MATE

MATE
La vida en un mate: sorber despacio y saborearlo con intensidad ya que el mate, como la vida, cuesta un tiempo prepararlo, pero si no se disfruta al beberlo, cuando se acaba ya será tarde. Fotografía tomada en Argentina durante el corralito del año 2002

28 febrero 2013

Vuelta al mundo 2013, CAPITULO 21 - HIROSHIMA, MIYAJIMA, KOBE E HIMEJI

DÍA 40 HIROSHIMA Y MIYAJIMA


Hiroshima es una ciudad bastante más grande que Nagasaki, a la que su nombre irá siempre ligado, por ser las dos ciudades víctimas de la bomba atómica. Después de ver Nagasaki no podía dejar de ir a ver cómo vive hoy Hiroshima. Y al igual que la otra, hoy la ciudad rebosa movimiento, color y paz. Me voy en el mañana en tranvía a ver la zona donde se encuentra el museo y la cúpula de la bomba atómica. Hoy hace un día claro y bonito, la gente camina por las calles y el tranvía que me lleva, va bastante lleno por una de las arterias principales de la ciudad.

Me poso en una parada junto al rio, y nada más cruzar la calle veo un esqueleto de edificio, que es de los pocos que resistió al impacto de la bomba, que tuvo su epicentro a tan solo doscientos metros de él. Es la Cúpula de la bomba atómica, un gran armazón metálico que sostenía la esférica cubierta, encima de paredes de hormigón y ladrillo, que sorprendentemente quedo en pie. Este edificio albergaba desde 1915 el Pabellón de Fomento de la Industria, y había sido diseñado por un checo, al que desgraciadamente el tiempo le dio la razón de una fenomenal y sólida construcción. Hoy en día la zona tiene árboles y jardines bien cuidados que contrastan y mucho con lo que fueron aquellos días de agosto de 1945 después del fatal acontecimiento, donde todo era destrucción y desolación.

Aunque estás en el presente, la cabeza se te va inevitablemente hacia el pasado. Eran las 8:15h del 6 de Agosto de 1945, y aquí se lanzó la primera bomba atómica, causando miles de muertes, comenzaba el holocausto nuclear. Camino los escasos 200m hasta el lugar exacto del impacto, donde una sencilla placa lo recuerda, hoy en ese lugar hay una clínica. Que mejor homenaje puede ser algo para salvar vidas, en un punto donde se acabó con tantas vidas. Cruzo uno de los puentes sobre el rio que en su día también consiguió esquivar la bomba, y en los alrededores un gato negro observa el agua del rio, como diciendo: “a mí no me echéis la culpa de lo que vosotros sois capaces de haceros, seré negro pero muy pacífico”.

Sigo caminando viendo otras pequeñas, pero todas muy simbólicas estatuas, como un niño con su mamá sentado sosteniendo una paloma en su mano, o una fuente derramando agua. Nunca un animal en la historia reflejó tanto un deseo como las palomas, que palabra tan desapercibida hoy para nosotros, pero que siempre pensé, es la base de toda vida y convivencia humana: PAZ. Tres letras que pasan de significar el todo, a llegar en unos instantes después de desaparecer a la nada. Por difíciles que sean los tiempos siempre hay que conservar esta palabra como lo más sagrado.

A esa nada llegó aquel 6 de Agosto Hiroshima, y en el museo situado justo encima del parque de la paz, en una gran pasarela colgante desde donde ves la Cúpula y los grupos escultóricos de este parque presididos por un mástil con la bandera de Japón, cuando a él accedes, comienzan las extrañas sensaciones.

Al comienzo del recorrido un video donde se puede ver desde la desolación que causo la bomba, hasta las miles de personas que se congregan hoy en este lugar cada año, ese día de Agosto para recordar lo que nunca más debe de pasar.

