MATE

MATE
La vida en un mate: sorber despacio y saborearlo con intensidad ya que el mate, como la vida, cuesta un tiempo prepararlo, pero si no se disfruta al beberlo, cuando se acaba ya será tarde. Fotografía tomada en Argentina durante el corralito del año 2002

25 febrero 2013

Vuelta al mundo 2013, CAPITULO 20 – NAGASAKI, HOLOCAUSTO NUCLEAR (GMT+9)


DÍA 38 FUKUOKA  - NAGASAKI
Después de buena noche en el suelo del numerosamente poblado camarote, me levanto para ver desde la cubierta exterior nuestra entrada en el puerto de Fukuoka. A esas horas bastantes pasajeros japoneses ya están dando cuenta de su desayuno a base de sopa de nudels en el comedor del barco. Desembarco del buque New Camelia, y aterrizo en el gran puerto de Hakada, en el sur del Japón.

Con mis bártulos a cuestas me voy paseando a visitar Fukuoka, sin mucha gente ni tráfico a esas tempraneras horas.  En una acera de las limpísimas calles, cuando digo limpísimas es que no había ni rastro de alguien que haya tirado algo ni en ese día ni en días anteriores, se sabe enseguida cuando es debido a que se limpia o a que no se ensucia, y fijo era más el segundo caso,  una gasolinera surte de combustible a algún vehículo. Me llama la atención que no hay surtidores en el suelo, sino que la gasolina viene del cielo, es decir, el milagro energético se produce cuando un coche llega y un mecanismo activa el bajar las mangueras que están colgando del alto techo de la estación de servicio.

En Japón me iban a sorprender gratamente muchas más cosas. Me acerco a ver el principal templo de la ciudad, que iba a ser solo una pequeña muestra de lo que iba a ver en el resto del país, y que país, que maravilla de orden y respeto por todo.   En el templo sintoísta, religión inspirada en el budismo chino y tibetano, pero con grandes raíces en Japón, una pequeña pagoda de cinco pisos, acompaña al sencillo templo con preciosas tejas negras decoradas en su frontal. Al lado un típico jardín japonés con árboles podados cual bonsáis, junto a estanque con agua que da una gran sensación de paz al estar en el lugar.

Sigo visitando el centro de la ciudad, sin muchos más importantes atractivos que su gran y moderna estación central, donde decenas de tiendas y restaurantes dan servicio a una numerosa clientela que va y viene cogiendo trenes y autobuses.

Me dirijo a las oficinas de la JR (Japan Railways), principal y casi única compañía ferroviaria del país, a canjear el bono que había comprado previamente en Corea para cambiar por un JR Rail Pass, que me iba a permitir Pass-earme todo lo que quisiera en una semana por el bello Japón.
Esta es una de las cosas más importantes que hay que prever antes de llegar a este país si la intención es visitarlo en toda su extensión, y digo esto porque el pase solo se puede comprar fuera del país por visitantes no residentes en él, consiguiendo un precio de unos 240 euros para un uso ilimitado de viajes durante esos siete días.

Si no prevés eso, te encuentras que solo irte a la capital y volver ya te va a suponer ese importe, si quieres utilizar sus modernos y ultrarrápidos trenes Shinkansen, así que con otro viaje, y yo use muchos más, ya has recuperado su valor y empiezas a viajar gratis. A mí me sucedería en tan solo tres de los siete días a los que te da derecho tan genial invento para viajeros extranjeros. Vale hasta para los navetos habitantes de la Pola y entorno, ¿conocéis alguno que ande ahora por estos lares? Creo que sí, jajajá.
En mi primer trayecto que haría para visitar la, al sur, ciudad de Nagasaki, no tomaría uno de esos trenes de alta velocidad, aunque el que yo tomara superaba ampliamente los 200kms por hora, velocidad cuasi ridícula al experimentar en días posteriores las velocidades superiores a los 320 kms/h de los trenes bala que van de Kyoto a Tokyo.
Después de aclararme con los letreros medio en japonés medio en inglés, me subo al andén donde me espera mi Intercity Around The Kyushu, nombre que recibe de la isla por la que transita, la de mayor tamaño al sur de Japón.

