Tras noche en mi pequeña litera a
bordo de armario ropero, me preparo un té antes de irme a visitar otra zona del
gran Tokyo. Caminando por el tranquilo y sencillo barrio de Kawaguchi, lleno de pequeñas casas bajas con decorados
jardines de árboles bonsái, llego a la estación de la Japan Railway, por donde
circula uno de los metro-trenes de esta gigantesca metrópoli que dispone de
varias alternativas para moverse por ella según la distancia del extrarradio
que se utilice, en total casi 140 líneas de metro que usan diariamente 22
millones de personas, ahí es nada. En concreto la línea JR con cambio de
estación en el barrio ciudad de Akabane,
me llevaría hacia la zona de Shibuya, quizá otro de los centros más importantes
y conocidos del gran Tokyo.
Al llegar a esta gigantesca y
elevada estación, con todo tipo de servicios en su interior, nada más salir,
apareces en el centro de una marea humana cruzando varios pasos de peatones en
un cruce con cuatro calles repletas de edificios con llamativas luces de neón,
y en el cual los semáforos se ponen en verde para todos los viandantes a la vez.
Saboreo el espectáculo desde la altura de la estación y posteriormente cruzando
yo mismo entre los atareados japoneses.
Paso al lado de la figura más famosa de
la zona y de la ciudad, está situada a un lado de esta plaza, y no es otra, que
la de un canino muy especial. Se trata del fiel perro Hachikò, del cual os
relato brevemente su historia, y el sorprendente cumulo de casualidades que se
produjo a mi paso junto a su estatua.
La historia es muy
conmovedora, algo triste pero quizás también
con una pizca de alegre nostalgia, las dos sensaciones se dan a la vez, y ha
sido tan, tan famosa, que fue llevada al cine en varias ocasiones, siendo la más
real la película japonesa de 1987 “Hachikō
Monogatari” y la más conocida, la versión americana interpretada por Richard
Gere “Siempre a tu lado”.
Eisaburò Ueno, un profesor
universitario japonés, le regaló un día a su hija un precioso cachorro de perro
Akita Inu. Al ir creciendo, Hachikò despedía todos los días al profesor que se
iba a coger el tren para ir a su trabajo en la universidad de Tokyo. A la hora
de la vuelta Hachikò le iba a esperar a la estación del tren de Shibuya para
regresar con él a casa. Así, día tras día hasta que un malogrado día, la
repentina muerte de su dueño y amigo en una de sus clases, le hizo no bajarse
de nuevo del tren, que como siempre Hachikò esperaba.
Aunque los familiares intentaron hacerse cargo
del canido, el fiel compañero solo tenía una cosa en su cabeza, que no era otra
que ir a esperar a su ya difunto amo al sitio habitual. Los transeúntes y
comerciantes de la zona empezaron a comprender a Hachikò y a darle de comer a
las puertas de la estación de Shibuya y durante casi 10 años no se separó de
allí con la esperanza de juntarse con su amo, cosa que ocurriría un día, en una
parada de metro más adelante llamada “Cielo”, al morir Hachikò en 1935 y juntarse
con su amo en esa estación en la que más tarde o más temprano nos posaremos
algún día todos.
Un año antes de morir, el mismo Hachikò
pudo estar presente al erigírsele en el lugar una estatua como homenaje a tanta
fidelidad de un animal por una persona, de la que ojalá los humanos tomásemos
ejemplo, y a la que, por mucho que nos esforcemos, difícilmente podremos llegar
a estar a la altura de Hachikò.
En los años cuarenta, la
incursión de Japón en la segunda guerra mundial, hizo necesario fundir la
estatua, pero al finalizar la contienda esa estatua se volvió a hacer y colocar
merecidamente en este punto neurálgico de la ciudad de Shibuya, hoy uno de los
barrios más transitados de todo Japón, con muchísima semejanza al también
abarrotado siempre, Times Square en New York. Este japonés lugar, como ocurre también
con el americano, ha sido escenario de varias películas ambientadas en Tokyo,
una de ellas, la muy conocida y dirigida por Sofía Coppola e interpretada por Bill
Murray “Lost in traslation”.
La estatua de Hachikò, es lugar de encuentro para muchos
tokiotas, y en sus inmediaciones un vagón de tren sirve hoy en día de museo de
la historia de este lugar, al exponerse en su interior muchas fotografías de
varias décadas de esta gran y famosa estación metropolitana.
Si no tenéis oportunidad de ver
la película japonesa, en el portal “ YouTube”, tenéis un tráiler de ella, así
como de la versión americana “Siempre a tu lado” e infinidad de videos con
textos y música de unos 10 minutos de duración dedicados al siempre a nuestro
lado: Hachikò.
Me sumo al homenaje habiéndoos
relatado esta historia junto a esta foto de su estatua, que si no llega a ser
por cosas del destino y el azar que ahora os comento, igual me hubiera pasado
desapercibida. Bravo Hachikò, viva tu nombre y si alguien te quisiera poner un
apellido sin duda ese sería: Fidelidad.
En cuanto a lo que os comentaba
de la casualidad, esta quiso que al poco de pasar junto a la estatua de Hachikò,
una buena amiga y antigua compañera de trabajo en Gijón, Mónica, asidua lectora
del blog de viaje de esta vuelta al mundo, me pasara un mensaje al saber de mis
andanzas por Japón, en el que me decía:
¡Alberto!, no sabes que acabo de ver una
película en la tele, que cuenta una preciosa historia de un perro que fue
siempre fiel a su desaparecido amo, y al cual le hicieron una estatua en una
ciudad de nombre Shibuya o algo parecido.
Miro el mensaje y me lo había enviado
justo a la hora en la que yo, sin saberlo, estaba pasando al lado de esa
estatua y en esa ciudad, que hoy ya es una parte de Tokyo llamada Shibuya. Para
colmo de casualidades, revisando en internet la historia veo que el perro es de
raza Akita, de la cual había pasado hacía unas horas, varias fotos a la otra mi
Mónica, con diversas poses de tan bella raza de caninos. Y para más colmo veo
las fotos originales de la época en la que vivió Hachikò y tiene un grandísimo parecido con otro perro que había
fotografiado días antes. Os cuelgo una foto antigua de Hachikò y otra de
nuestro contemporáneo doble.
Desde allí, continuo paseando por
las muchas comerciales calles de la zona, donde aparte de infinidad de tiendas
y franquicias de las más afamadas marcas, se alzan los grandes almacenes
Shibuya 109, los cuales podemos comparar a nuestro también conocido, Corte
Ingles. Autobuses eléctricos y taxis de llamativo color amarillo eran los
únicos vehículos en abrirse paso entre la multitud de viandantes de la zona.
A mi paso muchas ejemplares cosas
de este sorprendente país se graban en mis ojos, limpieza total en las calles,
simpáticos y ordenados contenedores de
reciclaje de basura, bicicletas con ergonómicos asientos para varios niños, mini
coches blancos para circular por abarrotadas calles, algún que otro original
hombre orquesta y hasta chicos vestidos como los héroes de los comics manga
caminando por las aceras.
Tokio también es una ciudad global, pero muy
diferente por dentro, al resto de capitales mundiales.
Finalizada la zona comercial de Shibuya
y atravesando un tranquilo barrio, se
llega hasta el parque de Yoyogi, pulmón natural del gran Tokyo entre el barrio
ciudad de Shibuya y el de Shinjuku. En el parque, día de esparcimiento de
infinidad de tokiotas que paseaban, jugaban al "frisbee", leían, circulaban en bici
y hasta enseñaban a andar a otro simpático colega del fiel Hachikò con un grave
problema de movilidad al faltarle sus patas traseras. Pero con cariño y amistad
todo se supera, y el accidentado perrillo estaba feliz intentando seguir a sus
amigos y pacientes educadores de su accidentada
mascota.
Otros japoneses pasan su día libre haciendo complicados ejercicios de funambulismo en los árboles del parque, otros con camuflados trajes, fotografían pajarillos con objetivos en su cámara fotográfica que creo a mí me costaría mucho trabajo levantar, por el gran tamaño que tenían, y otros muchos grupos de chavales hacen corros en el suelo para charlar, tocar la guitarra o cantar, como en los famosos y muy abundantes karaokes japoneses.
Después de atravesar todo este
variopinto parque, entro al céntrico templo de Meiji -Jingù, en el distrito de
Shinjuku, pasando por debajo de sus grandes puertas sintoístas de madera.
Al
caminar hacia la segunda puerta de acceso una gran pila con coloridos barriles
de Sake, está siendo fotografiada por los curiosos visitantes, así como otra en
frente, en la que se apilan unas cuantas barricas del mejor vino francés,
australiano y español, y que sirven de homenaje a los muy apreciados pero
también muy caros en Japón, caldos de uva.
Tras pasar otra nueva puerta, accedo
al interior del recinto principal del templo, donde hoy se celebra otra
tradicional boda japonesa como la que había podido ver en la ciudad de
Hiroshima.
Después de pasarme un tiempo
visitando el gran templo, me voy también caminando hacia el corazón financiero
y comercial de la mega polis en el barrio de Shinjuku, no sin antes detenerme a
tomar un riquísimo café en un establecimiento francés de este barrio, y que
aunque es un producto aquí cuasi de lujo, no soporto la tentación de tomar, y
pagar su precio cercano al de una comida en muchos restaurantes. El vicio se
reprime varios días, pero es imposible eliminarlo del todo. Cruzando la zona de
grandes bancos, llego hasta la zona de
Nishi Shinjuku donde subo a una de las torres del Gobierno Metropolitano de
Tokio, que ofrece la visita y subida sin coste, teniendo la posibilidad de
admirar una genial vista de toda la ciudad desde este altísimo edificio de dos
torres gemelas.
Desde lo más alto de la torre sur, la vista de los rascacielos
cercanos de Nishi Shinjuku, con todo el grandísimo Tokyo extendiéndose
kilómetros y kilómetros a tus pies era sencillamente
espectacular, pero al ir cayendo el sol sobre una montaña que estaba a unos 100
kilómetros de allí y que tenía la posibilidad de contemplar a esa hora
nítidamente, era realmente maravillosa.
Esa lejana y a la vez cercana
montaña, con casi 4000 m de altura, no era otra que la cumbre sagrada de los
japoneses, el Monte Fuji, el cual días atrás no se me quiso mostrar a mi paso
en el Shinkansen por Fujiyama, cuando estaba a sus pies, y sin embargo hoy tenía
la posibilidad de admirar su belleza, con su nevada cumbre sobresaliendo del
resto del horizonte japonés, y todo él, tapado por una gran nube que a modo de
sombrero cubría como queriendo proteger del luminoso sol poniente, a tan
sagrado y bello cono volcanico.
Ya finalizada la puesta de sol,
hacia el otro lado de la torre, se podía apreciar claramente la otra gran
altura de Japón, en este caso no natural, sino construida por el hombre y que
hoy en día es uno de los edificios más altos del mundo, la torre de
comunicaciones SkyTree. Esta grandísima jirafa quitaba el honor de máxima
altura a la archifamosa CN Tower de Toronto en Canadá, la cual vería
posteriormente en esta vuelta al mundo, pero que a su vez era sobrepasada por
el Burg Dubai de los Emiratos Árabes, el cual había visto en viaje pasado a ese emirato, y que con sus casi 800 m de altura es hoy en día
el edificio más alto del planeta.
A parte de esta, la máxima altura
de Japón, otros edificios con modernos y estudiados diseños, hacen del Sky line
de Tokio uno de los más singulares del planeta. Degusto el paisaje urbano de
360º pero debiendo abandonar esta torre que cierra al oscurecer el día.
Bajada
en rápido ascensor junto a pareja japonesa encantada de dejarse fotografiar por
europeo tira fotos, para a continuación y siguiendo a los demás japoneses
visitantes verme viendo nuevamente todo Tokyo desde la torre norte, a la que
todo el mundo se apunta a subir para así ver, esta vez el Sky Line tokiota iluminándose
desde el mirador de esta gemela torre, en la que un pequeño restaurante ofrece
la cena a unos novios y sus invitados, que celebran su nuevo matrimonio con un
banquete de altura, de mucha altura.
Ya casi hasta consiguiendo tener
montañero “mal de altura” de tanto tiempo sobre el cielo de Tokyo, me bajo para
entre muchos carteles de la candidatura olímpica de esta gran ciudad y capital,
dirigirme hacia la Shinjuku Station, donde en sus alrededores se puede pasear
por el barrio de la electrónica, donde docenas de grandes tiendas venden sus
productos de la más innovadora y reciente electrónica. Me doy un paseo por una
de ellas, en concreto la muy aquí conocida “Bic Camera”, donde puedes comprar,
desde un simple lápiz de memoria hasta una gran pantalla para tu Pc.

Ya un poco cansado de tanto pateo
japonés, me resisto a volver a mis reales aposentos dentro del armario, sin
antes visitar el también famoso barrio de Kabukicho. Este muy iluminado en la
noche, barrio de Shinjuku, es el gran barrio rojo de Tokyo, donde supuestamente
la “Yakuza” nombre con el que se denomina a la mafia japonesa, lo controla
todo, desde los locales de alterne y juego, hasta los restaurantes llenos de
gente a esas horas. La Yakuza es la mayor organización mafiosa del mundo, uno solo
de sus clanes, el de los Yamaguchi, se cree está integrado por unos 40.000
individuos y mueve miles de millones de yenes en Japón. El nombre proviene de
un juego de cartas en el que una mala mano está compuesta por los números: ocho,
nueve y tres, los cuales en japoneses se escriben “ya”, ku” y “za”, de ahí el
nombre dado a la organización.
Para regresar a mi barrio-ciudad
de Kawaguchi, nuevamente me subo a uno de los metro tren de Tokyo que con dos
cambios y una más de media hora de trayecto me dejaría ya cerca de mi resort,
en el que pasaría última noche mudándome al día siguiente de nuevo a otro hotel
capsula, que aunque pequeño también, mucho más acogedor y cómodo que el armario
de esta guesthouse de ajustado presupuesto.
DÍA 47 TOKYO TRADICIONAL (BAÑO “ONSEN” Y CENA “SUSHI”)
Como os comentaba en la noche de
ayer, mis riñones y huesos protestaron en esta segunda noche en la cama-armario
del guesthouse de Kawaguchi, y tras localizar otro hotel capsula, un poco más
caro de precio pero bastante asequible dentro de lo que es el hospedaje japonés
me dispongo a hacer traslado hacia nuevo barrio-ciudad, en esta ocasión de nombre
Kinshichò. Acarreando las dos mochilas
que día a día van aumentando de peso por todos los folletos y documentación que
voy acumulando de este muy circular viaje, y que tengo la manía de llevar y
archivar como recuerdo en casa de cada viaje que hago, llego a la estación de
Kinshichò, y ya muy cerca del otro
famoso distrito de Tokyo que es Asakusa, que visitaría al día siguiente.
Dejo
mis cosas en la capsula asignada del tercer piso, y a la cual debo de entrar en
esta ocasión frontalmente, como si de un nicho de un cementerio se tratara,
pero que una vez dentro e instalado, nada tiene que ver con mi escaso agujero donde
pase las dos noches anteriores. Como el de las primeras noches, en el interior
de la capsula Tv, radio, despertador y pequeña mesilla con lámpara de noche,
hacen las delicias de este otra vez enclaustrado viajero.
Visita a la zona cercana del
hotel, donde muchas tiendas ofrecen frutas y preparada comida japonesa que va a
ser mi manjar de mediodía. Descanso después de comida, con siesta incluida en
la muy amarilla capsula, y continuación de día de descanso con gratificante
baño en el “Onsen” del hotel capsula, que aun siendo el establecimiento más
barato de la zona, ofrecía a sus clientes este reconfortante y para nosotros
poco conocida forma de baño.
Ducha sentada con agua caliente,
baño en estanque de agua fría, sudorosa sauna y relajante ducha en baño cuasi
turco. Una antiquísima tradición japonesa basada en los muchos manantiales de
agua caliente que hay por todo el país, y que en las ciudades no se resisten a
abandonar, sus muchos japoneses forofos, con algunos de los cuales pude
compartir afición en este tokiota “Onsen” de altura.
Y para finalizar uno de los pocos
días de relax de este largo viaje de vuelta al mundo, una comida tradicional
japonesa en japonés restaurante de japonesa capital de Japón. La cena a base de
pescado con mucho tentáculo cocinado al
estilo Tepanyaki , junto a rollitos de Sushi con Wasabi y por supuesto,
palillos palilleros para comer japoneses manjares.
A pesar de que en España todavía
no tiene demasiados adeptos, la comida japonesa es una de las más completas,
exquisitas y de refinados sabores del mundo. En Japón es imposible pasar
hambre, aunque a veces hay muchos sabores que tienen un elevado coste, aunque
valorando el producto ofrecido, puede que no sea tanto como parece.
El plato estrella es el Sashimi,
que es el pescado crudo, cortado en rodajas y expuesto cuidadosamente para el
selecto paladar de sus compradores. El Sushi, que aparte de usar pescados
cocidos o crudos, usa muchos otros alimentos son generalmente rollitos
acompañados con arroz, con diversos nombres, los más habituales están envueltos
en algas, y se denominan “makis” inmejorablemente presentados en pequeñas cajas
que se pueden comprar y consumir con palillos en cualquier parte. Completando
la pequeña selección de platos están las elaboraciones en Sukiyaki, carne
cocida con caldo, Tepanyaki, cocinados a la plancha y las tempuras, que son
riquísimas frituras de finas masas de rebozado a verduras y hortalizas. Para
finalizar de acompañar cualquier comida, un chupito de Sake, fuerte licor
destilado de arroz, o su versión más suave el Shòchù. Me gusta todo, aunque el
Sashimi da un poco de repelouse si está cortado a hacha, jajá. Os presento mi
cena de hoy. Bon apetit, mes amis!

Como siempre anteriores capítulos
en:
Por fin vienes a rescatarnos del Oriente antes de que los coreanos, pinchados por los yanquis, se peleen y dejen, de nuevo, Asia Oriental echa una "yaceria".
ResponderEliminarBuen reportaje fotográfico. Parece que al subir las fotos desde Asturias éstas tengan más calidad.
Dada mi claustrofobia no creo que pudiera dormir en esas habitaciones nicho.
Te seguimos.
Gracias José Manuel, intentaremos seguir publicando cosas curiosas de esta vuelta al mundo.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarUn capítulo muy completo. Me entretuvo mucho leerala! Tiene de todo, como de todo parece haber en Tokyo. Se me saltaron las lágrimas con la historia de Hashiko. Había oído hablar de la peli, pero no sabía que era una historia real. La comida tiene muy buena pinta. Eso sí, yo pasaría de café allí, con los buenos tés que tienen :) Y eso de la cápsula, me parece un depósito de cadávares, imposible meterme ahí consciente... Eres un valiente jeje. Un besín! Vir.
ResponderEliminarGracias Vir, me alegro te haya gustado. un beso..
EliminarGracias Vir, me alegro te haya gustado. un beso..
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