Continuando sala con varios paneles y fotografías antiguas, en las que destaca una con un reloj que se detuvo a esa fatídica hora, las ocho y cuarto de la mañana. En una vitrina otro pequeño de pulsera, con la misma hora a la que el tiempo se detuvo, y la humanidad dio un paso hacia los tiempos del Big Bang. Fotos en blanco y negro, de los días posteriores, más negro que blanco en aquellos días posteriores, donde se puede ver el esqueleto de la Cúpula de la Bomba y el puente que resistieron el impacto entre un gigantesco montón de escombros, que es en lo que se convirtió la zona en varios kilómetros a la redonda.

En el interior del museo se ve también fantasmagóricamente una reproducción de esa cúpula, hoy símbolo de resistencia y de futuro a aquella época. Subes por escaleras a la altura de ella donde la puedes mirar frente a frente y desde donde accedes al área con cartografía de la zona y numerosos objetos que se recogieron, y que muestran los efectos de la ardiente temperatura que alcanzó el lugar aquel día.

Vidrios, estructuras metálicas, asientos de piedra donde había una persona sentada, y se ve el diferente color que quedó grabado en la piedra….buff, hay que intentar no meterse demasiado en la historia, te absorbe y te lleva hacia ese día, desconsoladoramente.

Como si de un macabro túnel salieras, llegas a la pasarela acristalada con vistas al parque y el estanque, desde donde ves a los niños, sus papás, los jóvenes, en definitiva la vida de hoy totalmente recuperada y dinámica, pero siempre sin olvidar el duro pasado.

Después tuve ocasión de entrar en un lugar donde situándote en el centro, bajo una gran cúpula y girándote 360º, ves lo que se podía ver después de la bomba….no había colores, desolación, todo estaba en blanco y negro, y muy cerca el monumento infantil de la paz, inspirado en el niño que sobrevivió, y decidió hacer mil grullas de papel, símbolo de la paz y la felicidad en Japón. No pudo acabarlas todas, la leucemia se lo llevó como a tantos otros, en aquellos posteriores años. Pero hoy sus compatriotas no paran de hacer grullas que están colgadas por todos lados. Qué triste todo, pero afortunadamente ahora los niños paseaban con sus padres, y estos japoneses de hoy, se tomaban un café en una terraza de la zona situada al lado de ese gran edificio y otro más pequeño que sobrevivió también, y hoy es la oficina de turismo de esta bonita y tranquila ciudad.

Abandono el lugar, viendo también un cenotafio con los nombres de muchas de las personas muertas, que según cálculos no muy exactos se estimaron en cerca de las doscientas mil, por una de las calles cercanas con abovedada estructura de cristal que une los edificios, configurando un paseo cubierto entre muchas tiendas y restaurantes de comida japonesa. Fluye la vida y hay mucha actividad, estás en el pacifico presente, e intentas volver al día de hoy que muchas veces se nos olvida agradecer la felicidad tan grande que es vivir en él, así con todos los problemas del mundo pero, en Paz.

Caminando una hora con mis pensamientos, me voy a ver el Hiroshima Castle, que cercado por una gran balsa de agua era protegido de las incursiones enemigas, y tras pasar por un pequeño puente accedo al recinto hoy con un gran parque que alberga pequeñas ruinas de lo que en su pasado fue.

Cerca un hermoso templo sintoísta me iba a traer algo de alegría al día, y es que tendría ocasión de asistir a una boda tradicional japonesa, e incluso con permiso del muy concentrado novio, sacarme una foto con la japonesa y muy elegante novia. No me atreví a cogerla por la cintura, no fuera que el novio nos saliera celoso y sacara la Katana de Samurai y acabara con tan infiel foto. Jaja, es broma, estaba un poco nerviosillo, aunque no lo podía demostrar ante su japonés suegro.

