MATE

MATE
La vida en un mate: sorber despacio y saborearlo con intensidad ya que el mate, como la vida, cuesta un tiempo prepararlo, pero si no se disfruta al beberlo, cuando se acaba ya será tarde. Fotografía tomada en Argentina durante el corralito del año 2002

28 febrero 2013

Vuelta al mundo 2013, CAPITULO 21 - HIROSHIMA, MIYAJIMA, KOBE E HIMEJI

DÍA 40 HIROSHIMA Y MIYAJIMA


Hiroshima es una ciudad bastante más grande que Nagasaki, a la que su nombre irá siempre ligado, por ser las dos ciudades víctimas de la bomba atómica. Después de ver Nagasaki no podía dejar de ir a ver cómo vive hoy Hiroshima. Y al igual que la otra, hoy la ciudad rebosa movimiento, color y paz. Me voy en el mañana en tranvía a ver la zona donde se encuentra el museo y la cúpula de la bomba atómica. Hoy hace un día claro y bonito, la gente camina por las calles y el tranvía que me lleva, va bastante lleno por una de las arterias principales de la ciudad.

Me poso en una parada junto al rio, y nada más cruzar la calle veo un esqueleto de edificio, que es de los pocos que resistió al impacto de la bomba, que tuvo su epicentro a tan solo doscientos metros de él. Es la Cúpula de la bomba atómica, un gran armazón metálico que sostenía la esférica cubierta, encima de paredes de hormigón y ladrillo, que sorprendentemente quedo en pie. Este edificio albergaba desde 1915 el Pabellón de Fomento de la Industria, y había sido diseñado por un checo, al que desgraciadamente el tiempo le dio la razón de una fenomenal y sólida construcción. Hoy en día la zona tiene árboles y jardines bien cuidados que contrastan y mucho con lo que fueron aquellos días de agosto de 1945 después del fatal acontecimiento, donde todo era destrucción y desolación.

Aunque estás en el presente, la cabeza se te va inevitablemente hacia el pasado. Eran las 8:15h del 6 de Agosto de 1945, y aquí se lanzó la primera bomba atómica, causando miles de muertes, comenzaba el holocausto nuclear. Camino los escasos 200m hasta el lugar exacto del impacto, donde una sencilla placa lo recuerda, hoy en ese lugar hay una clínica. Que mejor homenaje puede ser algo para salvar vidas, en un punto donde se acabó con tantas vidas. Cruzo uno de los puentes sobre el rio que en su día también consiguió esquivar la bomba, y en los alrededores un gato negro observa el agua del rio, como diciendo: “a mí no me echéis la culpa de lo que vosotros sois capaces de haceros, seré negro pero muy pacífico”.

Sigo caminando viendo otras pequeñas, pero todas muy simbólicas estatuas, como un niño con su mamá sentado sosteniendo una paloma en su mano, o una fuente derramando agua. Nunca un animal en la historia reflejó tanto un deseo como las palomas, que palabra tan desapercibida hoy para nosotros, pero que siempre pensé, es la base de toda vida y convivencia humana: PAZ. Tres letras que pasan de significar el todo, a llegar en unos instantes después de desaparecer a la nada. Por difíciles que sean los tiempos siempre hay que conservar esta palabra como lo más sagrado.

A esa nada llegó aquel 6 de Agosto Hiroshima, y en el museo situado justo encima del parque de la paz, en una gran pasarela colgante desde donde ves la Cúpula y los grupos escultóricos de este parque presididos por un mástil con la bandera de Japón, cuando a él accedes, comienzan las extrañas sensaciones.

Al comienzo del recorrido un video donde se puede ver desde la desolación que causo la bomba, hasta las miles de personas que se congregan hoy en este lugar cada año, ese día de Agosto para recordar lo que nunca más debe de pasar.

Continuando sala con varios paneles y fotografías antiguas, en las que destaca una con un reloj que se detuvo a esa fatídica hora, las ocho y cuarto de la mañana. En una vitrina otro pequeño de pulsera, con la misma hora a la que el tiempo se detuvo, y la humanidad dio un paso hacia los tiempos del Big Bang. Fotos en blanco y negro, de los días posteriores, más negro que blanco en aquellos días posteriores, donde se puede ver el esqueleto de la Cúpula de la Bomba y el puente que resistieron el impacto entre un gigantesco montón de escombros, que es en lo que se convirtió la zona en varios kilómetros a la redonda.

En el interior del museo se ve también fantasmagóricamente una reproducción de esa cúpula, hoy símbolo de resistencia y de futuro a aquella época. Subes por escaleras a la altura de ella donde la puedes mirar frente a frente y desde donde accedes al área con cartografía de la zona y numerosos objetos que se recogieron, y que muestran los efectos de la ardiente temperatura que alcanzó el lugar aquel día.

Vidrios, estructuras metálicas, asientos de piedra donde había una persona sentada, y se ve el diferente color que quedó grabado en la piedra….buff, hay que intentar no meterse demasiado en la historia, te absorbe y te lleva hacia ese día, desconsoladoramente.

Como si de un macabro túnel salieras, llegas a la pasarela acristalada con vistas al parque y el estanque, desde donde ves a los niños, sus papás, los jóvenes, en definitiva la vida de hoy totalmente recuperada y dinámica, pero siempre sin olvidar el duro pasado.

Después tuve ocasión de entrar en un lugar donde situándote en el centro, bajo una gran cúpula y girándote 360º, ves lo que se podía ver después de la bomba….no había colores, desolación, todo estaba en blanco y negro, y muy cerca el monumento infantil de la paz, inspirado en el niño que sobrevivió, y decidió hacer mil grullas de papel, símbolo de la paz y la felicidad en Japón. No pudo acabarlas todas, la leucemia se lo llevó como a tantos otros, en aquellos posteriores años. Pero hoy sus compatriotas no paran de hacer grullas que están colgadas por todos lados. Qué triste todo, pero afortunadamente ahora los niños paseaban con sus padres, y estos japoneses de hoy, se tomaban un café en una terraza de la zona situada al lado de ese gran edificio y otro más pequeño que sobrevivió también, y hoy es la oficina de turismo de esta bonita y tranquila ciudad.

Abandono el lugar, viendo también un cenotafio con los nombres de muchas de las personas muertas, que según cálculos no muy exactos se estimaron en cerca de las doscientas mil, por una de las calles cercanas con abovedada estructura de cristal que une los edificios, configurando un paseo cubierto entre muchas tiendas y restaurantes de comida japonesa. Fluye la vida y hay mucha actividad, estás en el pacifico presente, e intentas volver al día de hoy que muchas veces se nos olvida agradecer la felicidad tan grande que es vivir en él, así con todos los problemas del mundo pero, en Paz.

