MATE

MATE
La vida en un mate: sorber despacio y saborearlo con intensidad ya que el mate, como la vida, cuesta un tiempo prepararlo, pero si no se disfruta al beberlo, cuando se acaba ya será tarde. Fotografía tomada en Argentina durante el corralito del año 2002

25 enero 2013

Vuelta al mundo 2013, CAPITULO 11 – DE RUSIA A MONGOLIA (GMT+8)


DÍA 18º ULAAN UDE – ULAAN BAATAR

Suena mi móvil, con alarma que había dejada conectada de madrugada para no despistarme con la salida hacia mi bus, que tenia hora de partida a las 7,30h desde la plaza, junto a la opera de Ulan Ude. Caliento un café en la cocina del hostel para, mientras recojo mis cosas, tomármelo antes de partir.

Mucho frio al salir al exterior a esas horas, preludio de lo que me iba a deparar el día en el ruso autobús. Caminando contemplo por última vez las estatuas de hielo iluminadas, para llegar al poco, al lado del bus con mucha gente cargando bultos en sus maleteros. Dejo mi mochila grande y subo en busca de mi asiento número 25. El bus va completamente lleno. Al poco rato sale en dirección al sur de Ulán Ude para ir buscando la frontera rusa con la vecina Mongolia. El frío es importante, pero espero que con toda la gente dentro la calefacción vaya haciendo efecto. Pero que va, yo estaba sentado en ventanilla, y el cristal estaba congelado tanto por fuera como por dentro. La única protección era un plástico para no mojarse al ir sentado, pero el frío a medida que íbamos viajando aumentaba al filtrarse viento por la ventanilla y el lateral del bus. Había quemado todos los cartuchos de ropa, no tenía más que ponerme, pero la sensación era de mucho, mucho frio. Madre mía pues aún me quedaba pasar así todo el trayecto que resultarían ser unas 13 horas.

Resignación y dormitando un poco llegamos a la frontera rusa sobre las 11 de la mañana. Un primer policía militar sube al bus a comprobar pasaportes. Luego debemos de bajarnos con nuestras cosas y recoger equipaje del maletero para acceder a la aduana, donde debemos pasarlo todo por un escáner, y pasar control de pasaportes de salida del país.

Los trámites aquí duran casi una hora para todo el bus, subiendo nuevamente a él con todo para dirigirnos a la frontera de Mongolia. En el trayecto de aproximadamente un kilómetro, varias vallas metálicas y de espino con torres de vigilancia separan la parte rusa de la mongola y antes de llegar a esta un último soldado ruso con grueso anorak militar, sube al bus para comprobar por ultima vez pasaportes y sello de salida, mirándote a la cara muy mucho, para que encajes bien con la foto del tipo de tu pasaporte que debes de ser tú, jajá.

En la nueva frontera practicamente igual, variando el uniforme de los policías mongoles que visten largas gabardinas de cuero negro. Al poco varios controladores nos examinan exhaustivamente mirando foto del pasaporte y cara del propietario, para que nadie intente entrada con pasaporte ajeno. Declaración firmada de aduanas y formulario para rellenar de entrada en el país. En otra ventanilla entrega de declaración médica.

Una vez pasados todos los trámites y siendo ya cerca de la una de la tarde, entro oficialmente en la Republica de Mongolia, y pongo pie en mi muy capicúa país número 111. Ya van unos cuantos visitados, pero sigo con la misma ilusión o más por conocer nuevos y sorprendentes países como así resultaría este. Aprovecho para cambiar algo de dinero a la nueva moneda, en este caso al tughrik, que a su vez se divide en 100 mongos. Por si necesitáis cambiar en Piedras Blancas o en Pola de Siero: 1 euro= 1840 tughrik. Seguramente no necesitáis cambio de tughrik, ¿a que no? Pero por si acaso.

Volvemos a meter todos los bultos en el bus y a pasar nuevamente más frio. Nunca había pasado tanto frio en un bus, me costó mucho aguantar, aunque al final mi costado derecho ya se solidarizaba con el congelado costado izquierdo. Mi compañero de asiento, un joven impasible, pero muy majo, que nadie podría negar que fuera asiático. Le mirabas la cara y no tenía ojos, solo dos rayinas con algo similar a unas pupilas dentro escondidas como mirando por una mirilla, y que solo se abría cuando reclamabas su atención cual cangrejo que se asoma a la boca de su caracola casa.

Llegamos a la norteña ciudad de Sükhbaatar, la primera gran ciudad de Mongolia después de cruzar la frontera rusa, y allí nos detenemos para comer. Me voy a una especie de restaurante sin cartel pero que fijo lo es, por la cantidad de perrinos en el exterior esperando gratificación culinaria. Buff, si el ruso es difícil, el mongol ni que hablar. El lugar tiene una especie de carta con las viandas pero me guio más bien por lo que está comiendo la gente, y hago pedido usando nuevamente mi dedo translator, que nunca falla en la traducción.

