MATE

MATE
La vida en un mate: sorber despacio y saborearlo con intensidad ya que el mate, como la vida, cuesta un tiempo prepararlo, pero si no se disfruta al beberlo, cuando se acaba ya será tarde. Fotografía tomada en Argentina durante el corralito del año 2002

28 abril 2013

Vuelta al mundo 2013, Capitulo 25 – ADIÓS JAPÓN - DE ASIA A AMÉRICA

 
 DÍA 48 LONJA DE TOKIO Y SKY TREE TOKIO (GMT +9)
 
Esta noche no he sido capaz de dormir, será cosa de los husos horarios. Después de pasarme la primera parte de la noche escribiendo, salía desde mi hotel capsula a las cuatro y media de la mañana para ver quizás los sitios más espectaculares de la capital japonesa. Hoy estaría en tres sitios muy conocidos por todos los tokiotas. El primero en visitar está denominado como la mayor lonja de pescados del mundo, Tsujiki, donde cada día en sus muelles muchos barcos descargan sus espectaculares capturas, que no son otras, que pescados de grandes dimensiones, como los gigantescos atunes de más de cien kilos de peso.

Comienzo la visita apeándome en la estación de Tsujikishijo, desde donde nada más subir por sus escaleras al exterior del metro, te topas de frente con la entrada principal de la gran lonja. Al entrar en sus largas naves, una marea humana de gente ya lleva horas trabajando, empaquetando, cargando, transportando y mimando toda la gran cantidad de pescado que aquí se mueve.
En las inmediaciones de la lonja, infinidad de pequeñas carretillas van y vienen cargadas con muchos pescados. Estas carretillas son de una forma muy peculiar, ya que son con morro circular y tienen un gran volante. Son manejadas por operarios que van de pie en ellas conduciéndolas a un ritmo frenético, teniendo este incrédulo occidental visitante, mucho cuidado que no se lo lleven por delante a las primeras de cambio.
Me interno poco a poco en el interior de una de las naves interiores y así interiorizarme dentro de todo ese espectacular espectáculo de la trata de pescado que los afanados operarios japoneses llevan a cabo trasladando el pescado en cajas y que colocan en diversas partes de las naves frigoríficas o cargan en los pequeños camiones, algunos de ellos muy tuneados por sus conductores que los tienen estacionados en el exterior de las naves, y que presumiblemente luego sirvan de ansiados manjares en los restaurantes tokiotas ese mismo día como productos frescos, frescos, fresquísimos.

Continuo internándome, y al final de la nave ya comienzo a ver la zona de los grandes pescados, en concreto grandes atunes que tras haber sido rulados se están empaquetando con mimo. Estas enormes piezas, unas frescas y otras congeladas, tras ser ruladas, son transportadas por el inmenso mercado, por decenas de esas modernas carretillas a los vehículos de sus compradores.
 

 

En otra zona de la lonja, otros trabajadores están cortando con unas sierras industriales algunos pescados para empaquetarlos en pedazos, en cajas a medida de las piezas cortadas.

Sobre las siete de la mañana, y una vez finalizada toda la subasta de pescado, este viajero que no deja de sorprenderse a cada paso que da en su maravilloso viaje, abandona el lugar por un cercano puente que cruza desde el barrio de la Tsujiki, sobre las aguas costeras de Tokio hacia el barrio de Toyosu. El metálico puente resulta ser levadizo, para poder dejar pasar barcos de gran tamaño cuando es necesario hacia los diques interiores que unen dos zonas de la gran marina de Tokio. Al cruzar hacia el nuevo barrio, veo las gabarras que transportan materiales, y a lo lejos la totalidad de la bahía de Tokio, con el puente Rainbow al fondo, y la cercana y visitada lonja que ocupa una superficie nada despreciable de la ciudad, así como varios pesqueros que tras descargar el pescado, se disponen nuevamente a zarpar.

 

 

Ahora ya camino entre grandes edificios de oficinas, los cuales se pueden atravesar por sus lobby (plantas bajas), teniendo como acompañantes a muchos japoneses, la mayoría dirigiéndose a sus puestos de trabajo en esa laborable jornada.
Aprovecho para hacer una parada cerca de uno de los puertos de la zona, donde muchos pequeños barcos de recreo están amarrados a la espera de clientes que quieran navegar por esta acuática zona de Tokio. En las inmediaciones de uno de estos puertos, una gran hélice adorna el acceso a los pantalanes de varios pequeños catamaranes para también paseo de turistas.