Caminando una hora con mis pensamientos, me voy a ver el Hiroshima Castle, que cercado por una gran balsa de agua era protegido de las incursiones enemigas, y tras pasar por un pequeño puente accedo al recinto hoy con un gran parque que alberga pequeñas ruinas de lo que en su pasado fue.

Cerca un hermoso templo sintoísta me iba a traer algo de alegría al día, y es que tendría ocasión de asistir a una boda tradicional japonesa, e incluso con permiso del muy concentrado novio, sacarme una foto con la japonesa y muy elegante novia. No me atreví a cogerla por la cintura, no fuera que el novio nos saliera celoso y sacara la Katana de Samurai y acabara con tan infiel foto. Jaja, es broma, estaba un poco nerviosillo, aunque no lo podía demostrar ante su japonés suegro.

El sequito de mujeres tradicionalmente vestidas y en trajeados hombres, esperan a hacer el desfile que les lleve al interior del templo siguiendo a los encargados de casar a los novios. Una ocupadísima chica con mil alfileres y prendedores colgados a su cintura, se afana en que la novia esté impecable, o por lo menos se afana en que le paguen por su disciplinado trabajo de asistente y organizadora.

Ya en el interior del templo se sitúan a derecha e izquierda de los novios para asistir a la ceremonia que comienza con reverencias continuas al altar y una especie de bendición de la pareja e invitados. A partir de ese momento les dejo solos en tan delicado asunto, que me imagino hayan sellado bien y les llene de felicidad futura.

- ¡Congratulations japoneses novios!

De vuelta al centro de la ciudad, unas instalaciones de tenis acogen el entrenamiento de futuros Rafa Nadal de ojos rasgados, que entrenan la volea y el saque volea, ante la mirada de su entrenador, que desgraciadamente no es Toni Nadal. No sé yo si entraran en el Top 100 de la Atp, pero quien sabe.

Me vuelvo a la estación de trenes, para acercarme a pasar la tarde y ver la puesta de sol en un lugar, quizá de los más hermosos de Japón. Es la isla de Miyajima, que queda a unas dos horas de Hiroshima, tomando primero un tren hasta donde se embarca en el ferry que te cruza a ella.

En el país del Sol Naciente, me dedicaría a ver el Sol Poniente. Y quizá uno de los sitios más asombrosos para ver acabar el día es esta isla japonesa de Miyajima, donde su Torii anaranjado estaba esperando que acabara de subir la marea para quedar flotando sobre las aguas.

Ya al embarcar en el ferry que junto a su gemelo, constantemente van y vienen a la isla, puedes ver la gran y brillante puerta sobre las aguas cercanas a la isla. Esta gran puerta del templo sintoísta de Itsukushima es Patrimonio Mundial de la Humanidad, y hecha con grandes árboles resiste el paso del tiempo entre marea y marea. A la cabeza me vino la ciudad francesa de Mont Saint Michel, y como no podía ser de otra manera luego pude leer que están hermanadas.

El sol ya está cayendo a esas horas rápidamente y comienza a acariciar las boscosas montañas de la isla, donde destaca el monte Misen como cumbre más alta con poco más de 500m de altura. Durante la travesía saco fotos a tres simpáticos niños japoneses que junto a sus padres vienen también de visita al templo. Es curioso que les compren gafas pero sin cristales, no sé si más bien acostumbrándoles a que luego las usen, la mayoría de los japoneses las usa, o solo por ir a la moda infantil.

Si algún día decidís veniros a vivir a Japón, esta isla, situada en el mar interior de Japón, con sus preciosas montañas y los ciervos correteando por las calles cercanas al templo, es un lugar de ensueño.

Desembarcamos en el embarcadero al oeste del templo, y en camino hacia él, todos esos ciervos que os comento merodean tranquilamente por las calles de la ciudad reclamando alguna vianda a los viandantes, que sobre todo si son mujeres y niños, están más solicitados por ellos, ya que creo intuyen la debilidad femenina e infantil, en cuanto a manutención se refiere. En los laterales de la calle infinidad de puestos de callejera comida, ayuda a algunos indecisos a colaborar con la dieta de los de la culera blanca.

Hoy son animales sagrados que los japoneses respetan y adoran, por lo que no tienen miedo alguno a la presencia humana, y están por todas partes camino del gran santuario, en el centro de la costa de la isla, de Itsukushima-Jinja, que está construido sobre un muelle, ya que se consideraba en la época que el suelo de la isla era sagrado y los visitantes no podían pisarlo, por lo que accedían por mar al templo situado sobre las aguas, y no sobre tierra. Como saben casi todas las jerarquías eclesiásticas salvaguardarse vienes preciados. Con ese simple razonamiento ya tenían una isla en exclusiva. Pero donde manda religión no manda feligres.

Al lado del templo, la vista del Vermilion Torii, ya impresiona por su color naranja que a esas horas ya del día el sol se encargaba de resaltar más si cabe, y mucha gente, aún sin subir la marea se acerca a verlo paseando por la húmeda arena.

Yo me tiro también al ruedo y le hago unas cuantas fotos desde todas las posiciones posibles, que maravilla, que señorial espera ser fotografiado por tantos que allí nos congregábamos. Al acercarte a su estructura de troncos de madera, muchas lapas marinas adosadas a los pilares de troncos, junto a monedas que la gente incrusta sobre ellas.

Muy cerca otras personas recogen verdosas algas de la arena, que fijo después me comería envolviendo algún plato de japonés Sushi.

Después de sacar unas 3000 fotos o más a la sintoísta puerta, me acerco a ver el templo donde unas chicas posan también para mi foto como siempre con los dedos en “v” y sonrisa de oreja a oreja. Son geniales estos japoneses, y eso que les tiraron dos bombazos de órdago, siempre están sonriéndote, saludándote, ayudándote…bueno, eso menos, porque siempre están un poco desconcertados y hasta que se centran en la pregunta pasa un tiempo hasta concederte respuesta.

Ya con poca gente en las calles visito el pueblecito con coquetonas calles, salpicadas por algún que otro pequeño templo y subo las escaleras que al lado de arroyuelo te hacen remontar hacia el barrio alto donde está otro pequeño templo custodiado por dos fieros guardianes de madera rojiza.