Al final como una carne con arroz bastante buena y por unos dos euros. Además había pan, que es mi manjar más deseado a la hora de comer, y no en todas partes de este mundo se lleva mucho, aquí aún muy duro, sí. Me toco la pedrea, y como encima me sobró, algunos amigos fuera me lo agradecieron enormemente. Va por tí otra vez Mónica.

Proseguimos viaje hacia la capital, mis muy asiáticos compañeros y yo, divisando, un helado y con carreteras de suelo nevado, paisaje de suaves colinas que se intercalan en llanuras esteparias. Nieve por doquier. Y varias personas a caballo hacen viaje por la estepa que cruza la carretera.

Con ya 10 horas de viaje hacemos parada para pipi en supuesta área de servicio, donde en la lejanía un pequeño barracón de madera sobre un inmenso pozo hace las veces de Toilettes europeas. Y cuidadín con meter la patita por el gran agujero que forman las tablas del suelo del urinario, que caes al hiperespacio de la “merde”.

Seguimos viaje con emisión de malísimas series de acción, pero que hacen brotar las mayores de las risas en el asiático bus. Algo similar a Superagente secreto, o Alfredo Landa en la KGB. Eso sí, la TV del bus puesta en el cristal delantero del vehículo casi lo tapa entero, 42 pulgadas de pantalla plana. Veían la tele hasta los que venían en el autobús que nos seguía. En el exterior yo prefería ver una guapísima puesta de sol sobre las pequeñas colinas. No sería la última en este fabuloso país.

Totalmente de noche entramos en Ulaam Baatar, cuyo nombre significa “héroe rojo” en honor al liberador de la patria mongola por la opresora china en 1921. Aunque de poco sirvió liberarse de una dominación para durante décadas caer en los lazos de otra, en este caso la coetánea Unión Soviética. El susodicho chaval se llamaba Sükhbaatar.

Mucho ajetreo en la estación de buses al lado de la de trenes, que a esas horas tenía un gran atasco de coches y minibuses. Consigo descargarme plano en el móvil de la ciudad antes de salir de la estación con Wifi, y conectando el GPS veo que estoy a unos 4 kms de mi backpacker seleccionado para esta gigantesca ciudad. Ulaan Baatar tiene avenidas similares a las de las ciudades soviéticas, no en vano desde su independencia en 1921, estuvo fielmente ligada a la CCCP, y su influencia en la ordenación de la ciudad es total.

Así todo, con esas gigantescas avenidas, siempre hay un atasco bestial de coches, muy similar a la de sus también vecina china. En Ulaan Baatar viven hoy en día prácticamente un millón de personas de los tan solo dos millones y medio que habitan todo el país, que tiene una superficie tres veces superior a la española. Eso se traduce en una de las menores densidades de población del planeta: 1,5 habitantes por Km2.

No os sigo dando más datos que igual aburre y sigo narrando. Ante esta distancia y tras congelador viaje pacto precio de un taxi local por 3500 tughrits (dos euros) y le llevo hasta mi hostel. Y digo le llevo yo por que el taxista ni idea, y eso que estaba al lado de la plaza central de la ciudad. Guiándome por mi GPS le voy indicando con mi dedo translator derecha, izquierda, de frente, y para aquí, con pequeño golpecillo en su hombro. Voy a sacarme licencia de taxi aquí, como domino Ulaan Baatar. El taxista me paga la carrera…nooooo, se la pago yo igual y no le descuento nada por la información.

Desembarco y arribo a mí deseado alojamiento. Me abre una muy de ojos rasgados chica, que resulta ser la propietaria junto a su familia que vive con ella. Hermano, madre, hija pequeña, hermanas, vamos que llegué a una comunidad viajera dentro de otra comunidad local.

Y no podía ser de otra manera, nada más quitarme las botas y soltar la mochila en mi cuarto allí me encuentro a mis dos amigos fineses, compañeros de viaje en Moscú y en Ulaan Ude.

Estaban junto a un nuevo compi británico de nombre Richard y una alemana de Stuttgart, de nombre Ina. Me presento y comento con Ina que hacía pocos meses estuve en su ciudad visitando las impresionantes factorías de Porsche y Mercedes, así como el gigante estadio Mercedes Arena.

Casi sin darme tiempo a ubicarme, ellos ya estaban preparando los días de estancia en Mongolia y me sumo a la conversación para programar.