Una vez vistas estas dos zonas costeras de Tokio me vuelvo nuevamente al metro y regreso hacia la zona de mi hotel, donde después de comer aprovecho para ver, el quizá otro gran barrio turístico de Tokio y que no había visitado todavía. Se trata de Asakusa, y donde después de cruzar el puente que lo separa del barrio donde yo me hospedaba, se llega a través de una calle comercial llena de tiendas, llamada Nakamise, al templo de Sensò-ji.

Allí el gran templo y la habitual pagoda, esta de 5 pisos de altura, comparten ubicación con otro santuario sintoísta llamado Asakusajinja, y que mucha gente visita en este día. A lo lejos se puede ver la Gran Torre de Tokio, la cual me iré a ver desde allí, eso sí, sin dejar de disfrutar en el camino de los preciosos jardines al más puro estilo Zen, que unen la zona de los templos con un pequeño parque de atracciones para niños, y un curioso teatro callejero dónde muchos japoneses acuden a ver obras de teatro popular.

 

Cruzando el puente Azuma y en dirección a la gran torre de Tokio, paso junto a la Asahi Breweries Ltd, donde su edificio en forma de jarra de cerveza y pieza de chile, así como restaurantes en edificio anexo, no pueden dejar indiferente a nadie. Este edificio de la gran cerveza nipona, Asahi, puede carecer de muchas cosas salvo de originalidad, el edificio principal simula una jarra de cerveza dorada con espuma y todo, y al lado otro edificio más pequeño es el cuenco con el chili de acompañamiento a tan fresca bebida.

 
Ya cayendo la noche y paseando por el parque Sumida, me acerco al barrio de Ryogoku. Se puede divisar un gran y moderno centro comercial de Tokio, es el Solamachi, antesala de la todavía en segundo plano, pero aún bastante lejana, Sky Tree, la gran torre de comunicaciones japonesa. Este árbol de metal que puede tocar el cielo, es la mayor torre observatorio del mundo, con una altura cercana a los 700m, y el segundo edificio del mundo, que duplica y triplica a los rascacielos cercanos.
 
Al acercarme a ella por los canales y el centro comercial abarrotado de gente a esas horas, la torre empieza a tomar luz en la noche, y los muchos neones de color azul le dan un precioso tono turquesa. Subo por las escaleras mecánicas del centro comercial para llegar a la base de la torre donde en este barrio de Sumida, el mayor acuario de Tokio, hace las delicias de los niños que lo van a visitar, y más aún la visita final de su tienda de peluches de todas las especies de peces que en él se pueden ver.
Encima del acuario y justo en la base del SkyTree en el exterior, varios árboles totalmente iluminados con luces de neón, llevan hasta la escalinata que accede a la estructura de la gran torre. Pagando la cara entrada que permite tomar uno de los ascensores que suben al observatorio de esta torre, y que como os decía es el segundo edificio más alto del mundo después del Burj Dubai en los Emiratos Árabes, puedes experimentar la rápida ascensión. Años atrás había tenido la oportunidad de ver el árabe edificio de los EAU en viaje en barco por el Golfo Pérsico, comprobando como al alejarse muchas millas de la costa de Dubái, todavía era visible por su gran altura, que equivaldría a colocar una de las hoy destruidas torres gemelas neoyorkinas sobre la otra, en total casi 800 metros de vertical altura, mucha altura vertical para casi tocar el cielo, desde este gran rasca, rasca cielos, de los Emirates.