Para finalizar subo hacia otro pequeño promontorio donde se encuentra el templo superior y su anaranjada pagoda de cinco pisos. Bajo por el costado contrario que da al mar, viendo la iluminada ciudad de Miyajima-Guchi al otro lado de las aguas que comienzan a cubrir las patas del gran Torii, haciendo de esta noche, una noche mágica para mí, por encontrarme no solo en Japón, sino en uno de los lugares más bellos de Japón, como reflejaría la foto que en ese instante saqué.

De vuelta al embarcadero, las tiendas del pueblo van recogiendo su mercancía de venta a tantos y tantos turistas que hasta aquí se acercan cada día, destacando entre esa valiosa mercancía de souvenir, las figurillas de todos los tamaños del Torii y las paletas de madera pintadas con japonesas letras.

Poco más que decir de día tan intenso, retorno ya muy de noche en el ferry y tomo el tren haciendo el recorrido inverso para llegar a la estación central de Hiroshima e irme hacia mi hostel donde esa noche el inspirado francés nos tenía preparadas unas tempuras de calabacín que estaban para chuparse los dedos.

-¡A bientôt, mon français ami!

DÍA 41 KOBE, HIMEJI Y OSAKA

Nuevamente a la vía férrea, es el sino de esta vuelta al mundo en tren, aunque aquí en Japón es casi como subirte a una emocionante atracción de feria, ya que al seguir las indicaciones para subirte al veloz Shinkansen, estás hasta un poco nerviosillo, por acceder a sus andenes.


Esta vez me toca tomar el tren bala que me llevaría al corazón de Japón, al Kansai, una de las mayores conglomeraciones de población humana , y que componen las ciudades de Kobe, Osaka y Kyoto.

El tren hace parada en su recorrido desde Hiroshima en la ciudad de Fukuyama, donde su precioso castillo blanco se encuentra justo al lado de la estación. Siendo imposible visitar y pararse en todos los lugares, decido ir a visitar otro muy similar aunque más grande, que es el de Himeji, pero al final erraría el tiro ya que este segundo estaba en tareas de restauración.

Así todo, lo visito mereciendo la pena mucho acceder a sus jardines y viendo en lo alto tan gran y blanquecina fortaleza de Himeji-Jo de la época medieval, que destaca por ser enteramente original, y al que los japoneses llaman la garza blanca por su esbelta y blanca silueta sobre la colina. La parte principal del castillo está tapada para su restauración y aunque unos pasadizos dejan visitarla interiormente, decido dejarlo para la próxima visita a esta país que creo es de los que merece la pena repetir siempre que sea posible.

En parada del Shinkansen en Kobe decido bajarme a ver un poco la ciudad y a comer su famosa ternera de Kobe…jajá, eso era una buena idea hasta que descubres que pueden pedir en un sencillo restaurante hasta 50.000 pesetas al cambio por tan conocida mundialmente carne, y que decido utilizar el importe para otros 15 días de alojamiento en baratos hostels. Si no tuviéramos nuestra también mundialmente conocida Ternera Asturiana, igual cabía la duda, pero en este caso la cosa estaba clara. Por la calle un autobús hace publicidad de las ricas viandas que se pueden probar en esta ciudad.

Así que me fui a comer una de ellas, pero mucho más barato y también sorprendente por presentación y precio, que era un perrito con patatas pero que en vez de traer salchicha, estaba hecho de una tempura de langostino, que con mayonesa local estaba de muerte, y sin causarte el precio, la muerte.

Aproveche para cambiar un Travel Cheque en importante banco del centro de Kobe y guardar billetes de yenes para mi viajera colección de billetes y monedas. Aprovecho en el centro para fotografiar sus altos y esbeltos edificios de cristal.

De vuelta nuevamente al tren, una japonesa chica posa para foto de un servidor encantado de fotografiar tan bonita sonrisa y orejas que no pasan nada de frio. Es la moda de Japón, puede ser de todo menos descolorida y alegre.

Llegando a la gran Osaka, el Shinkansen reduce velocidad, y este poleso se dirige a buscar alojamiento en tan gran y copioso bosque de gente y edificios, a los que no eres casi capaz de ponerles sitio en un mapa, y que a todas todas te supera. El entramado de líneas de tren, metro circular, metro en línea, y demás transportes de esta ciudad hace que te encuentres siempre un poco perdido por mucho sentido de la orientación que uno tenga. Así que preguntando pude llegar después de casi una hora de cambios de tren y metros hasta un hostel de la misma cadena que el de Hiroshima pero con la mala suerte de que estaba completo.


Así que vuelta al empezar, a escoger otro que estaba como a otra hora de distancia, pero que como aliciente tenía un plano de orientación por laberinto de calles al estilo Indiana Jones, y en busca del Templo Perdido. Pues con paciencia y determinación ahí que di con él, y simpática casera junto a coreanos visitantes, y simpático japonés compañero de litera, compartimos ratín de charla en la noche.

El japonesín era la leche, porque todos hacen amplias exclamaciones a cada cosa que les cuentas, pero este parecía morirse de asombro cada vez que le contaba alguna cosilla del viaje o charlábamos de Japón. Yo me entendía genial con él porque casi no hablaba inglés, que unido a mi amplio desconocimiento de tan británica lengua, hacía que utilizáramos el lenguaje de los sordomudos de maravilla los dos. Son la pera, pero más buena gente.

Buenas noches amigos lectores, ¡graciaaaaas! por vuestra lectura, que en japonés su entonación es algo así como: ¡Arigatoooo!
Como siempre anteriores capítulos en:

http://albertocampamontes.blogspot.com

25 febrero 2013

Vuelta al mundo 2013, CAPITULO 20 – NAGASAKI, HOLOCAUSTO NUCLEAR (GMT+9)


DÍA 38 FUKUOKA  - NAGASAKI
Después de buena noche en el suelo del numerosamente poblado camarote, me levanto para ver desde la cubierta exterior nuestra entrada en el puerto de Fukuoka. A esas horas bastantes pasajeros japoneses ya están dando cuenta de su desayuno a base de sopa de nudels en el comedor del barco. Desembarco del buque New Camelia, y aterrizo en el gran puerto de Hakada, en el sur del Japón.

Con mis bártulos a cuestas me voy paseando a visitar Fukuoka, sin mucha gente ni tráfico a esas tempraneras horas.  En una acera de las limpísimas calles, cuando digo limpísimas es que no había ni rastro de alguien que haya tirado algo ni en ese día ni en días anteriores, se sabe enseguida cuando es debido a que se limpia o a que no se ensucia, y fijo era más el segundo caso,  una gasolinera surte de combustible a algún vehículo. Me llama la atención que no hay surtidores en el suelo, sino que la gasolina viene del cielo, es decir, el milagro energético se produce cuando un coche llega y un mecanismo activa el bajar las mangueras que están colgando del alto techo de la estación de servicio.