El sequito de mujeres tradicionalmente vestidas y en trajeados hombres, esperan a hacer el desfile que les lleve al interior del templo siguiendo a los encargados de casar a los novios. Una ocupadísima chica con mil alfileres y prendedores colgados a su cintura, se afana en que la novia esté impecable, o por lo menos se afana en que le paguen por su disciplinado trabajo de asistente y organizadora.

Ya en el interior del templo se sitúan a derecha e izquierda de los novios para asistir a la ceremonia que comienza con reverencias continuas al altar y una especie de bendición de la pareja e invitados. A partir de ese momento les dejo solos en tan delicado asunto, que me imagino hayan sellado bien y les llene de felicidad futura.

- ¡Congratulations japoneses novios!

De vuelta al centro de la ciudad, unas instalaciones de tenis acogen el entrenamiento de futuros Rafa Nadal de ojos rasgados, que entrenan la volea y el saque volea, ante la mirada de su entrenador, que desgraciadamente no es Toni Nadal. No sé yo si entraran en el Top 100 de la Atp, pero quien sabe.

Me vuelvo a la estación de trenes, para acercarme a pasar la tarde y ver la puesta de sol en un lugar, quizá de los más hermosos de Japón. Es la isla de Miyajima, que queda a unas dos horas de Hiroshima, tomando primero un tren hasta donde se embarca en el ferry que te cruza a ella.

En el país del Sol Naciente, me dedicaría a ver el Sol Poniente. Y quizá uno de los sitios más asombrosos para ver acabar el día es esta isla japonesa de Miyajima, donde su Torii anaranjado estaba esperando que acabara de subir la marea para quedar flotando sobre las aguas.

Ya al embarcar en el ferry que junto a su gemelo, constantemente van y vienen a la isla, puedes ver la gran y brillante puerta sobre las aguas cercanas a la isla. Esta gran puerta del templo sintoísta de Itsukushima es Patrimonio Mundial de la Humanidad, y hecha con grandes árboles resiste el paso del tiempo entre marea y marea. A la cabeza me vino la ciudad francesa de Mont Saint Michel, y como no podía ser de otra manera luego pude leer que están hermanadas.

El sol ya está cayendo a esas horas rápidamente y comienza a acariciar las boscosas montañas de la isla, donde destaca el monte Misen como cumbre más alta con poco más de 500m de altura. Durante la travesía saco fotos a tres simpáticos niños japoneses que junto a sus padres vienen también de visita al templo. Es curioso que les compren gafas pero sin cristales, no sé si más bien acostumbrándoles a que luego las usen, la mayoría de los japoneses las usa, o solo por ir a la moda infantil.

Si algún día decidís veniros a vivir a Japón, esta isla, situada en el mar interior de Japón, con sus preciosas montañas y los ciervos correteando por las calles cercanas al templo, es un lugar de ensueño.

Desembarcamos en el embarcadero al oeste del templo, y en camino hacia él, todos esos ciervos que os comento merodean tranquilamente por las calles de la ciudad reclamando alguna vianda a los viandantes, que sobre todo si son mujeres y niños, están más solicitados por ellos, ya que creo intuyen la debilidad femenina e infantil, en cuanto a manutención se refiere. En los laterales de la calle infinidad de puestos de callejera comida, ayuda a algunos indecisos a colaborar con la dieta de los de la culera blanca.

Hoy son animales sagrados que los japoneses respetan y adoran, por lo que no tienen miedo alguno a la presencia humana, y están por todas partes camino del gran santuario, en el centro de la costa de la isla, de Itsukushima-Jinja, que está construido sobre un muelle, ya que se consideraba en la época que el suelo de la isla era sagrado y los visitantes no podían pisarlo, por lo que accedían por mar al templo situado sobre las aguas, y no sobre tierra. Como saben casi todas las jerarquías eclesiásticas salvaguardarse vienes preciados. Con ese simple razonamiento ya tenían una isla en exclusiva. Pero donde manda religión no manda feligres.