Volviendo a la torre de Tokio, y donde este árbol que toca el cielo del oriente asiático, es curioso ver en una de las tiendas del centro comercial que está especializada en hacer todas las maquetas de comida que se exponen en los restaurantes de Tokio y Japón. Desde unos sabrosísimos a la vista, huevos fritos de plástico, hasta unos pedazos de sushi y sashimi que parecen totalmente reales, aunque no tan crudos como los originales. En otra de las tiendas también se pueden ver trajes de casi todos los personajes de los cómics manga, que entre los jóvenes japoneses son pasión, y no se cortan ni un pelo en comprarlos y ponérselos para pasear por sus japonesas calles.
Y ya dejando la zona caminando, completamente de noche, la Torre azul turquesa brilla con luz propia y yo muy cansado de intenso día, tomo el metro para dirigirme de nuevo a mí aposento en el Hotel cápsula del barrio de Kinchiko.
Con intención de meterme en mi capsula cama a descansar del maratoniano día, me siento en la recepción a tomarme un último café gentileza de la casa, pero cuál es mi asombro al ver que todavía el día daría para más, para más y mejor, al ofrecerme este genial país la sorpresa final antes de mi partida al día siguiente y que no era otra que otro típico tópico de Japón que era uno de sus muchos seísmos. Mi silla se mueve, mi café en la mesilla se mueve, y sin pensar del todo en que estaba pasando, giro mi cabeza hacia la recepción, donde el sonriente y majísimo recepcionista japonés me mira asintiendo con su cabeza, e indicándome que sí, que era lo que yo ya estaba empezando a sospechar que era, un pequeño terremoto, a los que sus japoneses habitantes están muy acostumbrados por la cantidad de ellos que hay durante todo el año.
Y para acabar de darle crédito al incidente, la pequeña pecera que decoraba el mostrador de la recepción, intentaba no derramar su agua que se movía de un lado al otro de sus bordes con el anaranjado pececillo japonés, surfeando las olas que se formaban en su interior por la fuerza del seísmo.
Aproximadamente duraría un minuto, después del cual otra pequeña replica, mucho más benévola con la credibilidad de este viajero español, duraría la mitad del primer seísmo.
Mi recepcionista, muy sonriente, y diría que casi contento de que esto ocurriera para poder enseñarme como inmediatamente ellos pueden saber dónde se originó y la magnitud del mismo, me llamaba para que me acercara a ver en su ordenador el punto exacto del epicentro y la intensidad del terremoto.
En la página web del instituto sismológico, y en apenas unos minutos ya se podía ver que había sido a unos cuantos kilómetros del centro de Tokio y que la intensidad había sido de casi 4 en la escala Richter, nada desdeñable, aunque sin daños materiales significativos.
No quise dejar yo también de entrar en mi pc a descargarme este mi segundo seísmo vivido, tras el de hacía tres años, en viaje por tierras centroamericanas y que me pilló visitando la capital nicaragüense, Managua.
No espero más, me voy ya a dormir a mi pequeña, pero segura y blindada capsula cama. Buenas noches amigos lectores de blog.
 