En Japón me iban a sorprender gratamente muchas más cosas. Me acerco a ver el principal templo de la ciudad, que iba a ser solo una pequeña muestra de lo que iba a ver en el resto del país, y que país, que maravilla de orden y respeto por todo.   En el templo sintoísta, religión inspirada en el budismo chino y tibetano, pero con grandes raíces en Japón, una pequeña pagoda de cinco pisos, acompaña al sencillo templo con preciosas tejas negras decoradas en su frontal. Al lado un típico jardín japonés con árboles podados cual bonsáis, junto a estanque con agua que da una gran sensación de paz al estar en el lugar.

Sigo visitando el centro de la ciudad, sin muchos más importantes atractivos que su gran y moderna estación central, donde decenas de tiendas y restaurantes dan servicio a una numerosa clientela que va y viene cogiendo trenes y autobuses.

Me dirijo a las oficinas de la JR (Japan Railways), principal y casi única compañía ferroviaria del país, a canjear el bono que había comprado previamente en Corea para cambiar por un JR Rail Pass, que me iba a permitir Pass-earme todo lo que quisiera en una semana por el bello Japón.
Esta es una de las cosas más importantes que hay que prever antes de llegar a este país si la intención es visitarlo en toda su extensión, y digo esto porque el pase solo se puede comprar fuera del país por visitantes no residentes en él, consiguiendo un precio de unos 240 euros para un uso ilimitado de viajes durante esos siete días.

Si no prevés eso, te encuentras que solo irte a la capital y volver ya te va a suponer ese importe, si quieres utilizar sus modernos y ultrarrápidos trenes Shinkansen, así que con otro viaje, y yo use muchos más, ya has recuperado su valor y empiezas a viajar gratis. A mí me sucedería en tan solo tres de los siete días a los que te da derecho tan genial invento para viajeros extranjeros. Vale hasta para los navetos habitantes de la Pola y entorno, ¿conocéis alguno que ande ahora por estos lares? Creo que sí, jajajá.
En mi primer trayecto que haría para visitar la, al sur, ciudad de Nagasaki, no tomaría uno de esos trenes de alta velocidad, aunque el que yo tomara superaba ampliamente los 200kms por hora, velocidad cuasi ridícula al experimentar en días posteriores las velocidades superiores a los 320 kms/h de los trenes bala que van de Kyoto a Tokyo.
Después de aclararme con los letreros medio en japonés medio en inglés, me subo al andén donde me espera mi Intercity Around The Kyushu, nombre que recibe de la isla por la que transita, la de mayor tamaño al sur de Japón.

Salida no puntual, sino súper puntual, al segundo exacto por el reloj del vagón donde los uniformados revisores te saludan haciéndote una reverencia cada vez que entran y salen de cada vagón. Y también cuando digo reverencia no estoy hablando metafóricamente sino literalmente, agachan su cabeza y tronco reverenciando a sus pasajeros, cada una de las veces que se encuentran con ellos a la entrada o salida del vagón. Impresionante Asia, aunque ya no me sorprendía tanto al sucederme lo mismo esquiando en la estación coreana de YongPyong, donde me hacían lo mismo al subirme y bajarme del remonte cada vez que lo utilizaba. Solo puede suceder en oriente, no es forzado, es totalmente natural por costumbre muy ancestral y arraigada de respeto y servidumbre hacia el prójimo.

Con un soleado día y viendo el paisaje de casas bajas con decorados tejados al lado de grandes campos sembrados de la riqueza de Asia, el arroz, llegamos a la estación de Nagasaki justo al mediodía y en menos de dos horas de tiempo.
En la estación gran movimiento, ya por lo que va a ser mi segunda nochevieja del año, y es que en Nagasaki con una gran presencia de comunidad china, se preparaban para inaugurar nuevo año chino, decorando todo con dragones y farolillos rojos.

Cambio algo de dinero en japonesa moneda, dándome por mis 100 euros un total de 12500 yenes japoneses, con lo que tendría para arreglarme unos cuantos días de mi visita a este caro, pero no tan caro como imaginaba, país del sol naciente.
Al irme al guesthouse que tenía localizado cerca de la estación, una cata de vinos para vender argentino caldo de los viñedos de Mendoza, me hace tomar un par de vinillos con simpático vendedor japonés que se sorprendía enormemente de que hubiera estado en la ciudad del exquisito vino que estaba vendiendo, casi por el dinero que yo había cambiado, la pequeña caja de seis botellas.
Ya muy contento con la copina de blanco y de tinto, que no tendría opción de pagarme en Japón, me fui mochilas a cuestas hacia mi hostel donde me encontraría con nueva sorpresa a la llegada, y es que el japonés dueño hablaba español, y encima el hostel se llamaba Casa Noda. Cuando dejo las mochilas para tomar posesión de mi litera en compartida habitación, también me siento como en casa, porque en el salón una gran bandera rojigualda preside el recinto. Noda me dice que se la dejaron otros españoles que pasaron meses atrás por allí de visita en la ciudad. Amabilisimo como todos sus compatriotas este japonés hispanoparlante me indica como llegar hasta el museo de  Nagasaki.

Sin perder tiempo, me acerco en el antiguo y memorable tranvía que atraviesa la ciudad, a pasar la tarde en un lugar que nunca debería haber existido, pero que, como la historia es la historia, y el pasado es el que es, y además manda y ordena lo que los seres del futuro tenemos que ver para no repetir lo que seres del pasado hicieron a otros indefensos seres del pasado, no queda otra que intentar aprender algo, no sé qué es necesario aprender en algo tan ilógico, pero algo más se acaba aprendiendo fijo. Y es que el nombre de la ciudad ya lo dice y lo dirá todo, casi eternamente. El nombre de Nagasaki irá irremediablemente ligado junto al de Hiroshima, a un hito, a un penoso hito de la historia de la humanidad.