Al lado del templo, la vista del Vermilion Torii, ya impresiona por su color naranja que a esas horas ya del día el sol se encargaba de resaltar más si cabe, y mucha gente, aún sin subir la marea se acerca a verlo paseando por la húmeda arena.

Yo me tiro también al ruedo y le hago unas cuantas fotos desde todas las posiciones posibles, que maravilla, que señorial espera ser fotografiado por tantos que allí nos congregábamos. Al acercarte a su estructura de troncos de madera, muchas lapas marinas adosadas a los pilares de troncos, junto a monedas que la gente incrusta sobre ellas.

Muy cerca otras personas recogen verdosas algas de la arena, que fijo después me comería envolviendo algún plato de japonés Sushi.

Después de sacar unas 3000 fotos o más a la sintoísta puerta, me acerco a ver el templo donde unas chicas posan también para mi foto como siempre con los dedos en “v” y sonrisa de oreja a oreja. Son geniales estos japoneses, y eso que les tiraron dos bombazos de órdago, siempre están sonriéndote, saludándote, ayudándote…bueno, eso menos, porque siempre están un poco desconcertados y hasta que se centran en la pregunta pasa un tiempo hasta concederte respuesta.

Ya con poca gente en las calles visito el pueblecito con coquetonas calles, salpicadas por algún que otro pequeño templo y subo las escaleras que al lado de arroyuelo te hacen remontar hacia el barrio alto donde está otro pequeño templo custodiado por dos fieros guardianes de madera rojiza.

Para finalizar subo hacia otro pequeño promontorio donde se encuentra el templo superior y su anaranjada pagoda de cinco pisos. Bajo por el costado contrario que da al mar, viendo la iluminada ciudad de Miyajima-Guchi al otro lado de las aguas que comienzan a cubrir las patas del gran Torii, haciendo de esta noche, una noche mágica para mí, por encontrarme no solo en Japón, sino en uno de los lugares más bellos de Japón, como reflejaría la foto que en ese instante saqué.

De vuelta al embarcadero, las tiendas del pueblo van recogiendo su mercancía de venta a tantos y tantos turistas que hasta aquí se acercan cada día, destacando entre esa valiosa mercancía de souvenir, las figurillas de todos los tamaños del Torii y las paletas de madera pintadas con japonesas letras.

Poco más que decir de día tan intenso, retorno ya muy de noche en el ferry y tomo el tren haciendo el recorrido inverso para llegar a la estación central de Hiroshima e irme hacia mi hostel donde esa noche el inspirado francés nos tenía preparadas unas tempuras de calabacín que estaban para chuparse los dedos.

-¡A bientôt, mon français ami!

DÍA 41 KOBE, HIMEJI Y OSAKA

Nuevamente a la vía férrea, es el sino de esta vuelta al mundo en tren, aunque aquí en Japón es casi como subirte a una emocionante atracción de feria, ya que al seguir las indicaciones para subirte al veloz Shinkansen, estás hasta un poco nerviosillo, por acceder a sus andenes.


Esta vez me toca tomar el tren bala que me llevaría al corazón de Japón, al Kansai, una de las mayores conglomeraciones de población humana , y que componen las ciudades de Kobe, Osaka y Kyoto.

El tren hace parada en su recorrido desde Hiroshima en la ciudad de Fukuyama, donde su precioso castillo blanco se encuentra justo al lado de la estación. Siendo imposible visitar y pararse en todos los lugares, decido ir a visitar otro muy similar aunque más grande, que es el de Himeji, pero al final erraría el tiro ya que este segundo estaba en tareas de restauración.

Así todo, lo visito mereciendo la pena mucho acceder a sus jardines y viendo en lo alto tan gran y blanquecina fortaleza de Himeji-Jo de la época medieval, que destaca por ser enteramente original, y al que los japoneses llaman la garza blanca por su esbelta y blanca silueta sobre la colina. La parte principal del castillo está tapada para su restauración y aunque unos pasadizos dejan visitarla interiormente, decido dejarlo para la próxima visita a esta país que creo es de los que merece la pena repetir siempre que sea posible.

En parada del Shinkansen en Kobe decido bajarme a ver un poco la ciudad y a comer su famosa ternera de Kobe…jajá, eso era una buena idea hasta que descubres que pueden pedir en un sencillo restaurante hasta 50.000 pesetas al cambio por tan conocida mundialmente carne, y que decido utilizar el importe para otros 15 días de alojamiento en baratos hostels. Si no tuviéramos nuestra también mundialmente conocida Ternera Asturiana, igual cabía la duda, pero en este caso la cosa estaba clara. Por la calle un autobús hace publicidad de las ricas viandas que se pueden probar en esta ciudad.

Así que me fui a comer una de ellas, pero mucho más barato y también sorprendente por presentación y precio, que era un perrito con patatas pero que en vez de traer salchicha, estaba hecho de una tempura de langostino, que con mayonesa local estaba de muerte, y sin causarte el precio, la muerte.

Aproveche para cambiar un Travel Cheque en importante banco del centro de Kobe y guardar billetes de yenes para mi viajera colección de billetes y monedas. Aprovecho en el centro para fotografiar sus altos y esbeltos edificios de cristal.

De vuelta nuevamente al tren, una japonesa chica posa para foto de un servidor encantado de fotografiar tan bonita sonrisa y orejas que no pasan nada de frio. Es la moda de Japón, puede ser de todo menos descolorida y alegre.

Llegando a la gran Osaka, el Shinkansen reduce velocidad, y este poleso se dirige a buscar alojamiento en tan gran y copioso bosque de gente y edificios, a los que no eres casi capaz de ponerles sitio en un mapa, y que a todas todas te supera. El entramado de líneas de tren, metro circular, metro en línea, y demás transportes de esta ciudad hace que te encuentres siempre un poco perdido por mucho sentido de la orientación que uno tenga. Así que preguntando pude llegar después de casi una hora de cambios de tren y metros hasta un hostel de la misma cadena que el de Hiroshima pero con la mala suerte de que estaba completo.


Así que vuelta al empezar, a escoger otro que estaba como a otra hora de distancia, pero que como aliciente tenía un plano de orientación por laberinto de calles al estilo Indiana Jones, y en busca del Templo Perdido. Pues con paciencia y determinación ahí que di con él, y simpática casera junto a coreanos visitantes, y simpático japonés compañero de litera, compartimos ratín de charla en la noche.

El japonesín era la leche, porque todos hacen amplias exclamaciones a cada cosa que les cuentas, pero este parecía morirse de asombro cada vez que le contaba alguna cosilla del viaje o charlábamos de Japón. Yo me entendía genial con él porque casi no hablaba inglés, que unido a mi amplio desconocimiento de tan británica lengua, hacía que utilizáramos el lenguaje de los sordomudos de maravilla los dos. Son la pera, pero más buena gente.

Buenas noches amigos lectores, ¡graciaaaaas! por vuestra lectura, que en japonés su entonación es algo así como: ¡Arigatoooo!
Como siempre anteriores capítulos en:

http://albertocampamontes.blogspot.com

2 comentarios:

  1. Veo que encuentras, mejor dicho haces, amigos hasta debajo de las piedras; pero fotografiarte con la novia 5 minutos antes de que ésta se convirtiera en esposa, eso ya ye "demasié" :-)
    Todos los días aprendo cosas nuevas del mundo oriental, y todo gracias a tu generosidad. También se aprende lenguaje viendo la cantidad de epítetos que utilizas es tus descripciones.
    Ya nos queda menos, que no sé si eso es bueno o malo :-)

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  2. Tienes razón amigo, queda menos, y es bueno y malo. Ying & Yang, es la vida, son los viajes, de ida y vuelta. Quizá sea peor cuando el viaje solo sea de ida...o no!

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