue igual que en los rusos, pero con la salvedad de que las sabanas son de Mongolia, y que en esta ocasión viajo como en Ukrania, en clase kupé, nuestra segunda, y la diferencia en tamaño y confort de la litera se nota a la hora de dormir.


En mi cabina viajan conmigo esta vez, un chico buriata ruso de Ulaan Ude, y una chica de Mongolia que se dirige a Irkutsk. Como siempre al poco de viaje ya estaríamos intentando hablar en el poco ingles que sabíamos todos. Ulzii, va a ver a unos familiares en la ciudad cercana al lago Baikal, y Zandan vuelve a su casa con un extraño instrumento musical que ya había visto en alguno de los ger de Mongolia. Se trata de un morin-khuur, que se asemeja medio a una guitarra y medio a un chelo, al ser tocado con una vara de madera con cuerdas de cola de caballo, sobre otras dos cuerdas que se tensan en un final decorado con las figuras de tres caballos.

Durante el viaje, ya al día siguiente, animaría a Zandan a que nos tocara un poco, de muy diferente instrumento musical, con muy diferente sonido musical. Como indicaba en los itinerarios que elaboraba para mis clientes en la agencia de viaje, ahora toca:

Noche a bordo.

DÍA 23º TREN TRANSMONGOLIANO A RUSIA

De madrugada, pasamos frontera mongola en la última gran localidad del país, Sukhbaatar. El sistema es similar al del bus de entrada en el país, pero con la variedad de que aquí todo se hace en el interior del tren, y en el interior de cada compartimento. Separándose el vagón en el que viajamos los que atravesamos de un país a otro, para que, tras cerrarlo herméticamente, suben las policías mongolas, por cierto divinas de la muerte con su verdoso uniforme, a controlar pasaportes y visados, así como recogerlos todos para su correspondiente sellado en conjunto en el interior de la estación, mientras a nosotros, dos militares nos revisaban todo el equipaje sin permitirnos abandonar cada compartimento.

Luego estos militares se colocan a las puertas del vagón impidiendo que nadie lo abandone, salvo para ir al cercano toilette, al quedar clausurados también siempre los del vagón mientras el tren está parado. Os recuerdo que todo se va a la vía, y con el tren parado las estaciones serían un gran colector, si se utilizaran los servicios en ellas.

Después de larga espera, hacia las 11, hora de Mongolia, nos entregan los pasaportes ya con sello de salida del país, y otra máquina nos engancha para arrastrarnos hasta el border ruso, donde nos engancharían a otro tren, despues de pasar la frontera en una maniobra parecida pero más larga en tiempo, comenzando a pasarla sobre las 12 horas y finalizando con tiempo para comer en taberna de la estación al no volver a salir el tren hasta las 4 de la tarde hora de Ulaan Ude.

En la taberna de Kyakhta, aprovecho a comer, unos noodles (especie de spaguetti), y huevos cocidos con mayonesa, muy típicos en Rusia, mientras cargo batería del móvil y del pc. Con tiempo todavía después para comprar unos sellos locales para mi colección que añadiría a los que compre en Ulaan Baatar antes de partir. Tuve tanto tiempo, que hasta aproveché para sacar el billete en la estación, de trayecto final del transiberiano hasta Vladivostok. En perfecto ruso ya le indiqué a la únicamente ruso parlante despachadora, mi trayecto y clase deseada. Lo que hace la experiencia, ya van muchos billetes en este ferroviario viaje.

Kyakhta es una pequeña localidad fronteriza, con también mayoría de gentes buriatas, entre colonos rusos eslavos. No tiene demasiado interés aunque paseé un poco por sus calles antes de la salida del tren hacia Ulaan Ude.

Regresando al tren me llevo una sorpresa y es que en él vienen de viaje una pareja de franceses que están haciendo todo el recorrido del Transmongoliano, pero habiendo comenzado en Pekín y hasta su final en Moscu . Me presento a Matieu y a Tifanie, y me doy cuenta que no me sale hablar en francés, intuitivamente tanto me esforzaba en que alguien me entendiera en inglés, que ahora que tenía la facilidad de hablar en mi preferido y mejor hablado francés se me resistía un poco al principio. Pienso ahora un poco en cuanto me gustaba ir de pequeño a la Alianza Francesa de Oviedo, la cual me subvencionaba cada mes mi tía. Gracias Marta, me viene muchas veces a la mente, el sonido de aquel antiguo magnetofón con que nativos profesores nos daban las clases, y donde escuchábamos canciones de la preciosa París, a la que luego tantas veces iría trabajando de guía. Cuanto me sirvió y cuanto me gustó ir cada sábado. Que guapo es el francés, exceptuando el ruso claro, jajá.

Como os decía al final del trayecto y ya llegando de noche a Ulaan Ude, conseguí que Zandan nos tocara un par de canciones con el morin-khuur, y hasta le grabé una de ellas en mí móvil para luego poder escucharla, el resto del viaje en el transiberiano. Con Ulzii también intercambie música por Bluetooth pasándome ella de Mongolia y yo alguna de la poca española que tenía en mi terminal. Pero el que me sorprendió fue Zandan que me pasó también muchas canciones de un grupo argentino que nunca había oído, pero que en español me supo a gloria ( Otro saludo Gloria Y Alberto), oírla en los largos días posteriores del transiberiano hacia Vladi.


Despidiéndonos antes de bajarnos del tren en Ulaan Ude, donde dormiría unas horas antes de embarcarme en el largo viaje al Pacifico, nos intercambiamos palabras en tres idiomas, dígase:

Hola – Privet – Sain uu.

Gracias – Spasiba – Bayrlalaa

Adiós – Poka – Bayrtai.

Como para dominarlos todos en un mes ¿eh?, menudo jaleo de palabras, y eso que no me las escriben en usado por los dos países cirílico perestroiko. Y mientras tanto una simpatiquísima niña buriata se agarra fuertemente a la barra de la cortina ante la amenaza de que se la baje de tan panorámica vista. Al final conseguimos despegarla del cristal. Que pocholada. Dormitaré unas horinas antes de continuar contándoos cosas, que pasan para llegar a Vladivostok.

Nie zabivaiti.

2 comentarios:

  1. Según van pasando los días transiberianos me da la sensación de que me voy adaptando al frío mongoliano y a la vez se me hacen los ojos cada día mas achinados.
    Da gusto ver la facilidad que tienes para mantener conversación gestual incluso con las piedras.
    Me encanta viajar en tren, y más en tu compañía; así que disfrutaré con esta larga etapa ferroviaria.
    Buenos sueños (si estás dormido :-) ).

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  2. Tambien me encanta el tren, siempre haces amigos!

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