DÍA 49 DISNEY TOKIO Y VUELO A LOS ÁNGELES
 
Hoy 20 de febrero abandono Japón para irme a un nuevo país, EEUU, pero intentando aprovechar la mañana en mi último día en Tokio, me voy a despedir de esta ciudad y de este país, no antes sin ver otra de las grandes atracciones de la capital del lejano oriente y qué es el parque Disney Tokio. Me dirijo ya con la mochila grande y la pequeña a la estación de la JR. Railway de Kinchiko, para desde allí irme a ver Disney.
En la estación, una gran tienda, como en muchas otras zonas de Tokio, y cantidad de tiendas en otras ciudades de Japón de nuestra empresa más famosa en el mundo entero, Zara, que por todas partes se expone en este país como si llevara toda la vida vendiendo en él, con gran afluencia de jovenzuelas de ojos rasgados probándose sus nuevas colecciones de económica ropa. Aunque la imagen de los héroes de los comics manga japoneses aún tiene mucho tirón entre todos los jóvenes que visten imitando a sus personajes.
Antes de tomar el tren, compro sellos de este país que no pueden ser más originales para mi colección que los de la famosísima Heidi. Al pagar los sellos en la caja de correos, observo folleto del nuevo tren que se va inaugurar el día 16 de marzo y que es el aún más rápido Shinkansen con un diseño parecido al de un torpedo en colores verde y rojo y que va alcanzar la velocidad de 320 km hora.
Bueno, y por fin tomo la línea de metro que ya sale del centro de la ciudad y va pasando por todo el extrarradio de Tokio hasta llegar a la estación donde está el enlace hacia el parque de atracciones de Disney Tokio. Desde el tren se puede ir viendo la zona marítima de Tokio. Al ir llegando al parque, grandes carteles anuncian esta franquicia de la empresa norteamericana Disney en la capital japonesa. Me poso y me voy a ver la entrada del parque, muy parecido a los demás por mí vistos en anteriores viajes a la francesa París y a la americana Orlando, y replica cuasi exacta del de la costa oeste americana.
El castillo en el centro del parque, la montaña rusa del Oeste, la zona de los Piratas del Caribe así como la omnipresente Space Mountain, replican a los otros. Pero para no imaginarse que uno está en otro Disney, a lo lejos y a muchos kilómetros de distancia, se puede ver la Gran Torre de Tokio que sobresale de la ciudad, el Skytree.
Ya sin tiempo y a primera hora de la tarde me voy nuevamente a coger el metro tren para ya irme hacia el aeropuerto internacional de Narita, el más importante de la capital japonesa. Todavía quedaría un largo trayecto hasta llegar al aeropuerto, donde me poso en la Terminal 1 para ir a buscar mostrador de mi vuelo que tengo reservado con la compañía Singapour Airlines.
Antes de salir de este precioso país todavía me llevaría una última sorpresa, y es que al salir por mi puerta de embarque veo por la zona acristalada del finger, que el avión de la compañía Singapoure es el nuevo Airbus A380, el avión comercial más grande del mundo, y cuyo vuelo comercial inaugural corrió a cargo de esta compañía y hacía pocos años.
Ya había volado en otras ocasiones con esta compañía, de ese pequeño pero muy interesante y utópico país situado al final de la península malaya, y la verdad es que considero que es una de las mejores compañías del mundo, junto con la Garuda indonesia y la tailandesa Thai. Las compañías asiáticas llevan muchos años dando un servicio muy, muy superior, a las clásicas europeas o a las muy, muy simples, aerolíneas americanas, por un precio muy similar.
En mis viajes había cruzado todas las líneas imaginarias de la tierra, los dos Trópicos (Cáncer y Capricornio), los dos círculos polares (Ártico y Antártico), y hasta paseado por encima de la línea del Ecuador en Kenia y la del Meridiano de Greenwich en Londres, pero me faltaba una línea que no es recta, esa línea es la del Cambio Horario Internacional. Pues la pasaría esta noche, cruzando el Pacifico en vuelo de Tokio a Los Ángeles, pasando de GMT+9 hora de Japón a GMT-8 hora de la Costa Oeste americana, por lo que el día 20 de febrero lo estaria viviendo doble, lo viví ayer en Japón y lo estaría viviendo mañana en USA.
Por otro lado, en mi tercer vuelo de Singapour Airlines, y después de hacer cientos de vuelos en estos años, para mí era un regalo poder volar en este nuevo coloso de los cielos, habiendo visto la noticia de su puesta en funcionamiento por televisión y preguntándome si podría alguna vez volar en él. Hoy era el día, era mi día. Mi vuelo Tokio-Los Ángeles está siendo en el avión comercial más grande del mundo, el Airbus A-380, de dos pisos completos, con capacidad para casi 500 pasajeros, y que esta compañía fue una de las primeras en adquirir y v comercializar estos megaviones.
Como curiosidades, decir que casi alcanza la velocidad del sonido, se acerca a los 1200kms/h, tiene 16 salidas de emergencia y a bordo dispones de un menú individual para elegir entre 230 películas o 750 cds de música, la cena a la carta, y para celebrarlo elijo menú japonés como despedida de gran país. Tomo cafetín con chupito cortesía de la compañía y pido permiso a un tripulante de cabina para visitar el piso superior del avión. Permiso concedido, amigo Alberto, paséate por el A380 como por tu casa. Subo las muy curvadas escaleras de caracol y al llegar a la planta superior, era como acceder a las habitaciones del hotel desde los salones de butacas.
Todos los asientos en esta parte del coloso eran convertibles en confortables camas aéreas, y recordándome mi estancia en los hoteles capsula de Tokio, pude contemplar como a esas horas ya muchos de los pasajeros más pudientes comenzaban su relajante sueño aéreo. Buenas noches señores, que ustedes lo duerman bien.
Espectacular el avión, y el día y la noche de hoy.
No pudo haber sido un día y noche más mágicos, me estaba yendo de Disney Tokio a Universal Estudios en California, en un día, y con día extra “free”, ya que cuando aterrizara de mañana en Los Ángeles, el reloj del tiempo se habría detenido, y yo disfrutaría de una experiencia más mágica aún, al vivir un día dos veces. Volvería a estar en el día 20 de Febrero, el mismo que había vivido el día anterior en otro país  y en otro continente. Cosas de los husos horarios mundiales, lo que antes se pierde, más tarde se gana todo junto. No lo desaprovecharía.
 
This is The World! This is de travel around the world!