Salida no puntual, sino súper puntual, al segundo exacto por el reloj del vagón donde los uniformados revisores te saludan haciéndote una reverencia cada vez que entran y salen de cada vagón. Y también cuando digo reverencia no estoy hablando metafóricamente sino literalmente, agachan su cabeza y tronco reverenciando a sus pasajeros, cada una de las veces que se encuentran con ellos a la entrada o salida del vagón. Impresionante Asia, aunque ya no me sorprendía tanto al sucederme lo mismo esquiando en la estación coreana de YongPyong, donde me hacían lo mismo al subirme y bajarme del remonte cada vez que lo utilizaba. Solo puede suceder en oriente, no es forzado, es totalmente natural por costumbre muy ancestral y arraigada de respeto y servidumbre hacia el prójimo.

Con un soleado día y viendo el paisaje de casas bajas con decorados tejados al lado de grandes campos sembrados de la riqueza de Asia, el arroz, llegamos a la estación de Nagasaki justo al mediodía y en menos de dos horas de tiempo.
En la estación gran movimiento, ya por lo que va a ser mi segunda nochevieja del año, y es que en Nagasaki con una gran presencia de comunidad china, se preparaban para inaugurar nuevo año chino, decorando todo con dragones y farolillos rojos.

Cambio algo de dinero en japonesa moneda, dándome por mis 100 euros un total de 12500 yenes japoneses, con lo que tendría para arreglarme unos cuantos días de mi visita a este caro, pero no tan caro como imaginaba, país del sol naciente.
Al irme al guesthouse que tenía localizado cerca de la estación, una cata de vinos para vender argentino caldo de los viñedos de Mendoza, me hace tomar un par de vinillos con simpático vendedor japonés que se sorprendía enormemente de que hubiera estado en la ciudad del exquisito vino que estaba vendiendo, casi por el dinero que yo había cambiado, la pequeña caja de seis botellas.
Ya muy contento con la copina de blanco y de tinto, que no tendría opción de pagarme en Japón, me fui mochilas a cuestas hacia mi hostel donde me encontraría con nueva sorpresa a la llegada, y es que el japonés dueño hablaba español, y encima el hostel se llamaba Casa Noda. Cuando dejo las mochilas para tomar posesión de mi litera en compartida habitación, también me siento como en casa, porque en el salón una gran bandera rojigualda preside el recinto. Noda me dice que se la dejaron otros españoles que pasaron meses atrás por allí de visita en la ciudad. Amabilisimo como todos sus compatriotas este japonés hispanoparlante me indica como llegar hasta el museo de  Nagasaki.

Sin perder tiempo, me acerco en el antiguo y memorable tranvía que atraviesa la ciudad, a pasar la tarde en un lugar que nunca debería haber existido, pero que, como la historia es la historia, y el pasado es el que es, y además manda y ordena lo que los seres del futuro tenemos que ver para no repetir lo que seres del pasado hicieron a otros indefensos seres del pasado, no queda otra que intentar aprender algo, no sé qué es necesario aprender en algo tan ilógico, pero algo más se acaba aprendiendo fijo. Y es que el nombre de la ciudad ya lo dice y lo dirá todo, casi eternamente. El nombre de Nagasaki irá irremediablemente ligado junto al de Hiroshima, a un hito, a un penoso hito de la historia de la humanidad.