Eran las dos de la tarde y entraba en el museo del segundo holocausto nuclear de la historia humana, daba igual que fuera el segundo, el orden no importaba mucho para lo que en las dos ciudades sucedió.
Fue un día triste, viendo cosas tristes, en un lugar triste pero a la vez sereno. Hay nombres de ciudades que hablan por sí solos y para siempre.  Y es que, quienes estéis  siguiendo el blog, recordareis que publique al principio de esta vuelta al mundo otro nombre que sonará siempre, por un motivo similar, como es el de Chernóbil. Así todo, hay una gran diferencia entre uno y otro, aquel mal que bien fue un indeseable accidente nuclear pero el nombre de Nagasaki siempre irá anexo al de holocausto nuclear, y solo se puede comparar a otros nombres como Austwich  o Ruanda, donde también tuve ocasión de intentar aprender o comprender algo, en cuanto ha sido el ser humano el que decidió la gran tragedia. Para mí, tan vil y asesino fue el holocausto nazi, como el holocausto americano en Japón. No hay guerra que justifique un asesinato masivo de población civil como el ocurrido aquí hace casi 70 años. A las 11.02h de un día de Agosto se dejó caer la segunda bomba atómica de la historia humana. Ver sus efectos no sirvió, no fue la última. Posteriormente se dejaron caer en el planeta en pruebas 2000 bombas más, de ellas más de la mitad lanzadas por los EEUU de América, único país que hasta hoy se atrevió a probarlas para matar indiscriminadamente. Aún con mucha razón, nunca serán los más apropiados para hablar de Corea del Norte o Iraq. Es mi personal opinión respecto al presente.  En el edificio un grupo de niños con sus mamas, se disponen a ver algo que a esta edad es difícil que se pueda esperar que entiendan, ya que cuando tienes mucha más edad tampoco eres capaz de entenderlo, así que por lo menos te gusta verlos por allí jugueteando y alegrando tan triste lugar.

Bajando una rampa en espiral que te lleva a ver los efectos en el hipercentro de tan fatídico día, puedes intuir lo que vas a notar allí abajo. Ojalá nadie se atreva nuevamente a hacer algo, que originó tantas cosas que pude ver y sentir en este lugar,  en este memorial museo de la bomba atómica. Los restos de la iglesia, los restos de estructuras de la zona, los restos de ropajes de gente  que Vivian su día sin esperar que algo lo cambiaria todo para mucho tiempo.

Y después de ver la simulación del impacto y la rapidísima velocidad con la que se propago la onda expansiva, te pones cara a cara con una réplica exacta del fatal descubrimiento humano. No es otra cosa que el envase de lo que el hombre había creado, y mal usado para acabar con muchas vidas y con un solo y pequeño recipiente. Esa réplica de la bomba era acariciada por unos niños, quienes hurgaban en su interior a ver qué es lo que allí había. Lo que allí había hace 70 años trágicamente se había derramado por esta tranquila y pacifica hoy en día ciudad de Nagasaki.

Antes de ir saliendo del pozo del museo, los efectos de la catástrofe, las desagradables imágenes de destrucción y miseria humana que había dejado esta nueva  y poderosa energía atómica. Y ya cuando crees salir de la sinrazón, ves en un panel la cantidad de cabezas nucleares que hay hoy en día en el mundo,  menos mal que se tomaron un respiro las superpotencias que sino no nos entran ya en las instalaciones militares, tan gran numeroso número. Sobre mi cabeza el envoltorio de la misma energía más poderosa y  con un envase más renovado, es un misil Tomahaw, o como se diga, que se puede lanzar desde cualquier submarino, avión, o carretilla adosada a cualquier camión. No cambiaremos, solo nos damos una pausa para endurecer de nuevo.
Un globo terráqueo simula lo que sería una guerra nuclear a gran escala y los devastadores efectos en países como Rusia, India o EEUU, por no hablar de la aniquilación de países pequeños y atómicos como Israel o el nuevo en el club, Corea del Norte.

Estadísticas, datos, un héroe infantil, que en fotografía histórica de la época traslada a su hermano no sabe ni a donde, pero hacia una nueva vida fuera del horror, y una tienda que vende camisetas que solo hablan de paz, paz, mucha más paz, de la que se pueda uno desear para siempre.

Me salgo con los ojos un poco húmedos, y me voy caminando al exterior donde un pacífico y muy tranquilo parque al lado de un limpio rio hoy en día, hace de plano al lugar exacto donde hizo diana la fatídica bomba. Un simple, sencillo y oscuro monolito, hace que no se olvide nunca lo que no debió pasar. Cerca los restos reconstruidos de lo que fuera la iglesia, que hoy en día se puede ver nuevamente en las laderas de cercana colina. Siguiendo mi triste caminar desciendo hacia el centro de la ciudad paseando por los jardines donde una decena de esculturas reivindican que nunca vuelva a suceder algo así.

Bueno, y como no quiero que el post de hoy deje mal sabor de boca, y tras aprender del pasado nos centremos en disfrutar el presente, me  centro en contaros como son las celebraciones de una noche que precede al nuevo año chino, y que en la hoy serena Nagasaki, la  gran colonia china en la ciudad se disponía a celebrar. Y es que sobre todo en esta isla japonesa del sur, por su proximidad a China y por los grandes lazos comerciales que siempre existieron, esta colonia es muy numerosa.

Las calles a rebosar de farolillos rojos, desfile con el gran dragón e infinidad de puestos de comida China que también hacen las delicias de este servidor amante de la comida asiática. Es el año de la Serpiente, como cada nuevo año lunar y con sus ciclos de 12 años, de mi generación entráis en él, y con el signo de la serpiente de agua, todos los que hayáis nacido en 1965, así como los nacidos cada 12 años antes o 12 años después de ese año.


Por las calles cercanas a los canales de la ciudad los farolillos se reflejan en el agua y muchos chinos presencian las celebraciones con teatros, figuras de dragones y muchos niños que son transportados por las calles por sus padres. Así que, desde las celebraciones del nuevo año chino en Japón os deseo a todos un buen año de la serpiente de agua. Me voy a mi cama española de Nagasaki, tras cenar en pequeño restaurante obviamente chino, china comida con palillos a base de arroz y vegetales.

 ¿Ya os dije que me encanta la comida asiática?       
                                                                                       
DÍA 39 NAGASAKI – HIROSHIMA
En la mañana me levanto para tomarme un café y charlar un poco con mi nuevo amigo japonés Noda quien me reserva un barato hostel para pasar la siguiente noche en Hiroshima a donde me dirigiría a media mañana. Despedida con abrazo y un hasta siempre, en español que pudo aprender en Sudamérica, y que por cierto hablaba muy bien.
Visito la zona del puerto de Nagasaki, donde un grupo de escolares japoneses está de visita con sus maestros,  antes de dirigirme a tomar el tren que me llevaría a Hiroshima vía estación de Hakada. El primer tren un Kamone, aquí todos los trenes tienen nombre propio, que atravesando el guapo paisaje de la isla Kyushu, me llevaría hasta la estación de Hakada pasando por la también importante estación de Tosu en la prefectura de Saga, y viendo en algunos tramos el brillante mar de Japón. En la estación Hakada cambio de tren y tomo contacto con una, hace ya muchos años, maravilla de Japón. Esta maravilla se llama Shinkansen, o trenes bala, que de verdad que lo son, y además fueron el espejo donde se miró la Alta Velocidad Española (AVE) o los Trains Gran Vitesse franceses (TGV). Y no  es para menos porque te subes y vuelas literalmente sobre la tierra.

Os cuento un poco de estos veloces trenes. Para empezar, no usan las mismas vías que los convencionales, aunque estos sean rápidos también. Usan estaciones distintas que a veces están al lado de las normales y otras veces a las afueras de la ciudad con estación propia. En todo caso siempre con conexión e indicaciones por todos lados de Shinkansen.
Cuando te vas a subir en el andén, indicaciones te hacen colocarte en diversas colas según en que vagón viajes, bien sea con o sin reserva, y clase normal o Green Class que es la superior. El tren llega con su alargado morro aerodinámico a más no poder, y para exactamente mediante sensores automáticos en ese punto en el que se abren las puertas. Accedes al interior por una especie de hall, con bebidas, baños y tienda electrónica a bordo, y pasas a tu vagón donde tienes conexión eléctrica para tu pc y asientos ergonómicos. Una pasada, y otra pasada la velocidad que coge al acelerar ya desde la misma estación por rectilíneas vías, impresionantemente silenciosas. Preparados, listos y ya….ya estás a 320kms/h, casi la misma velocidad a la que un avión despega de pista. Sensación total al pasar las ciudades sin parar.
Salida de Hiroshima a las 14h22m00s, exactos, y en nada en destino en nueva provincia de la isla de Honshù West, pasando y haciendo parada en la población de Kokura. Esta población no os sonará de nada, pero cosas del azar, ahora podríais estar todos pensando en ella y conociendo su nombre perfectamente, ya que era la elegida por los americanos para lanzar la segunda bomba que al final se fue a pulverizar habitantes de Nagasaki. Los habitantes de Kokura nunca estarán lo suficientemente agradecidos de que aquel 9 de Agosto del 45, no hiciera buen tiempo en su ciudad, lo que motivó el cambio de los siniestros planes de la US Force americana.
En estos trenes, máxima seguridad, ningún accidente mortal en varios años de existencia. Incluso se hace raro ver que a veces hay pasos a nivel con barrera, y la gente lo respeta al máximo. Pienso que en España cada poco hay algún accidente mortal, casi siempre por imprudencia del conductor, que lleva a pedir costosísimos pasos elevados o soterramientos de vía, incluso hasta para el sencillo Feve. Es como si quisiéramos que nos evitaran siempre nuestros propios errores. En Japón hay infinidad de pasos a nivel, y no hay prácticamente accidentes. Dará que pensar, analizar y comparar conductas.
Aquí por supuesto, el revisor que más bien es asistente en viaje ya que un sistema electrónico te controla la entrada y salida de los andenes, también reverencia al pasaje al entrar y salir de cada cabina. El Shinkansen vuela pasando las ciudades de tres en tres, usando generalmente las vías centrales de las estaciones para no pasar al lado de los andenes, donde espera pasaje para otros trenes con parada.
Es curioso ver también a la llegada a la estación de Hiroshima como un ejército de limpiadores espera militarmente preparados con fregonas y bayetas, a la puerta de cada vagón para su rápida limpieza antes de seguir trayecto el Shinkansen hacia Kyoto.
A la hora señalada en punto llego a Hiroshima, y me tomo un cafetín en moderna cafetería de la estación donde una madre japonesa toma café con sus dos hijas en viaje hacia Kyoto. Nos hacemos foto juntos, que comprobaría les encanta a todos, siempre posando con los dedos en señal de victoria, como diciendo “hemos conseguido foto con un español de la misma España”.

Me dirijo hacia el cercano hostel Hana, cercano a la estación central de la ciudad, y tomo posesión de otra confortable litera en habitación de 8 personas. Descanso en lo que queda de día y un huésped francés nos prepara crêpes para cenar. Que riquísimos, primero crepes Salé con jamón York y luego crêpes sucré con nutella, lo máximo, y cortesía de habitante de Marsella en viaje por el Japón.
Para finalizar probamos un poco de Shòchù, licor suave parecido al de más graduación, conocido por todos, sake.
Os iré contando más cosas de este Japón, mezcla interminable de tradición y modernidad.
Como siempre capítulos anteriores en:



18 febrero 2013

Vuelta al mundo 2013, CAPITULO 19 – BUSAN Y BARCO A FUKUOKA (JAPÓN)

DÍA 36 NOCHE EN TREN Y BUSAN

Siguiendo con mi vuelta al mundo en tren, esta vez le toca el turno a los trenes de Corea. La compañía nacional es la KTR, modernísimos trenes pintados con los colores de la bandera nacional, que unen gran parte del país en alta velocidad. Sin embargo yo tomo un expreso para viajar de noche, ya que si lo hiciera en alta velocidad llegaría en apenas dos horas y media, con precio de viaje, el doble del normal.

El tren nocturno entre Seúl y Busan tarda 5 horas en llegar a la costera ciudad del sur. Así que tras dormitar un poco en el nocturno trayecto aparezco en la estación de Busan a las 4 de la mañana. Grandísima y también modernísima estación en la línea de todo el país. A esas horas casi todo cerrado, no me queda otra que tirarme en el frio suelo a seguir dormitando un par de horas hasta que comiencen a abrir los negocios, para desayunar algo y buscar alojamiento para la siguiente noche aquí.

Desayuno en pequeño supermarket de la estación, antes de irme caminando hacia un hostal chino que ojee por internet, cercano al barrio pesquero de Jalmachi. Me cuesta encontrarlo ya que aunque encuentro la alargada y estrecha calle, todos los luminosos letreros en coreano hacen que sea difícil identificarlo, pero….preguntando se llega a Roma (un poco lejos de aquí), me basta con Busán City. Una vez localizado, las únicas habitaciones que tienen se me escapan un poco de mi media viajera, así que gentilmente la dueña china le cuasi ordena a su jovenzuelo que me acompañe hasta un hostel cercano para preguntar si tienen hueco, “et Voilà”, aquí tengo una cama en un dormitorio de 6 literas y precio mejor.

Me atiende un joven que deja su partida en curiosa máquina de marcianos que están en el suelo. Se pirran por los videojuegos, en estas máquinas, en los móviles, donde cuadre. La habitación correcta y limpia pero un frio del “carajo p’arriba”, porque están ventilando y esta ciudad al lado del mar es fría, fría, así que con corriente más aún.

Nada más que no se dan cuenta, el de la Pola empieza a cerrar ventanas disimuladamente hasta conseguir la estanqueidad de la vivienda compartida. Ahora mucho mejor ¿Dónde vas a parar?. Dejo los trastos y ya más ligero comienzo a visitar Busan.

Por las calles cercanas de camino a la boca del metro negocios de frutas y hortalizas, con el producto estrella de oriente, la soja. Sacos y sacos con brotes de soja, que se venden por doquier, y son condimento imprescindible en casi todos los platos.

Comienzo a ver un extremo de esta ciudad que crece paralela al mar, y que en enrevesados entrantes y salientes, forma bahías, playas y cabos de gran belleza. La primera zona que visito son las playas de Gwanganlli Beach, que puedo ver después de caminar un poco más de un kilómetro desde donde está la estación de metro, y que ando viendo los coloridos puestos de comida y mercancías variadas.

En la playa destaca el gran puente colgante que cruza la bahía paralelo al precioso arenal, lugar muy vacacional en época estival. En el paseo, repleto de grandes edificios de cristal, esculturas y figuras variadas como una sección de los muchos cables que forman cada uno de los tirantes del puente.

Paseo para retomar nuevamente el metro y acercarme hasta la otra gran zona turística de la ciudad: Haeundae Beach. Esta playa es tan o más bonita que la anterior, y en la ciudad se respira ambiente de vacaciones, no muy abundantes entre los coreanos y visitantes de países cercanos, sobre todo China, en esta época. Carteles a pie de playa muy explícitos de prohibido fumar, y cada poco cabinas informativas con grandes pantallas planas de acceso táctil a internet. Poca gente, que pasea junto a las muchísimas gaviotas que intentan agenciarse algo de comida al menor despiste de incrédulos viandantes, y que contrasta y mucho con una foto que puedo sacar de cómo está el arenal de abarrotado en meses de verano.

Ya de vuelta hacia el centro le paso mensaje por Facebook a mi amigo coreano que conocí en el barco de Vladivostok por si quiere tomar algo por la noche. En una de las paradas de metro me poso a conocer un grandísimo centro comercial llamado Centum City,y que está considerado como el mayor del mundo. La verdad es que no lo puedo asegurar, ya que no conozco muchos de estos centros de los que intento pisar en pocas ocasiones, pero si es verdad que las dimensiones de este, con sus numerosos subterráneos y varios edificios anexos, hacen presagiar que haya cientos de tiendas, así como zona de golf, piscinas, bowling, y más, y más, y más.

Al salir al exterior cae la noche, y empieza el día del neón. Decenas de estos letreros muy luminosos dan luz a los muchos edificios cercanos en mi camino a la estación.

En zona de wifi, veo que mi amigo Jahesun me dice si podemos quedar la noche siguiente, pero le contesto que tomaré ya barco para Japón, por lo que nos mandamos saludos. Pero un amigo asiático, por mucho que le cueste, no te deja que te vayas sin demostrarte hospitalidad, y al rato ya tenía otro mensaje de que me pasaría a recoger por mi hostal a las diez para ir a tomar algo. Que buena gente Jahesun y los suyos.

Me pego una duchilla rápida y al poco ya le doy un abrazo a mi anfitrión en Busan, que me lleva en su coche hasta el café de un amigo suyo de nombre Jacky, y no era Jacky Chan, pero tenía la misma cara también de buena gente.

Su café, el Urban Café, está cerca de una de las zonas más visitadas en el barrio central de Busan. Son los 40 escalones que marcan el inicio de la subida hacia la zona donde muchos refugiados de la guerra de Corea se amontonaban escapando de las bombas del norte. Esta ciudad fue la que mejor escapó de tan cruel, como todas, guerra.

El coqueto café de ambiente italiano, al haber estado Jacky un tiempo en Italia, conociendo la elaboración de platos de comida y de cafés, que la verdad preparaba de cine. Charlamos un poco de nuestras vidas, comentándome Jahesun cosas de su trabajo aquí y de su familia en Rusia. Jacky por su parte nos comenta la idea de abrir un restaurante italiano en la zona alta de la ciudad con vistas a la bahía. En su Ipad nos muestras fotos de local que tiene visto. Escuchamos música en altavoces conectados a su Iphone, y en la librería destaca un libro de Steve Jobs, fundador de Apple del que Jacky es consumado seguidor por lo que pude observar. Entre tanto a Jahesun, le encanta la ropa deportiva y de montaña, como le comentaba al verle vestido así al igual que cuando nos conocimos en el barco de Rusia.

Para acabar Jacky nos ofrece un trozo de Brownin que hace las delicias del par de amigos que dan buena cuenta cucharilla en mano, de rico pastel de chocolate.

Jahesun me deja en mi hostel, y abrazo de amigos, sirve de despedida ya de un lejano pero buen amigo de este gentil país. Paso noche con chinos compañeros de habitación en el Apple Ghesthouse Hostel.



DÍA 37 BUSAN - BARCO A FUKUOKA

Esta mañana madrugo para ir a ver con un precioso día de sol el cercano barrio de Jalgachi, donde el punto de interés estrella, es su gran lonja de pescados que es la más grande del país. Ya en los aledaños una gran acumulación de gente negocia mercancía, generalmente llegada de medio marino. En el acceso al gran y moderno edificio de cristal, una figura con la bola del mundo entre las manos, me hace detenerme a sacarle unas fotillas, al coleccionar este afanado viajero, imágenes de tan codiciados globos terráqueos, al que en esta ocasión intento hacerle el giro completo.

En el interior, infinidad de puestos de pescado y mariscos, atendidos por pescaderas con mandilones de plástico duro de vivos colores. Como ya me pasara en el mercado de pescado de Seúl, la variedad de especies expuestas hace que casi no se pueda dejar de mirar tan raro, y de diferente tamaño, pescado de la lonja.

En el piso superior, otra infinidad de restaurantes con mesas bajas sobre tatamis mirando al puerto pesquero, ofrecen los frescos productos generalmente en forma de Sashimi (filetes de pescado crudo) y braseados de muchos otros pescados para quien lo prefiera. En definitiva estaba paseando por la plaza de Cudillero, con todos los restaurantes anunciando productos y precios.

En el último piso oficinas de los armadores y patrones de los muchos barcos pesqueros amarrados a puerto después de haber desembarcado sus riquezas del mar. Me voy un poco a pasear por el exterior con precioso día de sol, y algún que otro tripulante descansa después del trabajo de la mañana a la placida caricia del sol de Corea.

En las cercanías caminando hacia los embarcaderos otro pequeño mercado exterior vende también al por menor pescado congelado y ahumado. Desde allí comienzo a subir hacia el centro de la ciudad, viendo a mi paso la construcción del que va a ser uno de los mayores rascacielos de Corea, y que ahora está comenzando a tomar altura después de acabar la construcción de centro comercial anexo, ya en funcionamiento.

Animadas calles de restaurantes abren paso a la pendiente subida que me lleva a la colina donde un pequeño templo budista y una gran torre sirve de observatorio de esta parte de la ciudad. Al llegar a él, en un lateral una barandilla está literalmente atestada de candados que jóvenes coreanos se acercan a poner en ella para sellar su amor tirando luego la llave del candado colina abajo. Un arco nupcial y un corazón rosa complementan este curioso templo del amor coreano.

Me animo a subir al observatorio que la torre tiene arriba y alcanzar a ver así la ciudad completa, aunque la vista desde esta pequeña colina ya es bastante reconfortante.

En la recepción de acceso a la torre, exposición de pinturas y coloridas alfombras, se alinean en la pared cerca de otra también muy interesante exposición de fotos antiguas de esta colina donde accediendo al ascensor de la torre, se sube a significativa altura desde donde se contempla una panorámica única del puerto y playas de esta bonita ciudad.

Busan tiene unos cuatro millones de habitantes y es la segunda ciudad del país, multiplicando sus vecinos en la época de veraneo, por la muy importante parte del país que se desplaza aquí a veranear. Al salir del ascensor ya se puede divisar la zona de playas y también el puerto pesquero y comercial, que por cierto es el mayor puerto de Corea y el quinto en el mundo en tráfico de contenedores y todo tipo de mercancías, en gran medida automoción y electrónica, empresas punteras del país.

Hacia el otro extremo la innumerable riestra de pequeñas casas parece trepar hacia las cercanas montañas, inundando la ciudad de vida. La vista es total en soleado día, alcanzando a ver los muchos puentes colgantes que tiene Busán que conectan sus islas y unen bahías completas. Abajo se ven pequeñitas la estatua de un dragón y un ajardinado reloj hecho de pequeños arbustos y setos.

Aun se puede subir un piso más y acceder a la pequeña cafetería repleta también de cerámicas de enamorados que suben hasta allí para acabar de completar su amor o tirar a la pareja abajo, según como vaya la cosa.

Varias fotografías repasan el resto de torres observatorios repartidas por el mundo, muchas de las cuales ya tuve ocasión de conocer como la torre de Shanghái, la tour Eiffel o la Berliner tower, entre muchas otras.

Después de recrearme con las clarísimas vistas, bajo para acabar la visita a una curiosa exposición de instrumentos musicales de todos los continentes, donde destacan las percusiones africanas, los instrumentos de cuerda asiáticos y hasta las castañuelas españolas. Objetos ya conocidos junto a otros rarísimos y muy peculiares nunca vistos.

Ya abandonando la colina me despido de una mujer muy callada y observadora que debía llevar allí tiempo sentada. No quise molestarla en sus pensamientos, estaba absorta.

Por las empinadas escaleras que daban hacia el sur se bajaba junto a un nuevo santuario budista a las calles peatonales y comerciales de la ciudad, donde destacaban sobremanera las tiendas de ropa deportiva y de montaña. Les gusta muchísimo aquí vestirse así aunque solo sea para andar por la calle. Nike, Adidas, New Balance, North Face, Center Pole y un largo etc. de estas caras tiendas, también en tan turística ciudad.

Muchas pequeñas esculturas adornan las calles, que están repletas de gente paseando y viendo también las muchas tiendas de electrónica, donde la reina sin duda alguna es Samsung. Por un lateral que da al mercado se accede a una calle muy cinéfila, ya que es donde se celebra el festival internacional de cine de esta ciudad, y que tiene muchas alusiones al tema, entre otras, el paseo de las estrellas.

Para comer me voy a una apartada calle que había visto en la mañana, y que en vez de restaurantes medianamente caros, tiene pequeños puestecillos de pescado donde comen las gentes de la rula y pescaderos que venden allí su pescado. La higiene deja mucho que desear pero el pescado a la plancha y la variedad de complementarios cuencos que te ponen con él, por unos 4000 cacharros coreanos, hace que merezca la pena comer allí.

Acompañamiento siempre de arroz y cuenco con té y otro con sopa, todo lo adicional nunca se cobra, y al final por unos tres euros uno queda lleno y saciado. Sorpresa cuando además al acabarme el pescado me aparecen con otra pieza en el plato, que ya solo comí la mitad no me fueran a seguir aportando pesqueras proteínas a mi cuerpo serrano…jamón serrano, uff que ganas también de hincarle el diente.

Tomo cafetín en un cutre local que lo anuncia muy barato y que además lo hace “machiato” como a mí me gusta. Periódico habla, sin entender lo que habla, de un tal Felipe, de barba en una fragata española, y casado con una tal Leticia. También noticias locales que no me paro a traducir por falta de tiempo, por falta de mucho tiempo, vamos a poner, unas tres vidas de tiempo.

A la tarde recojo mi maleta del hostel para irme a coger el barco que en la noche ya me haría abandonar este completísimo país de gentiles y agradables gentes.

En el puerto aún tengo tiempo para últimas llamadas y revisión de mail antes de embarcar con dirección al sur de Japón. Ya en el ferry mi camarote es compartido con otras quince personas debiendo dormir en unas esterillas en el suelo perfectamente delimitadas, por armario cómoda y recogedor, que hace de pequeña separación de tus vecinos. En este caso un majísimo coreano de nombre Seo Donjiu. A la vez tres europeos más viajan junto a mí, un francés de Nancy y dos alemanes de Hamburgo, con quienes bajo a la cubierta principal a tomarnos un cacharillo que traían de contrabando al barco, jajá.

Buena charla con Alex y Jonathan, con quien había compartido baño en el Onsen que tenía el barco y que es una gozada de baño japonés. Es una especie demedio sauna y medio baño turco.

Los japoneses lo usan muchísimo y empiezan bien temprano a enseñar a sus hijos a usarlo. Hay unas pequeñas banquetillas donde te sientas para enjabonarte sin gastar mucha agua. A continuación con un grifo ducha te aclaras, y entonces entras al baño que puede ser caliente, era este caso, o frío si acompaña a una sauna tradicional. Todo Japón está lleno de ellos, en muchos casos están en manantiales de agua caliente, y en prácticamente todas las casas de alojamiento y hoteles.




Relajadísimos después del baño y del cacharrillo dormimos todos como lirones. Noche tranquila abordo.

Amaneciendo en el país del Sol Naciente seguiremos narrando…



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