Os cuento más en próximo capítulo, esta vez, ya muy americano, y como siempre capítulos anteriores en:
http://albertocampamontes.blogspot.com.es/

03 abril 2013

Vuelta al mundo 2013, Capitulo 24 – GRAN METRÓPOLIS DE TOKYO


DÍA 46 TOKYO  SHIBUYA Y SHINJUKU (HISTORIA DE HACHIKÒ)

Tras noche en mi pequeña litera a bordo de armario ropero, me preparo un té antes de irme a visitar otra zona del gran Tokyo. Caminando por el tranquilo y sencillo barrio de Kawaguchi,   lleno de pequeñas casas bajas con decorados jardines de árboles bonsái, llego a la estación de la Japan Railway, por donde circula uno de los metro-trenes de esta gigantesca metrópoli que dispone de varias alternativas para moverse por ella según la distancia del extrarradio que se utilice, en total casi 140 líneas de metro que usan diariamente 22 millones de personas, ahí es nada. En concreto la línea JR con cambio de estación en el barrio ciudad de  Akabane, me llevaría hacia la zona de Shibuya, quizá otro de los centros más importantes y conocidos del gran Tokyo.

Al llegar a esta gigantesca y elevada estación, con todo tipo de servicios en su interior, nada más salir, apareces en el centro de una marea humana cruzando varios pasos de peatones en un cruce con cuatro calles repletas de edificios con llamativas luces de neón, y en el cual los semáforos se ponen en verde para todos los viandantes a la vez. Saboreo el espectáculo desde la altura de la estación y posteriormente cruzando yo mismo entre los atareados japoneses.
Paso al lado de la figura más famosa de la zona y de la ciudad, está situada a un lado de esta plaza, y no es otra, que la de un canino muy especial. Se trata del fiel perro Hachikò, del cual os relato brevemente su historia, y el sorprendente cumulo de casualidades que se produjo a mi paso junto a su estatua.

La historia es muy conmovedora,  algo triste pero quizás también con una pizca de alegre nostalgia, las dos sensaciones se dan a la vez, y ha sido tan, tan famosa, que fue llevada al cine en varias ocasiones, siendo la más real la película japonesa de  1987 “Hachikō Monogatari” y la más conocida, la versión americana interpretada por Richard Gere “Siempre a tu lado”.

Eisaburò Ueno, un profesor universitario japonés, le regaló un día a su hija un precioso cachorro de perro Akita Inu. Al ir creciendo, Hachikò despedía todos los días al profesor que se iba a coger el tren para ir a su trabajo en la universidad de Tokyo. A la hora de la vuelta Hachikò le iba a esperar a la estación del tren de Shibuya para regresar con él a casa. Así, día tras día hasta que un malogrado día, la repentina muerte de su dueño y amigo en una de sus clases, le hizo no bajarse de nuevo del tren, que como siempre Hachikò esperaba.

 Aunque los familiares intentaron hacerse cargo del canido, el fiel compañero solo tenía una cosa en su cabeza, que no era otra que ir a esperar a su ya difunto amo al sitio habitual. Los transeúntes y comerciantes de la zona empezaron a comprender a Hachikò y a darle de comer a las puertas de la estación de Shibuya y durante casi 10 años no se separó de allí con la esperanza de juntarse con su amo, cosa que ocurriría un día, en una parada de metro más adelante llamada “Cielo”, al morir Hachikò en 1935 y juntarse con su amo en esa estación en la que más tarde o más temprano nos posaremos algún día todos.

Un año antes de morir, el mismo Hachikò pudo estar presente al erigírsele en el lugar una estatua como homenaje a tanta fidelidad de un animal por una persona, de la que ojalá los humanos tomásemos ejemplo, y a la que, por mucho que nos esforcemos, difícilmente podremos llegar a estar a la altura de Hachikò.

 


 
En los años cuarenta, la incursión de Japón en la segunda guerra mundial, hizo necesario fundir la estatua, pero al finalizar la contienda esa estatua se volvió a hacer y colocar merecidamente en este punto neurálgico de la ciudad de Shibuya, hoy uno de los barrios más transitados de todo Japón, con muchísima semejanza al también abarrotado siempre, Times Square en New York. Este japonés lugar, como ocurre también con el americano, ha sido escenario de varias películas ambientadas en Tokyo, una de ellas, la muy conocida y dirigida por Sofía Coppola e interpretada por Bill Murray “Lost in traslation”.

La estatua  de Hachikò, es lugar de encuentro para muchos tokiotas, y en sus inmediaciones un vagón de tren sirve hoy en día de museo de la historia de este lugar, al exponerse en su interior muchas fotografías de varias décadas de esta gran y famosa estación metropolitana.

Si no tenéis oportunidad de ver la película japonesa, en el portal “ YouTube”, tenéis un tráiler de ella, así como de la versión americana “Siempre a tu lado” e infinidad de videos con textos y música de unos 10 minutos de duración dedicados al siempre a nuestro lado: Hachikò.

