DÍA 7 PARAMARIBO – NIEUW
AMSTERDAM –BELEM (BRASIL)
125, ese el número
que este muy acogedor Surinam, ocupará en mi lista de países y
territorios visitados hasta el momento. Solo me apena una cosa en esta
celebración de muchos países visitados, y es que mi disco duro interno, que
hasta ahora recordaba y memorizaba cada uno de ellos se está llenando y
comenzando a funcionar más lento de lo normal hasta ahora.
He intentado resetearme un poco, pero deben ser cosas del
paso del tiempo, porque necesito imperiosamente apuntar y escribir, lo que
antes se almacenaba sin esfuerzo alguno. Lo positivo es la obligación que ahora
tengo de escribir este blog de viaje para disfrute posterior de mis recuerdos,
y espero también para trasladaros a todos estos lugares a muchos de vosotros
que quizás no os acerquéis algún día a verlos.
Aprovecho mi último día en el país, para ir a conocer
cercana población a la capital y de nombre típicamente holandés, como colonia
que este territorio fue de los Países Bajos. Al otro lado del rio Surinam y en
la confluencia con el rio Commewijne, se encuentra Nieuw Ámsterdam, enclave
estratégico por su posición de vigilancia a los dos grandes ríos que desembocan
en este caribe surinamés.
Y mencionando Holanda y Ámsterdam, no quedaba otra que
utilizar el más conocido medio de transporte de esas tierras. Hay que viajar
siempre en todo lo que tengas posibilidad, y yo hoy tenía muy a mano alquilar
una grandísima y muy clásica bicicleta para conocer tan holandés nombre de
ciudad.
Con esa gran tradición ciclista holandesa, no es de extrañar
que una vez me dirija en tan genial y
barato medio de transporte, hacia el medio del tráfico de Paramaribo, me dé
cuenta del especial cuidado de coches, autobuses y camiones tienen al
adelantarme. En ningún momento sientes la amenaza de que te lleven por delante,
porque aquí al igual que en la madre patria de los Neederlands, la bici es muy
respetada por los demás vehículos.
Por carretera bien asfaltada y siguiendo el curso del rio
Surinam, recorro varios kilómetros de las afueras de Paramaribo donde se
suceden las guapas casas de gente más adinerada, así como un gran número de
embajadas y delegaciones diplomáticas, como siempre bien custodiadas. Destaca
entre ellas la de China, en un enorme edificio y con visible y muy roja
bandera.
No es de extrañar que aquí como en muchos otros lugares,
sean de las más importantes por la gran cantidad de chinos que viven, trabajan
y comercian por medio mundo. Restaurantes, comercios, supermercados, en
definitiva que con su espíritu siempre emprendedor y sobre todo muy trabajador,
hace que hayan ido poco a poco comiendo el terreno al resto de gente. Aunque a
muchos les causen recelo, yo soy de la opinión que si queremos aplicar el dicho
de que “la tierra para quien la trabaja”, no veo mejor ejemplo que el de ellos.
Muchas veces deberíamos aprender más del extranjero y criticarle menos, quizá
siempre se ha tenido que buscar la vida dentro y fuera de sus fronteras.
Al cabo de una hora de etapa del “Tour de Surinam” arribo a
embarcadero desde donde nada pequeñas piraguas cruzan a viandantes, biciclistas
y hasta motoristas al otro lado del rio donde se encuentra el enclave de Nieuw Ámsterdam.
Hay que saber siempre que si te subes a ella y arranca contigo solo el precio
se dispara, en este caso casi hasta los 40 dólares de Surinam, unos 8 euros,
pero si tienes paciencia y esperas a que llegue más gente, el precio se hace
casi insignificante, como fue el caso al llegar dos súbditos jubilados del
reino holandés con sus bicis y locales que van a trabajar. Al final menos de un
euro por travesía de marrón rio con fuertísima corriente.
Una vez en la otra orilla, me encamino, mejor dicho me
embiciclo, como me gusta inventar nuevo vocabulario, hacia la punta donde se
juntan los dos ríos, y lugar de ubicación del antiguo fuerte de Nieuw Ámsterdam,
del que ahora queda bien poco construido de su estrellada forma.
Antes de llegar una extraña mezquita en medio de la
carretera y de color verde celador parece desentonar en casi caribeño enclave,
pero….cosas de las fés.
Torretas para avistamiento de aves y deguste del paisaje,
museo de la época con carruajes, elementos de defensa, y muchos perrinos
pasando el día, como todos los días.
