MATE

MATE
La vida en un mate: sorber despacio y saborearlo con intensidad ya que el mate, como la vida, cuesta un tiempo prepararlo, pero si no se disfruta al beberlo, cuando se acaba ya será tarde. Fotografía tomada en Argentina durante el corralito del año 2002

02 febrero 2013

Vuelta al mundo 2013, CAPITULO 15 – FINAL TRANSIBERIANO EN VLADIVOSTOK (GMT+11)

DÍA 24º TREN TRANSIBERIANO















Tras dormitar un poco en el hostel en el que ya había estado anteriormente en Ulaan Ude, tomo esa misma mañana tren hacia mi codiciado destino fin de la ruta transiberiana: Vladivostok. Digo codiciado destino, pero a la vez siento una cierta pena de acabar este larguísimo viaje por la más larguísima todavía madre Rusia. Y es que vas conociendo a tanta gente, conviviendo tan directamente con tantas personas con otras tantas historias, que me da la impresión que se me acaba algo que me hacía sentir bien. Pero aún tendría por delante mucho más viaje a bordo de otros no tan largos, pero quizá sí muy interesantes trenes.

Como siempre puntualidad inglesa en tren ruso, y salida continuando viaje que ya llevo arrastrando de dos días y que me llevaría otros tres días y sus tres noches finalizar, pero esta vez sin descanso ni parada alguna.

Y así y todo, llegaría a Vladivostok, con el escaso margen de un día antes de la salida obligada de este país por final de mi visa, en esta segunda entrada al coloso. ¡Pues venga!, a quemar kilómetros disfrutándolos, que son 70 horas más de nada, si tu destino es el Pacifico.

Me acuerdo comentando esto, de tantos viajes que hicimos Mónica y yo, como guías transfer hacia la Costa Blanca y Costa del Sol, para sacarnos unas pesetinas extras. Después de trabajar la semana en la oficina, nos levantábamos los sábados de madrugada para salir recogiendo gente por varias ciudades asturianas que se iban de vacaciones hacia las cálidas costa levantina o malagueña, y que acompañándolos en la ida hasta cerca de Ocaña, para retornar después con los que venían en bus de vuelta, nuevamente hacia Asturias, llegando a casa casi a medianoche.

En muchas ocasiones volvíamos a hacer lo mismo de domingo, y de lunes al trabajo en la oficina. Mucho tute pero muy agradecido tenerlo para así ganar ese dinerín extra que ayudaba mucho en los comienzos. Muchas gracias por ese valioso trabajo, compañera y amiga de Marsol. Un beeeeso y gracias por ello Isa, y un saludo a compis de fatigas ruteras, Mª Jesús y Sonia.

En este tren también viajo en tercera clase, entre muchísimos bultos de sabanas y ropa que ya viene en viaje desde Novosibirsk y quizá también Moscú, pero siempre con un denominador común en todos los trenes: limpieza y conservación. Todos los trenes para el trote diario que reciben, están cuasi nuevos, no hay pintadas, los pasajeros los conservan como si fueran suyos, recogiendo siempre colchones y almohadas y colocando la ropa sucia al apearse en el compartimento del revisor perfectamente doblada. Esa corrección hace que todo sea mucho más duradero.

Voy conociendo a mis nuevos compañeros de viaje, una señora, empleada publica retirada que va hacia su casa cerca de Jabárovsk, un obrero que proveniente de Tomsk en Siberia Occidental se va hacia esa ciudad cercana a Vladivostok, y una simpatiquísima buriata que va hacia su casa en Chita, siguiente gran ciudad después de Ulaan Ude.

Al final, yo era el que realizaba el trayecto más largo y hasta el final de la línea, lo que me permitió conocerlos a todos, pero también tener que ir despidiéndolos por el camino, con especial y emotiva despedida a uno de ellos que todavía no conocía.

En nuestro vagón dos revisores, o encargados de vagón, se iban turnando en tan largo viaje. Uno de ellos, Vadim, el cual me acabó contando que era soldado y estuvo en misiones de paz rusas en Siria, Argelia y en Libia, donde tras caer herido, el ejército le asignó este puesto en los ferrocarriles rusos, me acabó regalando una insignia del Transiberiano. Al final después de reñirte un poco estos rusos te acaban queriendo, y es que un “spanski”, como así me llamaban, es un “spanski” al que cuidar.

Vadim también me contaba que hacía la ruta completa Moscú Vladivostok de una semana de duración y luego la vuelta otra semana más seguida nuevamente a la capital. En correcto ruso señalándome la sien con su armada mano, me vino a decir, que como para pegarse un tiro. Y no es para menos porque aun con sus descansos el viaje, siendo rutinario, este largo trayecto es demoledor.

El paisaje en el exterior del tren no cambia, pareciendo siempre el mismo, estepa y más estepa nevada, salpicada con pasajes de arbolado conífero, similar al de la boscosa tundra. Vamos pasando muchas pequeñas ciudades que no existirían de no haberse hecho esta línea ferroviaria.

Muchas de ellas sirvieron como sedes de los famosos gulag, o campos de trabajo, donde eran enviados desde delincuentes hasta presos políticos, o cualquiera que cayera en desgracia del nuevo régimen revolucionario. El transiberiano era el tren que traía al este siberiano a muchas personas que nunca regresaría, a partir de ese momento eran zekás o prisioneros empleados en trabajos forzados.

Charlo con la joven buriata que habla un poco de inglés y está en la litera contigua a la mía en la parte baja del compartimento. Esta vez la experiencia también sirvió, para reconocer como reservar las literas bajas, mucho más cómodas para dormir en la noche, y poder usar la mesilla en el día para escribir o leer, o simplemente tomarse un té.

Me intereso por la música que lleva en su móvil, para intercambiarnos por bluetooth, pero casi toda es de rock duro ruso, similar al que tocaban las chicas rusas encarceladas por Putin por insultar al alto estamento ruso desde improvisado escenario en iglesia ortodoxa. No recuerdo el nombre, pero la música si, que berridas. Menos mal que Galina, como se llamaba esta chica, también me pasó otras editadas grabaciones de más de media hora de duración donde se intercalaban canciones españolas bastante conocidas, como las de un tal Melendi o un tal Dani Martín de “El canto del loco”. La música española gusta y mucho entre los jóvenes rusos.

Yo le acabe pasando las canciones argentinas que a la vez me había pasado Zandan del Transmongoliano, para que así las escuchara relajando un poco los oídos, de tantos decibelios rockeros. Acabamos con las discográficas fijo, porque vaya manera de intercambiar archivos constantemente.

Dormitamos en hora de Rusia central pero con hora moscovita para próxima parada en estación de Chita de madrugada.



DÍA 25º TREN TRANSIBERIANO

En mitad de la noche el tren llega a Chita, Galina se apea y en el andén su hermano viene a recogerla. Mientras yo aprovecho a bajarme con ambos para intentar entrar en internet, aprovechando el wifi de la estación, en unos escasos 25 minutejos de parada, a los que hay que restar, intentando no resbalar en el hielo, subida de rampa de anden, sprint por el puente sobre las vías y bajada por la otra rampa para luego llegar a la estación Rápido encendido del pc, conexión al wifi, abrir el correo , contar algo, leer algo, saludar y volver a toda prisa hacia el tren donde ya desde lo lejos te está cayendo una riña del veinte por llegar justo al vagón. Buffff, me estás estresando, dirían en Cuba.

Por los pelos, y es que si no estás antes de que cierren la puerta, tienes el gran honor de despedir desde el andén al transiberiano en su camino hacia el final tan soñado de Vladivostok.

En esta misma estación se incorpora a nuestro compartimento sustituyendo en viaje a la buriata Galina, un serio ruso al principio, que va a ser mi nuevo compañero y con el que entablaría una pequeña gran amistad durante los dos días de viaje hasta Vladivostok. Su nombre Tole, militar en la base de Primorsky Krai, ya casi en el Pacifico ruso, y muy cerca del destino final de Vladivostok.

Aprovecho que se me abrió un poco el apetito para tomarme un té con pierogi de kartofen que muy gruesas señoras pasan ofreciendo por los vagones constantemente al módico precio de 30 rublos.

Luego las conocería mas, ya que eran las encargadas del vagón restaurante, donde iría a tomarme un cafetín por la mañana, y donde también conocería a un grupo de estudiantes que se iban a un campamento de invierno en Vladivostok, con sus profesoras vestidas con chándal de la madre Russia. Campamento en Vladivostok y en invierno…es lo que hay, “This is Russia”.

Pasando estaciones y parando en estaciones con tiempo justo para bajarse a comprar algo de comida para el viaje, en pequeños puestos situados en los andenes, en algunas de ellas conmemorativos lugares rinden homenaje a los soldados rusos caídos durante la segunda guerra mundial.

La comida más apreciada a bordo del tren son unos envases precocinados, a los que solo hay que añadir agua caliente de la caldera del vagón, y por poco más de un euro tienes listo un puré, una sopa o unos nudles con curry.

Continuación de viaje por nevado paisaje y puesta de sol que sugiere recostarse a dormitar un poco. En esta noche, el descarrilamiento de un tren de carga, haría que acumulásemos un retraso de casi 2 horas, que poco a poco y hasta el final de la ruta, el tren acabaría recuperando para llegar puntuales a Vladivostok.



DÍA 26º TREN TRANSIBERIANO

Otro día a bordo del tren, intimando cada vez más con los compañeros de viaje, y pasando un paisaje ahora ya más de taiga que de estepa, y con bastante frío en el exterior que hace congelar el cristal del compartimento hasta interiormente.

Paramos en la estación de Birobidzhan, un enclave que se construyó con la llegada del transiberiano, y como una especie de experimento de la revolución rusa, para crear una patria judía en el interior de Siberia. En su día llegó a recibir miles de inmigrantes judíos, de todas las partes del mundo, que veían en Birobidzhan la oportunidad de una nueva vida entre los suyos, aún con todo por hacer en esta difícil ubicación. No fue así, ya que Stalin y su nueva política hacia las etnias y religiones hicieron que se acabara prohibiendo el rito judío, y durante años la población fue mermando hasta que hoy en día, la ciudad intenta recuperar una identidad que nunca llegó a tener.

Viktor, mi otro compañero ya varios días, se posa en la estación de Jabarosk, gran ciudad del este ruso a orillas del gran río Amur. El Amur atraviesa en su recorrido varios ecosistemas asiáticos: desierto, estepa, tundra y taiga. Es uno de los diez ríos más grandes del mundo, en varios tramos hace frontera natural entre China y Rusia, y tengo ocasión de verlo completamente congelado y nevado al cruzarlo por larguísimo puente que parecía inacabable. Este puente es compartido por la autopista hacia Jabárovsk y las vías del Transiberiano, para cruzar tan anchísimo río. Una vez en la otra orilla, la ciudad se prolonga muchos kilómetros siguiendo su cauce hacia el sur.
Con el Amur completo mis estudiados mapas físicos asiáticos en cuanto a ríos siberianos se refiere, tras haber cruzado y visto en viaje transiberiano los cuatro grandes: Volga, Obi, Yeniséi y el gigante Amur.

Con poco tiempo ya de estar juntos, Tole me enseña fotos de su día a día en la base militar de Primorsky, así como de su familia. Yo hago lo propio con fotos de mi movil. Un poco desvelado, se nos une otro viajero a la conversación, es Sergei que va también como yo hacía Vladivostok.

Y llega la parada donde Tole se apea con todo el petate, tenemos una emotiva despedida, porque lo que al principio parecía un serio y brusco ruso, acabo siendo casi mi cuidador en el tren. Como me trato, casi sin hablar inglés, ofreciéndome comida, sirviéndome un té cuando creía que me lo tomaría, y comentando a todo el que pasaba que estaba con un “spansky”, al que había que cuidar para que llegara bien a Vladivostok. Muchas gracias por todo Tole, eres el ejemplo de que no hace falta conocerse mucho, ni hablar el mismo idioma para compartir historias de dos vidas muy diferentes, y llegar a vivir un poco la vida del otro. Un abrazo para tu mujer e hijo, que te esperarán otra vez de vuelta en casa dentro de unos meses.

Despedida desde la puerta del tren, y continuación de viaje paralelos a la frontera china prácticamente hasta el destino final ya de mañana.



DÍA 27º VLADIVOSTOK

Amanece, entrada en Vladivostok, por fin veo el mar, veo el mar completamente congelado. Kilometro final y completo los 9289 kms que recorre esta ruta por un solo país pero en dos continentes. Sumados a los que recorrí en Ukrania y Mongolia ya llevare casi 12000 ferroviarios kilometros, pero ha merecido la pena. El viaje es el viaje, viajar es viajar, es desplazarse, y conocer a nuestro paso, gentes, paisajes, historias, muchas historias, que te descubren unas vidas paralelas a la tuya pero muy diferentes. Viajar seguirá siendo siempre, la mejor escuela.

Recojo todos mis bártulos y desembarco en Vladi. Primeras fotos a la mitica estación en el centro de lo que se llama el “cuerno de oro”, península que se adentra en la gran bahía que tiene la virtud de no congelarse completamente en invierno, haciendo fácil la entrada y salida de barcos. Tanto el nombre como la geografía de esta ciudad la asemejan bastante, salvando las distancias, con Estambul. Sobre todo porque también tiene un gran puente que une dos partes de la ciudad semejante al que hay cruzando el Bósforo entre la parte europea y asiática de esa preciosa ciudad. No obstante sus empinadas calles también le dan un aire al San Francisco americano.

A esas horas la temperatura es bastante más alta que en el interior siberiano, pero el ligero viento hace que la sensación térmica sea bastante fría. Me sitúo un poco con descargado plano y me dirijo hacia la calle Alesiuskaya, cercana a la estación y perpendicular a la calle principal de la ciudad Svetlanskaya Ulitsa, donde me alojaría hasta mi partida al día siguiente.

En el hostel me recibe una fría, friísima chica rusa, que casi ni me mira y encima sin darme tiempo a preguntar precio, me exige con voz cuasi militar mi “Passport”. No me había pasado en todo el viaje, pero era como que si fuese un estorbo que me fuera a alojar allí. Respirando profundamente y con filosofía oriental, evito decirle cuatro cosas en ruso, porque fijo no me entendería mi tan joven estudiado dialecto cirílico.

El hostel sin embargo estaba de cine, literas nuevas con televisión en cada una de las habitaciones compartidas, cocina impecable, pero quizá alguna rusa esa mañana se levantó de mal humor.

Ducha después de varios días, y salida a recorrer esta agradable ciudad, muy diferente ya a las hasta ahora siberianas visitadas. Y es que el mar hace que ya tenga un aire más desenfadado y alegre que las anteriores.

En el puerto ya está atracado el ferry de DBS que tomaré al día siguiente para salir del país hacia Korea, y muy cerca buques militares de la flota rusa del Pacifico, cuya base está aquí en esta ciudad. Junto a ellos un deslumbrante velero, buque escuela y emblema de la navegación a vela rusa, está atracado con sus grandes mástiles como parte del paisaje de la ciudad.

No es otro que el mayor velero del mundo, el Sedov, quien tiene en su haber innumerables vueltas al mundo y que años atrás pudimos contemplar en España, en alguna de sus paradas.