Me sumo al homenaje habiéndoos relatado esta historia junto a esta foto de su estatua, que si no llega a ser por cosas del destino y el azar que ahora os comento, igual me hubiera pasado desapercibida. Bravo Hachikò, viva tu nombre y si alguien te quisiera poner un apellido sin duda ese sería: Fidelidad.

En cuanto a lo que os comentaba de la casualidad, esta quiso que al poco de pasar junto a la estatua de Hachikò, una buena amiga y antigua compañera de trabajo en Gijón, Mónica, asidua lectora del blog de viaje de esta vuelta al mundo, me pasara un mensaje al saber de mis andanzas por Japón, en el que me decía:

        ¡Alberto!, no sabes que acabo de ver una película en la tele, que cuenta una preciosa historia de un perro que fue siempre fiel a su desaparecido amo, y al cual le hicieron una estatua en una ciudad de nombre Shibuya o algo parecido.

Miro el mensaje y me lo había enviado justo a la hora en la que yo, sin saberlo, estaba pasando al lado de esa estatua y en esa ciudad, que hoy ya es una parte de Tokyo llamada Shibuya. Para colmo de casualidades, revisando en internet la historia veo que el perro es de raza Akita, de la cual había pasado hacía unas horas, varias fotos a la otra mi Mónica, con diversas poses de tan bella raza de caninos. Y para más colmo veo las fotos originales de la época en la que vivió Hachikò y tiene un  grandísimo parecido con otro perro que había fotografiado días antes. Os cuelgo una foto antigua de Hachikò y otra de nuestro contemporáneo doble.

Desde allí, continuo paseando por las muchas comerciales calles de la zona, donde aparte de infinidad de tiendas y franquicias de las más afamadas marcas, se alzan los grandes almacenes Shibuya 109, los cuales podemos comparar a nuestro también conocido, Corte Ingles. Autobuses eléctricos y taxis de llamativo color amarillo eran los únicos vehículos en abrirse paso entre la multitud de viandantes de la zona.

A mi paso muchas ejemplares cosas de este sorprendente país se graban en mis ojos, limpieza total en las calles, simpáticos y ordenados contenedores  de reciclaje de basura, bicicletas con ergonómicos asientos para varios niños, mini coches blancos para circular por abarrotadas calles, algún que otro original hombre orquesta y hasta chicos vestidos como los héroes de los comics manga caminando por las aceras.
 Tokio también es una ciudad global, pero muy diferente por dentro, al resto de capitales mundiales.

Finalizada la zona comercial de Shibuya y atravesando  un tranquilo barrio, se llega hasta el parque de Yoyogi, pulmón natural del gran Tokyo entre el barrio ciudad de Shibuya y el de Shinjuku. En el parque, día de esparcimiento de infinidad de tokiotas que paseaban, jugaban al  "frisbee", leían, circulaban en bici y hasta enseñaban a andar a otro simpático colega del fiel Hachikò con un grave problema de movilidad al faltarle sus patas traseras. Pero con cariño y amistad todo se supera, y el accidentado perrillo estaba feliz intentando seguir a sus amigos y  pacientes educadores de su accidentada mascota.

 

 


 
 Otros japoneses pasan su día libre haciendo complicados ejercicios de funambulismo en los árboles del parque, otros con camuflados trajes, fotografían pajarillos con objetivos en su cámara fotográfica que creo a mí me costaría mucho trabajo levantar, por el gran tamaño que tenían,  y otros muchos grupos de chavales hacen corros en el suelo para charlar, tocar la guitarra o  cantar, como en los famosos y muy abundantes karaokes japoneses.

Después de atravesar todo este variopinto parque, entro al céntrico templo de Meiji -Jingù, en el distrito de Shinjuku, pasando por debajo de sus grandes puertas sintoístas de madera.
 Al caminar hacia la segunda puerta de acceso una gran pila con coloridos barriles de Sake, está siendo fotografiada por los curiosos visitantes, así como otra en frente, en la que se apilan unas cuantas barricas del mejor vino francés, australiano y español, y que sirven de homenaje a los muy apreciados pero también muy caros en Japón, caldos de uva.
Tras pasar otra nueva puerta, accedo al interior del recinto principal del templo, donde hoy se celebra otra tradicional boda japonesa como la que había podido ver en la ciudad de Hiroshima.