Me tomo un fresco agua, al haberme bebido ya todo el que
llevaba conmigo, y es el que el día sobrepasa los treinta grados de
achicharrador sol, que hace que a la vuelta en la holandesa bicicleta durante
otra hora para recoger mis cosas en el Hostel Zus & Zo, me acabe de quemar
los antebrazos.
Los escolares surinameses salen del cole con sus camisas a
cuadros verdes y blancos cual mantelería de domingo en mesa de comedor antiguo.
Llegada a la ciudad, intentando no olvidarme que aquí se
conduce por la izquierda, y es aplicable a las bicicletas, por lo que si miras
para hacer cruce a tu lado natural, te cepilla un autobús por el lado…mortal.
Dejo el ciclo en el backpacker, me doy una ducha repara quemaduras con agua lo más
fría posible que aquí son 30º, y me despido del personal en la preciosa
recepción y tienda de artesanía de toda la cultura cimarrona y amerindia,
verdaderos dueños de estas tierras guayanesas.
Caminando y acabando de retostar mis brazos me acerco hasta
la estación de minibuses colectivos para preguntar cómo llegar al aeropuerto de
Parbo, que está muy lejos de la ciudad. Un taxi o transfer cuesta unos 15€,
mientras que como sucede casi siempre, si no te precipitas y tienes paciencia
acabas encontrando un transporte alternativo aunque no sea fácil, ni cómodo.
Eureka, cuando se llene un colectivo irá hasta la población cercana al airport,
y el precio ni os lo imagináis, 2,15$ de Surinam que haber si ya sabéis cuanto
es en euros?....tic,tac,tic,tac….tiempo. Son unos insulsos aproximadamente
40cts de euro. Eso sí, como me suele pasar muchas veces, único blanco entre
tantísimo moreno, del que destaca el grandísimo conductor negro con su
llamativa camisa pasiega.
El transporte como siempre a tope, a tope, y son casi 2horas
de trayecto atravesando esta extensísima ciudad por sus barrios periféricos
hasta unas colonias a las que el bus se desvía a dejar y coger gente. Bueno, no
tengo prisa, mi vuelo es barato, poco más que el trayecto de casi 3 días por
carretera con sus dos noches de alojamiento en la cara francesa Guayana, pero
sale a una rara hora. Habéis tomado un vuelo a las 3.15h?, no es muy habitual
eh?, la verdad que si tomé otro par de ellos a esa hora en Doha (Qatar) para
viajar a Sri Lanka y otra vez a Nepal, y es todo un espectáculo ver el
ambientazo que hay a esas horas en estos sitios.
Como me esperaba el internacional aeropuerto de Paramaribo,
era muy de andar por casa, estando el hall de la terminal de salidas situado en
el exterior y siendo las tiendas y bares sencillos establecimientos indios y
chinos.
Con tantísimos mosquitos buscando las luces de la casi
discoteca de la exterior terminal, entrar era primordial, pero no empiezan a
facturar hasta la una de la mañana una vez se vaya el vuelo de KLM a Ámsterdam,
patria mamá del Surinam.
Pero si sabes presionar un poco, hacerte el tullido y
llorando un poco, me dejaron pasar a una zona de sillas de asistencia, donde
pude descansar un poco con impagable aire acondicionado.
Me observo un poco y hago parte de daños al salir de las
Guayanas, y tras una semana de viaje: algunas picaduras en piernas, dos
pequeñas mordeduras en pies y brazos para servir con patatas, y eso que soy
moreno y aguanto el sol, pero cuestión de tiempo y nuestro cuerpo asimila todo.
Viendo antes de subir al avión a un rapaz morenu ,
mallorquín y que juega muy bien al tenis en el torneo de Melbourne, avisan para
subir al vuelo de Surinam Airways destino Belem.
DÍA 8
BELEM DO PARÁ (BRASIL)
Ya comenzado mi día que no tuvo noche, y siempre digo que me
parece increíble la de veces que no he dormido viajando, y que enlazo día y
noche y nuevo día sin aparente cansancio
ni malestar. Otras veces en casa duermes 10 horas y te cuesta levantarte. Serán
cosas de los ciclos vitales. El caso es que en la oscura noche, el vuelo se va
terminando y comienza a verse amanecer, y justo en ese momento que comienza la
luz y se atisba el paisaje aparece en medio de un halo mágico mi nuevo amigo de
viaje y el gran protagonista de él: el Amazonas.
Si el rio termina en una larga melena, yo estoy viendo solo
unos pocos cabellos de él, pero son justo los que acaricia la ciudad de Belem,
en el delta sur del gran río, y capital del gran estado brasileño de Pará.
Las luces de la ciudad, las aguas del río y el cielo
avioletado hacen que esa imagen se quede en mi cabeza, y creo que para siempre,
es más, creo que si algún día el odioso mal de Alzhéimer me tocara, sería
incapaz de borrar algo tan bonito, tan intenso, tan fuerte. Inmortalizada
fotografía para dedicaros a todos y alguna que otra sorpresa que hará que vosotr@s
también podáis vivir lo por mí vivido en esos pocos minutos.
No solo hubo emoción al aterrizar en la terminal cercana al
delta del Amazonas, también hubo momento para risa y asombro, ya que hubo
muchas veces en que he visto, que una vez el avión en tierra camino de la
terminal, algunos pasajeros se quitaban el cinturón o se levantaban a coger su
equipaje de mano. Pero nunca había visto como aquí que un segundo después de
golpear el tren de aterrizaje en la pista, mis compañeros de fila se quitaron
el cinturón como en un acto de valentía extrema, y todavía desacelerando en la
pista medio avión ya estaba de pie en el pasillo, volviéndose locas las
azafatas a llamar al orden, y pegando bruscos frenazos el piloto para asustar a
los apresurada pasaje, que hizo que alguno cayera al suelo…, vamos, de película
de los hermanos Marx.
Una vez en tierra brasileña, toca buscar forma económica de
llegar al centro de esta muy gran ciudad, aunque por estar situada donde está,
no lo pareciese.
Encantadores y serviciales brasileños en el aeropuerto, me
indican como dirigirme a cercana plaza del aeropuerto para allí tomar la línea
de bus urbano Pratinha-Presidente Vargas, que me dejará en el centro. Tarda
tiempo en pasar alguno que paré porque a esas tempranas horas van todos
abarrotadísimos de gente que va hacia el centro a trabajar. Al final uno me
recoge y brasileños también de visita a la ciudad me hacen el favor de
cambiarme un americano dólar en Reales Brasileños para poder pagar el autobús.
Esta vez acordaros del cambio: 1 dólar = 2,30 reales, 1€ = 3,1 reales. A partir
de aquí os digo precios en reales, así que no quiero despistes, como se dice aquí:
“menús samba e mais trabalhar”, queridísimos lectores.
El bus me deja en la céntrica estación rodoviaria, y
aprovecho para enterarme de las salidas de los barcos que remontan el rio hacia
Santarém y Manaos, así como los días que parten. Interesados vendedores se
acercan a ofrecerme uno de los barcos que partirá a última hora del día. El
precio es bueno, para varios días de navegación pero decido mirar más en la
estación Hidroviaria, de donde salen los barcos por el rio. También en el cercano
mercado me voy poniendo al día de una compra que debo realizar y que es como un
vale descuento para viajar por estas tierras, se llama rede, sabéis lo que es?
Intento cambiar dinero, y me llevo la sorpresa que nadie
cambia, en el mercado, nadie cambia, en un hotel cercano, y nadie cambia en el
gran banco de la plaza. Entonces? El fuertemente guarda armado y con chaleco
antibalas del banco me indica que solo puedo cambiar en las Docas, que luego me
enteraría son unos antiguos muelles portuarios, hoy reconstruidos en centro
comercial al lado del Amazonas.
Así que vuelvo al hotel a llorar que al menos me cambien un
dólar, que siempre llevo algunos de viaje, por si hay que salir de un apuro y
salir del apuro por un 35% más económico que con un euro, que además en general
no aceptarían en ningún sitio por ser moneda en vez de billete, e imposible
posteriormente de cambiar.
Las recepcionistas, después de dudar un poco, y quizá
recelosas que el español de la misma España de Iniesta, les robé su Mundial de Fútbol
Brasil 2014….es broma. Me cambian el dólar y ya tengo para el nuevo billete de Ómnibus
como llaman aquí al bus urbano, y puedo irme hacia el final de la avenida Pres.
Vargas donde está el puerto. Allí me indican donde está Das Docas para cambiar,
y compruebo que acerté al no comprar el billete, ya que aquí es todavía más
económico: 3dias de navegación hasta Santarém = 150 reales, rede aparte que son
20 reales. YA sabéis lo que es la rede, pues sí, es una hamaca, que luego podrás
colgar en la cubierta del barco y no tener que pagar los 600 reales que cuesta
una cabina.
Caminando desde allí me voy a visitar la ciudad, comenzando
por los antiguos Dockers portuarios hoy acertadamente aprovechados para museo ,
restaurantes, heladerías y terrazas, y donde tengo oportunidad de cambiar
dinero para el pasaje por el rio, la rede y la comida recorriendo la ciudad.
Caminando por la calle salpicada de árboles que son como
oasis de sombra en la quemando acera, veo un cuerpo de una mujer tendido boca
abajo en el suelo sin moverse. Aquí pensaríamos en un asesinato, una lipotimia
o una muerte por infarto, pero en Brasil, y la forma de vivir la vida de muchos
brasileños compruebo que es una chica, también asada de calor que no vio mejor
manera de combatirlo en medio de la calle, a la sombra de un árbol cualquiera. Paso
por encima pisándola y ….es broma, paso al lado esquivándola y sigo mi
penitente camino, pensando que, que bien me tiraba allí también a descansar de
tanta mochila y calor.
Al poco la calle desemboca en una pequeña plaza, donde ya
puedo mirar a mi amigo de tú a tú, a su misma altura y no desde las alturas.
Que grande, que de agua, me imagino a Alfredo Landa o a Paco Martínez Soria
mirándolo como yo, y asombrándose de tanta majestuosidad fluvial. Me cito con
él para que en los próximos días nos conozcamos mejor y hasta podamos compartir
momentos de nuestras vidas. No en vano los ríos son las vidas que con el tiempo
van a dar al mar. Ojalá mi vida, la de mis queridos y la de todos vosotros sea
tan larga como este rio, y llegue al mar llena de tantísima y satisfactoria
agua.
Con mis brazos ya superado su punto de cocción, por nuevo e
intenso calor y sol do Brazil, me paro en la más famosa heladería de Belem. Se
llama Cairu, y todos los sabores son frutas y plantas de la Amazonia, casi
todas desconocidas por mí. Pero gentilmente, para elegir te dan a probar
cucharadas de todos ellos, y de tanto probar y decirme nombres probando más y más
cucharadas de madera, ya casi estaba lleno. Pido uno que me resultaba más
fresco de una fruta que a los dos minutos ya no recordaba como el resto de las
otras treinta o cuarenta variedades, y la verdad que por 3 reales casi comí,
eso sí, solo el postre.
A continuación continúo a ver el sitio más famoso de Belem,
y que me envolvió como hace años en anterior viaje a estas tierras, en el
barrio de Pelourinho de Salvador de Bahía. Y es que cuando entras dentro del
Mercado de Verso a Peso, una multitud de colorida gente, con brasileñas ropas,
variadísimas frutas exquisitamente expuestas y sobre todo la zona de cocinas y
mostradores para comer, hace que uno se sienta en el más estrecho contacto con
las gentes de esta ciudad.
Es la hora de la comida y potadas de arroz, carnes,
pescados y habichuelas son servidos en pequeñas raciones a los comensales que
se sientan en las bancadas anexas a las barras de madera de las cocinas. Un
espectáculo para los sentidos, que hace que uno como sin tener que comer.
No me pararía a ello, en ese momento pero si después antes
de embarcarme tomaría mi cena en muy sencillos, nada sucios pero no aptos para
escrupulosos viajeros, y muy, muy baratos restaurantes callejeros.
Anexo al Ver o Peso, nombre que viene de la época
portuguesa, por ser el lugar donde se pesaban todos los productos que llegaban
del rio, está el puerto ribereño con sus antiguas y destartaladas barcazas de
pesca, que siguen haciendo la función de abastecer de fresquísimos pescados de
agua dulce y salada, este mercado.
En un reluciente y restaurado amarillo edificio llamado la
Casa Das Onza Janellas se encuentra un coquetísimo restaurante que luego leo es
de los más típicos de Belem, es el guapo Boteco das Onze. Y en el exterior
recién casados novios se hacen las fotos de boda con mi amigo el eterno rio, supongo
su amor querrán sea como este rio, pero no sé yo, hace falta siempre muy
paciente agua para hacerlo eterno.
Continuando visita el pequeño Forte do presidio, antiguo
emplazamiento militar como hay muchos por estas tierras, y la plaza donde se
encuentra el Museu de Arte Sacra, en un antigua universidad jesuita y la blanca
catedral, que viendo su interior me hizo maravillar, porque al igual que os
decía de la mezquita de Paramaribo, es digna de mención por sus paredes
policromadas y su ambiente de encogimiento.
No soy nada religioso, pero respeto todas las religiones.
Creo que se podían haber construido otras cosas más valiosas con los esfuerzos
económicos y de trabajo, que costaron catedrales, sinagogas o mezquitas, pero
como siempre digo una vez históricamente hechas, no queda otra que admirar algunas
labores arquitectónicas y escultóricas verdaderamente preciosas. Si a eso
añadimos que para mucha gente las religiones, son su motivación al esfuerzo de
ser mejor persona, o en otros casos el consuelo para abordar hechos de su vida,
bienvenidas sean. Pero lo que nunca haría sería colocar a una por encima de
otra, o admitir que una en concreto es la fe verdadera, endemoniando al resto,
ya que cada una de las principales observando sus ritos, son un calco de la
anterior en el tiempo, con sus variaciones que buscan hacerlas únicas y
verdaderas.