Eran las dos de la tarde y entraba en el museo del segundo holocausto nuclear de la historia humana, daba igual que fuera el segundo, el orden no importaba mucho para lo que en las dos ciudades sucedió.
Fue un día triste, viendo cosas tristes, en un lugar triste pero a la vez sereno. Hay nombres de ciudades que hablan por sí solos y para siempre.  Y es que, quienes estéis  siguiendo el blog, recordareis que publique al principio de esta vuelta al mundo otro nombre que sonará siempre, por un motivo similar, como es el de Chernóbil. Así todo, hay una gran diferencia entre uno y otro, aquel mal que bien fue un indeseable accidente nuclear pero el nombre de Nagasaki siempre irá anexo al de holocausto nuclear, y solo se puede comparar a otros nombres como Austwich  o Ruanda, donde también tuve ocasión de intentar aprender o comprender algo, en cuanto ha sido el ser humano el que decidió la gran tragedia. Para mí, tan vil y asesino fue el holocausto nazi, como el holocausto americano en Japón. No hay guerra que justifique un asesinato masivo de población civil como el ocurrido aquí hace casi 70 años. A las 11.02h de un día de Agosto se dejó caer la segunda bomba atómica de la historia humana. Ver sus efectos no sirvió, no fue la última. Posteriormente se dejaron caer en el planeta en pruebas 2000 bombas más, de ellas más de la mitad lanzadas por los EEUU de América, único país que hasta hoy se atrevió a probarlas para matar indiscriminadamente. Aún con mucha razón, nunca serán los más apropiados para hablar de Corea del Norte o Iraq. Es mi personal opinión respecto al presente.  En el edificio un grupo de niños con sus mamas, se disponen a ver algo que a esta edad es difícil que se pueda esperar que entiendan, ya que cuando tienes mucha más edad tampoco eres capaz de entenderlo, así que por lo menos te gusta verlos por allí jugueteando y alegrando tan triste lugar.

Bajando una rampa en espiral que te lleva a ver los efectos en el hipercentro de tan fatídico día, puedes intuir lo que vas a notar allí abajo. Ojalá nadie se atreva nuevamente a hacer algo, que originó tantas cosas que pude ver y sentir en este lugar,  en este memorial museo de la bomba atómica. Los restos de la iglesia, los restos de estructuras de la zona, los restos de ropajes de gente  que Vivian su día sin esperar que algo lo cambiaria todo para mucho tiempo.

Y después de ver la simulación del impacto y la rapidísima velocidad con la que se propago la onda expansiva, te pones cara a cara con una réplica exacta del fatal descubrimiento humano. No es otra cosa que el envase de lo que el hombre había creado, y mal usado para acabar con muchas vidas y con un solo y pequeño recipiente. Esa réplica de la bomba era acariciada por unos niños, quienes hurgaban en su interior a ver qué es lo que allí había. Lo que allí había hace 70 años trágicamente se había derramado por esta tranquila y pacifica hoy en día ciudad de Nagasaki.

Antes de ir saliendo del pozo del museo, los efectos de la catástrofe, las desagradables imágenes de destrucción y miseria humana que había dejado esta nueva  y poderosa energía atómica. Y ya cuando crees salir de la sinrazón, ves en un panel la cantidad de cabezas nucleares que hay hoy en día en el mundo,  menos mal que se tomaron un respiro las superpotencias que sino no nos entran ya en las instalaciones militares, tan gran numeroso número. Sobre mi cabeza el envoltorio de la misma energía más poderosa y  con un envase más renovado, es un misil Tomahaw, o como se diga, que se puede lanzar desde cualquier submarino, avión, o carretilla adosada a cualquier camión. No cambiaremos, solo nos damos una pausa para endurecer de nuevo.
Un globo terráqueo simula lo que sería una guerra nuclear a gran escala y los devastadores efectos en países como Rusia, India o EEUU, por no hablar de la aniquilación de países pequeños y atómicos como Israel o el nuevo en el club, Corea del Norte.

Estadísticas, datos, un héroe infantil, que en fotografía histórica de la época traslada a su hermano no sabe ni a donde, pero hacia una nueva vida fuera del horror, y una tienda que vende camisetas que solo hablan de paz, paz, mucha más paz, de la que se pueda uno desear para siempre.

Me salgo con los ojos un poco húmedos, y me voy caminando al exterior donde un pacífico y muy tranquilo parque al lado de un limpio rio hoy en día, hace de plano al lugar exacto donde hizo diana la fatídica bomba. Un simple, sencillo y oscuro monolito, hace que no se olvide nunca lo que no debió pasar. Cerca los restos reconstruidos de lo que fuera la iglesia, que hoy en día se puede ver nuevamente en las laderas de cercana colina. Siguiendo mi triste caminar desciendo hacia el centro de la ciudad paseando por los jardines donde una decena de esculturas reivindican que nunca vuelva a suceder algo así.

Bueno, y como no quiero que el post de hoy deje mal sabor de boca, y tras aprender del pasado nos centremos en disfrutar el presente, me  centro en contaros como son las celebraciones de una noche que precede al nuevo año chino, y que en la hoy serena Nagasaki, la  gran colonia china en la ciudad se disponía a celebrar. Y es que sobre todo en esta isla japonesa del sur, por su proximidad a China y por los grandes lazos comerciales que siempre existieron, esta colonia es muy numerosa.

Las calles a rebosar de farolillos rojos, desfile con el gran dragón e infinidad de puestos de comida China que también hacen las delicias de este servidor amante de la comida asiática. Es el año de la Serpiente, como cada nuevo año lunar y con sus ciclos de 12 años, de mi generación entráis en él, y con el signo de la serpiente de agua, todos los que hayáis nacido en 1965, así como los nacidos cada 12 años antes o 12 años después de ese año.


Por las calles cercanas a los canales de la ciudad los farolillos se reflejan en el agua y muchos chinos presencian las celebraciones con teatros, figuras de dragones y muchos niños que son transportados por las calles por sus padres. Así que, desde las celebraciones del nuevo año chino en Japón os deseo a todos un buen año de la serpiente de agua. Me voy a mi cama española de Nagasaki, tras cenar en pequeño restaurante obviamente chino, china comida con palillos a base de arroz y vegetales.

 ¿Ya os dije que me encanta la comida asiática?       
                                                                                       
DÍA 39 NAGASAKI – HIROSHIMA
En la mañana me levanto para tomarme un café y charlar un poco con mi nuevo amigo japonés Noda quien me reserva un barato hostel para pasar la siguiente noche en Hiroshima a donde me dirigiría a media mañana. Despedida con abrazo y un hasta siempre, en español que pudo aprender en Sudamérica, y que por cierto hablaba muy bien.
Visito la zona del puerto de Nagasaki, donde un grupo de escolares japoneses está de visita con sus maestros,  antes de dirigirme a tomar el tren que me llevaría a Hiroshima vía estación de Hakada. El primer tren un Kamone, aquí todos los trenes tienen nombre propio, que atravesando el guapo paisaje de la isla Kyushu, me llevaría hasta la estación de Hakada pasando por la también importante estación de Tosu en la prefectura de Saga, y viendo en algunos tramos el brillante mar de Japón. En la estación Hakada cambio de tren y tomo contacto con una, hace ya muchos años, maravilla de Japón. Esta maravilla se llama Shinkansen, o trenes bala, que de verdad que lo son, y además fueron el espejo donde se miró la Alta Velocidad Española (AVE) o los Trains Gran Vitesse franceses (TGV). Y no  es para menos porque te subes y vuelas literalmente sobre la tierra.

Os cuento un poco de estos veloces trenes. Para empezar, no usan las mismas vías que los convencionales, aunque estos sean rápidos también. Usan estaciones distintas que a veces están al lado de las normales y otras veces a las afueras de la ciudad con estación propia. En todo caso siempre con conexión e indicaciones por todos lados de Shinkansen.
Cuando te vas a subir en el andén, indicaciones te hacen colocarte en diversas colas según en que vagón viajes, bien sea con o sin reserva, y clase normal o Green Class que es la superior. El tren llega con su alargado morro aerodinámico a más no poder, y para exactamente mediante sensores automáticos en ese punto en el que se abren las puertas. Accedes al interior por una especie de hall, con bebidas, baños y tienda electrónica a bordo, y pasas a tu vagón donde tienes conexión eléctrica para tu pc y asientos ergonómicos. Una pasada, y otra pasada la velocidad que coge al acelerar ya desde la misma estación por rectilíneas vías, impresionantemente silenciosas. Preparados, listos y ya….ya estás a 320kms/h, casi la misma velocidad a la que un avión despega de pista. Sensación total al pasar las ciudades sin parar.
Salida de Hiroshima a las 14h22m00s, exactos, y en nada en destino en nueva provincia de la isla de Honshù West, pasando y haciendo parada en la población de Kokura. Esta población no os sonará de nada, pero cosas del azar, ahora podríais estar todos pensando en ella y conociendo su nombre perfectamente, ya que era la elegida por los americanos para lanzar la segunda bomba que al final se fue a pulverizar habitantes de Nagasaki. Los habitantes de Kokura nunca estarán lo suficientemente agradecidos de que aquel 9 de Agosto del 45, no hiciera buen tiempo en su ciudad, lo que motivó el cambio de los siniestros planes de la US Force americana.
En estos trenes, máxima seguridad, ningún accidente mortal en varios años de existencia. Incluso se hace raro ver que a veces hay pasos a nivel con barrera, y la gente lo respeta al máximo. Pienso que en España cada poco hay algún accidente mortal, casi siempre por imprudencia del conductor, que lleva a pedir costosísimos pasos elevados o soterramientos de vía, incluso hasta para el sencillo Feve. Es como si quisiéramos que nos evitaran siempre nuestros propios errores. En Japón hay infinidad de pasos a nivel, y no hay prácticamente accidentes. Dará que pensar, analizar y comparar conductas.
Aquí por supuesto, el revisor que más bien es asistente en viaje ya que un sistema electrónico te controla la entrada y salida de los andenes, también reverencia al pasaje al entrar y salir de cada cabina. El Shinkansen vuela pasando las ciudades de tres en tres, usando generalmente las vías centrales de las estaciones para no pasar al lado de los andenes, donde espera pasaje para otros trenes con parada.
Es curioso ver también a la llegada a la estación de Hiroshima como un ejército de limpiadores espera militarmente preparados con fregonas y bayetas, a la puerta de cada vagón para su rápida limpieza antes de seguir trayecto el Shinkansen hacia Kyoto.
A la hora señalada en punto llego a Hiroshima, y me tomo un cafetín en moderna cafetería de la estación donde una madre japonesa toma café con sus dos hijas en viaje hacia Kyoto. Nos hacemos foto juntos, que comprobaría les encanta a todos, siempre posando con los dedos en señal de victoria, como diciendo “hemos conseguido foto con un español de la misma España”.

Me dirijo hacia el cercano hostel Hana, cercano a la estación central de la ciudad, y tomo posesión de otra confortable litera en habitación de 8 personas. Descanso en lo que queda de día y un huésped francés nos prepara crêpes para cenar. Que riquísimos, primero crepes Salé con jamón York y luego crêpes sucré con nutella, lo máximo, y cortesía de habitante de Marsella en viaje por el Japón.
Para finalizar probamos un poco de Shòchù, licor suave parecido al de más graduación, conocido por todos, sake.
Os iré contando más cosas de este Japón, mezcla interminable de tradición y modernidad.
Como siempre capítulos anteriores en:



1 comentario:

  1. Valió la pena. Una larga semana de vigilia bloguera pero el relato japonés de Campi lo resarce con creces.
    Mi pasión por los trenes me pone los dientes afilados ante lo que nos cuentas de los veloces trenes nipones.
    Lo que nos cuentas de Nagasaki no hace mas que corroborar que el ser humano es el animal más "animal" del universo, y cuanto mas USAdo, peor.
    Me gusta ver tus autorretratos y comprobar como cada día que pasa tus ojos se van achinando a la velocidad de los trenes orientales.
    Espero volver a leerte antes de marzo :-).

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