Le dedico la foto a mi gran amigo y compañero de muchas salidas a vela en la bahía de Gijón, quien fijo se apuntaría conmigo a dar la vuelta al mundo a vela en este mítico barco. Un abrazo Jose & family.

Sigo paseando por los muelles del puerto donde un gran desfile de soldados de la marina rusa entran y salen hacia sus embarcaciones, atracadas en semicongeladas aguas.

Muy cerca otro emblema ruso, el submarino C-56, quien participó en muchas batallas navales y fue decisivo en la segunda guerra mundial, hoy es un curioso museo al estar colocado en un pedestal de la ciudad para su visita.

En el interior, una parte está dedicada a su tripulación en diferentes periodos, uniformes, material, y demás equipamiento, y otra es tal como era en su día, con su periscopio y puente de mando, sus camastros para la tripulación y la zona de proa donde cuatro cavidades acogían los misiles que puedes ver despiezados antes de entrar al compartimento donde eran disparados.

Que de películas de la segunda guerra mundial me vienen a la memoria, así como de la guerra fría, y el espionaje ruso-americano a través de este sumergible invento.

En las cercanías una pequeña capilla ortodoxa y el acceso al funicular donde puedes ascender a la parte alta de la ciudad desde donde la vista de toda la bahía es inmejorable.

Desciendo a pie por empinadas calles con edificios que siempre sorprenden, y me acerco a la plaza central, al lado de la comercial calle Svetlanskaya. Como en otras ciudades gran árbol navideño y parque de toboganes de hielo.

Desde una oficina cercana puedo llamar por teléfono a casa, en esta ciudad donde no hay cabinas ni siquiera en su departamento de telégrafos y la única forma de llamar es comprando una tarjeta prepago y dejándote utilizar un teléfono de alguna oficina para llamada. Muy cerca grupo de Hare Krishna caminan sonrientes y encantados de la vida por la ciudad, con sus canticos hinduistas, ¿Quién dijo frío, si hay fé?.

A continuación me voy a ver las playas del Pacifico para darme un baño, ¿baño?, no iba a ser problema el frío. De camino a la playa el estadio de futbol del Dinamo de Vladivostok hacía presagiar que de baño nada. El campo estaba completamente lleno de nieve, y sus gradas esperaban espectadores quizá cuando el tiempo mejorara un poco.

Al lado el paseo de la playa, y paseo por la playa, y paseo por el agua helada de la playa, y por si no era poco, saliendo de la ensenada de la playa paseo por el mar congelado que hacía difícil el baño. No caminaría más, aunque era posible seguir al norte, cruzar el también congelado estrecho de Bering y aparecer en las playas californianas de Malibú dos o tres años más tarde de tan gran caminata en busca de día de playa.

Ya cayendo el día, regreso hacia el hostel con preciosa foto de los mástiles del Sedov, bañados esta vez por la luz de la caída del sol. Final guapo del día y de la narración, mañana seguimos afanados amigos lectores. Os dedico la foto a todos:

“El sol se pone, pero el gran milagro, hace que salga cada mañana nuevamente, adorar al rey Sol, sin él nada sería posible”

4 comentarios:

  1. Da gusto ver la dársena congelada y poder pasear por ella. Mereció la pena los tres días de tren.
    Qué envidia, insana, me da tu facilidad para la comunicación. Ya la quisiera para sí Mr. Rajoy para ver si así le entendíamos algo del mensaje de "Navidad" de hoy. Por cierto, si encuentras por ahí algún "sobre" extraviado, por favor, enviáselo al "Bar Cenas" que los ha perdido y no sabe por donde andan. En Suiza, no.
    No voy a volver a leer tus comentarios feisbukianos pues eliminan la gracia del directo y me da la sensación de haber viajado por el mismo lugar dos veces. A partir de hoy quedo enganchado a "Pasión por viajar" como si cordón umbilical fuese.
    Te espero en Korea del Sur.

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  2. ... Enga amigu pa Korea que aquí ya ta to visto ... jajajajajajaja

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