Aprovecho en la tarde a comer algo en la Praça de Brandao,
donde destartalada casa de comidas, ofrece sus platos con viandas
destartaladamente exquisitas. Y es que en tu plato ración te sirven un poco de
arroz en su punto cocido, habichuelas con rica salsa y carne picada con huevo
revuelto. Todo “6 reais”, algunos cafés de Oviedo son más caros.
De vuelta a la terminal hidroviaria, por las viejas calles
de la Ciudad Velha, atestadas de comercios de ropa con precios de hace 30 años
en Europa, y donde de vez en cuando me meto, no precisamente para mirar el género
, sino para degustar unos instantes el deseado aire acondicionado brasileño,
los anunciantes con micrófono de cada tienda intentan atraer a los clientes.
Ya de vuelta en la llena de gente estación portuaria toca
esperar en calurosamente húmeda sala con casi mil personas que cogeremos el destartalado
barco que partirá a remontar el omnipresente rio.
Todos se agolpan cerca de la puerta para nada más comenzar
el embarque salir disparados a coger sitio para colgar su hamaca en cubierta,
una cosa de la que yo no tengo demasiada experiencia en escoger lugar idóneo, así
que solo sigo a mis predecesores y voy copiando al menos como colgarla de las
barras que cuelgan de los techos de las cubiertas.
Si sé que cuando caen las grandes trombas de agua
ecuatoriales, es fácil que entre el agua a bordo y se empape la cubierta, así
que al menos escojo una zona con planchas de madera donde dejar mi mochila,
esperando no acabe empapado o achicharrado por el sol. Lo que sí es
sorprendente es que en cuestión de minutos, todo estaba lleno y yo tenía
hamacas colgadas a derecha, izquierda, por delante y por detrás.
Un, como casi todos, sonriente y amable brasileiro, me
comprueba que los nudos estuvieran bien anudados para que al menos nada más
subirme no me fuera a probar la resistencia de la cubierta del barco, y tras
unos cuantos quites le dice a este asturiano ya amigo que se suba sin miedo,
vamos, que antes se hunde el Titanic 10 veces que mi hamaca hace aguas.
Y allá que voy, tomo impulso, salto y …caigo por el otro
lado, nooooo, también broma. Me subo y compruebo que voy a dormir cómodo,
porque aunque parezca mentira dormir en una hamaca colgante es muy cómodo como
esa noche pude comprobar. Mas aun cuando el barco zarpa y la brisa marina, no,
marina no, fluvial, fluvial si, te comienza a refrescar del ahora fuerte calor
que desprende el clima y la humanidad que allí estamos embarcados.
Como diría Fellini, “La nave va”, y soltando amarras del
puerto de Belem nos adentramos a remontar este Amazonas que al poco tiempo ya
me estaba brindando, esta vez una maravillosa y rojiza puesta de sol. No veo
mejor manera de despedir relato de hoy, mañana os cuento más cosas de este gran
curso fluvial, su naturaleza y sus gentes.
Boas noites mis brasileiros amigos!
"La nave va", esperemos que vuelva :-).
ResponderEliminarNo sé su prefiría el frío gélido de Siberia a ese pegajoso calor amazónico.
Lo de las hamacas no sé si me podría habituar a dormir en ellas; yo que soy de "vuelta y vuelta".
Te espero Amazonas arriba.
Claro que te habituas Jose, una vuelta arriba y al dar la vuelta a dormir al suelo, jajaja!
EliminarAlberto eres único
ResponderEliminar;-)
Eliminarme encanta viajar contigo compañeru...
ResponderEliminarAbrazote Fren!
EliminarLes hamaques tienen pinta de ser muy comodes ya me contarás .... Boas noites meu amigu
ResponderEliminarHay que instalar unes por ahí ,pero ya, jajaja!
EliminarQue pasada de fotos!!!!!!
ResponderEliminarUn abrazo Rebe, y otro para Javi y la Pitufina!
EliminarDice Giancarlo que del montón de veces que estuvo en Belem, jamás vio las preciosidades que viste tu. Debe de haberlas visto con otros ojos. Preciosos los comentarios. Te seguiremos diariamente. Disfruta, tu que puedes.Besinos.
ResponderEliminarUn abrazo muy grande Marita & Giancarlo!
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