Después de pasarme un tiempo visitando el gran templo, me voy también caminando hacia el corazón financiero y comercial de la mega polis en el barrio de Shinjuku, no sin antes detenerme a tomar un riquísimo café en un establecimiento francés de este barrio, y que aunque es un producto aquí cuasi de lujo, no soporto la tentación de tomar, y pagar su precio cercano al de una comida en muchos restaurantes. El vicio se reprime varios días, pero es imposible eliminarlo del todo. Cruzando la zona de grandes bancos, llego hasta la zona  de Nishi Shinjuku donde subo a una de las torres del Gobierno Metropolitano de Tokio, que ofrece la visita y subida sin coste, teniendo la posibilidad de admirar una genial vista de toda la ciudad desde este altísimo edificio de dos torres gemelas.
Desde lo más alto de la torre sur, la vista de los rascacielos cercanos de Nishi Shinjuku, con todo el grandísimo Tokyo extendiéndose kilómetros y kilómetros a tus pies era  sencillamente espectacular, pero al ir cayendo el sol sobre una montaña que estaba a unos 100 kilómetros de allí y que tenía la posibilidad de contemplar a esa hora nítidamente, era realmente maravillosa.

Esa lejana y a la vez cercana montaña, con casi 4000 m de altura, no era otra que la cumbre sagrada de los japoneses, el Monte Fuji, el cual días atrás no se me quiso mostrar a mi paso en el Shinkansen por Fujiyama, cuando estaba a sus pies, y sin embargo hoy tenía la posibilidad de admirar su belleza, con su nevada cumbre sobresaliendo del resto del horizonte japonés, y todo él, tapado por una gran nube que a modo de sombrero cubría como queriendo proteger del luminoso sol poniente, a tan sagrado y bello cono volcanico.

Ya finalizada la puesta de sol, hacia el otro lado de la torre, se podía apreciar claramente la otra gran altura de Japón, en este caso no natural, sino construida por el hombre y que hoy en día es uno de los edificios más altos del mundo, la torre de comunicaciones SkyTree. Esta grandísima jirafa quitaba el honor de máxima altura a la archifamosa CN Tower de Toronto en Canadá, la cual vería posteriormente en esta vuelta al mundo, pero que a su vez era sobrepasada por el Burg Dubai de los Emiratos Árabes, el cual había visto en viaje pasado  a ese emirato, y  que con sus casi 800 m de altura es hoy en día el edificio más alto del planeta.

A parte de esta, la máxima altura de Japón, otros edificios con modernos y estudiados diseños, hacen del Sky line de Tokio uno de los más singulares del planeta. Degusto el paisaje urbano de 360º pero debiendo abandonar esta torre que cierra al oscurecer el día.
 Bajada en rápido ascensor junto a pareja japonesa encantada de dejarse fotografiar por europeo tira fotos, para a continuación y siguiendo a los demás japoneses visitantes verme viendo nuevamente todo Tokyo desde la torre norte, a la que todo el mundo se apunta a subir para así ver, esta vez el Sky Line tokiota iluminándose desde el mirador de esta gemela torre, en la que un pequeño restaurante ofrece la cena a unos novios y sus invitados, que celebran su nuevo matrimonio con un banquete de altura, de mucha altura.

Ya casi hasta consiguiendo tener montañero “mal de altura” de tanto tiempo sobre el cielo de Tokyo, me bajo para entre muchos carteles de la candidatura olímpica de esta gran ciudad y capital, dirigirme hacia la Shinjuku Station, donde en sus alrededores se puede pasear por el barrio de la electrónica, donde docenas de grandes tiendas venden sus productos de la más innovadora y reciente electrónica. Me doy un paseo por una de ellas, en concreto la muy aquí conocida “Bic Camera”, donde puedes comprar, desde un simple lápiz de memoria hasta una gran pantalla para tu Pc.

Ya un poco cansado de tanto pateo japonés, me resisto a volver a mis reales aposentos dentro del armario, sin antes visitar el también famoso barrio de Kabukicho. Este muy iluminado en la noche, barrio de Shinjuku, es el gran barrio rojo de Tokyo, donde supuestamente la “Yakuza” nombre con el que se denomina a la mafia japonesa, lo controla todo, desde los locales de alterne y juego, hasta los restaurantes llenos de gente a esas horas. La Yakuza es la mayor organización mafiosa del mundo, uno solo de sus clanes, el de los Yamaguchi, se cree está integrado por unos 40.000 individuos y mueve miles de millones de yenes en Japón. El nombre proviene de un juego de cartas en el que una mala mano está compuesta por los números: ocho, nueve y tres, los cuales en japoneses se escriben “ya”, ku” y “za”, de ahí el nombre dado a la organización.