Richard va a ir al día siguiente a visitar el monumento a Gengis Khan, y yo le acompañaría. En tanto pasado mañana todos deciden irse hacia la remota Mongolia unos cinco días más. Yo no tengo tanto tiempo porque mi visa rusa con segunda entrada en el país para acabar el Transiberiano me finaliza a finales de mes, y debo estar en Vladivostok máximo el día 30 para abandonar el país.

Al final pactamos alquilar una furgo para los cinco, volviéndome yo en bus público desde Karakorum dos días antes que ellos. La verdad que fue una suerte encontrarlos y con los mismo planes que yo tenía porque nos sale realmente barato el transporte.

Luego se van a tomar una cervecilla, y yo lo dejo para el día siguiente, así me puedo duchar, poner al día en internet y descansar de día terrorífico de viaje.

Tras revisar vuestros mensajes y correos, que cada día son más y me alegra muchísimo, recibo una sorpresa, que es la publicación de un reportaje que me estuvo haciendo por correo, Cristina del periódico El Comercio y La Voz de Avilés, quien contacto conmigo a través de un buen amigo de Salinas. No dejéis de tomaros nunca una cervecina cuando vayáis a Salinas en el Red Castle. Ambiente genial, cervecería en madera preciosa.
Y el reportaje me gusta mucho, porque Cristina escribió sobre la historia de un viaje pero también sobre la historia de una vida, y muy bien escrito siempre agrada. Os comparto enlace por si tenéis ganas de seguir leyendo después de esta entrada de blog.

http://www.elcomercio.es/v/20130120/aviles/tras-pasos-willy-20130120.html



DÍA 19º ULAAN BAATAR (ESTATUA GENGIS KHAN)

Por la mañana nada más desayunar, café con tostada mermelada y mantequilla, así como tortilla francesa que me debía de corresponder con el barato precio de la cama, salimos Richard y yo junto a nuestro chofer Camba hacia a un sitio que impresiona y mucho.

Está más o menos a una hora de la capital, y el propósito es hacer de él el emblema turístico del país, y creo lo conseguirán ya no solo por la estatua ecuestre ya finalizada sino también por toda la extensión de terreno anexa que se debe de convertir en un gran resort con multitud de Gers y campos que asemejen lo que serían las viviendas de las hordas del gran Gengis Khan, y sus soldados a caballo.

En el trayecto desde la capital se pueden ver enormes edificios de viviendas compartidas de la época soviética al lado de Gers (tiendas tradicionales de los mongoles nómadas) que utilizan muchos habitantes del país que se desplazaron a vivir a las afueras de la gran ciudad, quedando aquí posiblemente sedentarios para siempre.

Muy cerca de llegar al monumento, un grupo de grandes pájaros esperan junto a su propietario alguien que se fotografíe con ellos. Uno de ellos descansa tranquilamente sobre un perro disecado…o quizás congelado, aquí todo puede ser posible.

Al acercarnos podemos ver aparecer poco a poco la cabeza de tan gran estatua y para acceder hasta ella, un pórtico de entrada rematado con varias estatuas de jinetes mongoles en sus caballos.

A medio kilómetro de la entrada sobre una colina podemos ver ya completamente al coloso, que se podría asemejar a las ilustraciones que vi en la isla griega de Rhodas, de cómo sería su desaparecido coloso. Sencillamente grandioso, solo equiparable a la imagen para los mongoles de su histórico héroe nacional. Y es que posiblemente esta sea la única gran seña de identidad de un país. Gengis Khan fue el precursor de su gran imperio que hace casi 800 años comenzó con la conquista de Asia y luego casi la dominación de media Europa.

En frente nuestro se alzaba la estatua sobre ese caballo de acero y una altura de 40m a la que luego accederíamos por un ascensor interior, similar al que accede a la corona de la Estatua de la Libertad neoyorquina, y sobre el que está sentado Khan,. La estatua de 250 toneladas de peso hace que te sientas muy, muy pequeño a su lado, y eso que llegas por su interior hasta la cresta de su caballo.

Antes de acceder al ascensor en el hall, una grandísima bota tradicional de Mongolia decora la entrada. Impresionados por tan magna secuencia de enormidades, Richard y yo subimos hasta el vientre del guerrero a través de las patas traseras del caballo, y finalmente por unas escaleras arribamos a un mirador sobre su cresta, donde girándonos tenemos a Khan, Gengis para los amigos, oteando el horizonte con mirada, mirada…bueno la mirada arrasa con todo.

Lo que si tenemos la suerte de ver, es lo que el vería sobre su caballo, toda la nevada Mongolia desde la que se forjó su imperio. Abajo varios de los primeros Gers que se instalaran en esta gran planicie y al fondo las nevadas colinas en un precioso día soleado, que por otra parte es lo más habitual en este país. Mucho frío pero mucho sol todos los días.


Nos deleitamos sacando fotos, a la mano con bastón de mando, a la cabeza, a su mirada, vamos a todo. Y luego bajando vemos fotografías de la construcción de este coloso que según me comenta mi amigo de Pola Nacho, no estaba empezado hace 6 años cuando él estuvo aquí. Un abrazo Nachín, gran viajero también, junto a sus compis de aventura. Mi última foto antes de bajar a la sombra que el sol dibujaba abajo sobre la nieve del cowboy y su horse.

Antes de visitar los museos del país y su antiguo imperio que se encuentran en la planta baja del monumento, Richard no se resiste a sacar unas fotos vestido de guerrero mongol, y yo que no iba a ser menos que el amigo ingles pues también. Lo que no me salía al posar era la mirada de Gengis, el traje es fácil de poner, pero la mirada, eso sí que es difícil de poner.

Dentro del museo la historia de este pueblo y de sus conquistadores empezando por su precursor Gengis y siguiendo con su descendente dinastía como por ejemplo fue la de su hijo Ogoday, continuador conquistador. Objetos de la época, e imagines que llegan hasta el pasado siglo XX, después de la conquista china del país y la posterior liberación junto al bloque soviético. Como en la mayoría de los pueblos, la historia ha estado plagada de sangre, desde la que derramó Gengis y sus hordas, hasta la que derramaron los chinos y luego las alianzas comunistas. En fin, eso no se puede cambiar, si se puede mejorar. Ojala sea así el futuro de Mongolia como el del resto de pueblos del planeta, aunque todos sabemos que eso para la raza humana, es una absoluta utopía.

Me llama la atención dentro del Museo una pequeña figura de hace bastantes siglos que tiene dibujada una pequeña figura, y que ya había visto otras en Nepal en viaje anterior. Símbolo que los nazis alemanes eligieron como su seña de identidad.

Ultimas fotos en el exterior, donde nos despide un gran perro negro de abundante pelo, más que necesario para pasar este frio invierno en tierras de Gengis. Vuelta a la capital dejando atrás lo que dentro de unos años atraerá hasta esta colina a miles de turistas, que cada vez vienen en mayor cuantía a visitar este nuevamente abierto país.

Antes de ir hacia el hostel, Camba ayuda a Campa a sacar su billete de vuelta para días más tarde hacia Rusia, esta vez en nuevo tren, en el Transmongoliano. Al llegar a Golden Gobi, como se llama mi hostel, dejo la mochila y aprovecho todavía es de día para visitar la famosa plaza de Ulaan Baatar y sus grandes edificios.

Yendo caminando hacia ella por la Peace Av. Puedo observar el nuevo Sky Line de esta ciudad, en el que destaca sobremanera el redondeado Blue Sky, rascacielos azul que se ve desde toda la ciudad, y muy cercano a la gran plaza. En el centro de ella la figura a caballo del héroe local Sükbaatar, quien fue proclamado héroe nacional por recomendación soviética al morir supuestamente envenenado tras la liberación del país de la órbita China, quien siguió conservando a nuestros días otra parte del territorio denominada Mongolia interior. Me acuerdo de otro gran amigo y aventurero en bicicleta por esas tierras junto a más amigos, Xuanín de Piedras Blancas.

Al fondo el gran parlamento a esas horas comenzando a iluminarse, presidido por una gran estatua de Gengis sentado en siglo XIII mirando a su nuevo héroe del siglo XX.

En el perímetro de la plaza la Opera, Correos, y varios museos del país arropan a tan gran plaza similar en tamaño a las visitada por mí en Isfahán (Irán), y de mitad superficie a la más grande del mundo que he visto en Pekín (China), la famosa Tiananmen.

Un grupo de jóvenes dejan ser fotografiados en el círculo central de la plaza, y me llama la atención una exposición de casas prefabricadas que hay al lado, que ya hoy en día están dejando a un lado a los tradicionales Gers.

Ceno un poco de pasta en un cercano restaurante turco y me vuelvo a mi hostel, con tiempo todavía para jugar un poco con pequeñaja de la casa que me indica perfectamente cuantos años tiene con sus dos dedos “translator”. Que bien se entiende uno con la tierna infancia, tod@s hablan igual de pequeños, en todos los países del mundo.

Como siempre capítulos anteriores en:

Http://albertocampamontes.blogspot.com

1 comentario:

  1. Me ha encantado viajar contigo y con Khan por la nevada Mongolia.
    ¿Por qué será que en todas las capitales del mundo hay estatuas ecuestres? Al menos aquí con fundamento.
    Me subo a tu mochila para continuar camino estepario. Espero no pesar en demasía :-).
    Campi metes más miedo tú con la espada que el mismísimo Gengis.

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