Para regresar a mi barrio-ciudad de Kawaguchi, nuevamente me subo a uno de los metro tren de Tokyo que con dos cambios y una más de media hora de trayecto me dejaría ya cerca de mi resort, en el que pasaría última noche mudándome al día siguiente de nuevo a otro hotel capsula, que aunque pequeño también, mucho más acogedor y cómodo que el armario de esta guesthouse de ajustado presupuesto.

DÍA 47 TOKYO TRADICIONAL (BAÑO “ONSEN” Y CENA “SUSHI”)

Como os comentaba en la noche de ayer, mis riñones y huesos protestaron en esta segunda noche en la cama-armario del guesthouse de Kawaguchi, y tras localizar otro hotel capsula, un poco más caro de precio pero bastante asequible dentro de lo que es el hospedaje japonés me dispongo a hacer traslado hacia nuevo barrio-ciudad, en esta ocasión de nombre Kinshichò.  Acarreando las dos mochilas que día a día van aumentando de peso por todos los folletos y documentación que voy acumulando de este muy circular viaje, y que tengo la manía de llevar y archivar como recuerdo en casa de cada viaje que hago, llego a la estación de Kinshichò,  y ya muy cerca del otro famoso distrito de Tokyo que es Asakusa, que visitaría al día siguiente.
Dejo mis cosas en la capsula asignada del tercer piso, y a la cual debo de entrar en esta ocasión frontalmente, como si de un nicho de un cementerio se tratara, pero que una vez dentro e instalado, nada tiene que ver con mi escaso agujero donde pase las dos noches anteriores. Como el de las primeras noches, en el interior de la capsula Tv, radio, despertador y pequeña mesilla con lámpara de noche, hacen las delicias de este otra vez enclaustrado viajero.

Visita a la zona cercana del hotel, donde muchas tiendas ofrecen frutas y preparada comida japonesa que va a ser mi manjar de mediodía. Descanso después de comida, con siesta incluida en la muy amarilla capsula, y continuación de día de descanso con gratificante baño en el “Onsen” del hotel capsula, que aun siendo el establecimiento más barato de la zona, ofrecía a sus clientes este reconfortante y para nosotros poco conocida forma de baño.

Ducha sentada con agua caliente, baño en estanque de agua fría, sudorosa sauna y relajante ducha en baño cuasi turco. Una antiquísima tradición japonesa basada en los muchos manantiales de agua caliente que hay por todo el país, y que en las ciudades no se resisten a abandonar, sus muchos japoneses forofos, con algunos de los cuales pude compartir afición en este tokiota “Onsen” de altura.

Y para finalizar uno de los pocos días de relax de este largo viaje de vuelta al mundo, una comida tradicional japonesa en japonés restaurante de japonesa capital de Japón. La cena a base de pescado con  mucho tentáculo cocinado al estilo Tepanyaki , junto a rollitos de Sushi con Wasabi y por supuesto, palillos palilleros para comer japoneses manjares.

A pesar de que en España todavía no tiene demasiados adeptos, la comida japonesa es una de las más completas, exquisitas y de refinados sabores del mundo. En Japón es imposible pasar hambre, aunque a veces hay muchos sabores que tienen un elevado coste, aunque valorando el producto ofrecido, puede que no sea tanto como parece.

El plato estrella es el Sashimi, que es el pescado crudo, cortado en rodajas y expuesto cuidadosamente para el selecto paladar de sus compradores. El Sushi, que aparte de usar pescados cocidos o crudos, usa muchos otros alimentos son generalmente rollitos acompañados con arroz, con diversos nombres, los más habituales están envueltos en algas, y se denominan “makis”  inmejorablemente presentados en pequeñas cajas que se pueden comprar y consumir con palillos en cualquier parte. Completando la pequeña selección de platos están las elaboraciones en Sukiyaki, carne cocida con caldo, Tepanyaki, cocinados a la plancha y las tempuras, que son riquísimas frituras de finas masas de rebozado a verduras y hortalizas. Para finalizar de acompañar cualquier comida, un chupito de Sake, fuerte licor destilado de arroz, o su versión más suave el Shòchù. Me gusta todo, aunque el Sashimi da un poco de repelouse si está cortado a hacha, jajá. Os presento mi cena de hoy. Bon apetit, mes amis!
 

 

Como siempre anteriores capítulos en: