MATE

MATE
La vida en un mate: sorber despacio y saborearlo con intensidad ya que el mate, como la vida, cuesta un tiempo prepararlo, pero si no se disfruta al beberlo, cuando se acaba ya será tarde. Fotografía tomada en Argentina durante el corralito del año 2002

21 enero 2014

Amazonia 2 – DE GUAYANA FRANCESA A SURINAM


DÍA 4 ST. LAURENT DE MARONI – PARAMARIBO (SURINAM)

La noche fue calurosa pero agradable por los sonidos de la selva, pero aún más, mi despertador, o mejor dicho mis despertadores. Infinidad de pájaros competían en la mañana por deleitarme con sus mejores canticos, por lo que levantarme a las 6, no me constó ni la décima parte que me cuesta en mi asturiana casa.

Aprovecho a ducharme antes de partir, por si la próxima noche se da mal y no hay oportunidad. También en casa una ducha es algo rutinario, aquí es un placer cuando puedes tomarla, por el calor pegajoso que se soporta todo el día y que hace de ella un verdadero lujo.

Me despido de Carmen  y su amerindio marido, dos “cachos de pan”, que no sabían ya cómo hacer que estuviera cómodo durante mi corta estancia. En esta época no hay muchos clientes, y encima con la crisis de allá también aquí se resiente la cosa. El catarro lo tenemos unos, pero el estornudo salpica a todos.

Me voy caminando con el petate a cuestas, y siguiendo con mi suerte, y la amabilidad de la gente por estas tierras, ni llegué a ponerme a hacer autostop en la carretera principal. Una madre con su hija, muy, pero que muy amerindias, enseguida se brindaron a llevarme hasta St. Laurent, y encima, no hacia donde ellas iban, sino hasta el centro centro, donde se encuentra el famoso y antiguo penal, protagonista de las desdichas de “Papillón”.

Se  tiene que acceder al mismo en una visita guiada. Ya se sabe que sin las llaves era difícil escapar de él, pero sin ellas tampoco me sería posible entrar, y encantador negrito guía me informa que a las 11 hace una visita puertas adentro.

Así que aprovecho para sacar unas fotinas del rio Maroni, y su enfrente ya ciudad  surinamesa de Albina, así como para visitar el centro y tomarme un café. Empiezo por el cercano y gran hospital, en edificios antiguos y coloniales como casi todo el casco de esta preciosa pero un poco decandente ciudad.

Después me toca ver como los muchachos le dan a la pelota en su cuidado campo de futbol, muy cerca del cementerio, y del mercado de frutas y verduras, que al ser sábado está repleto de puestos que también atienden los asiáticos laosianos como en Cayenne. Ya me decía Carmen, que ellos son los más trabajadores del país, ya que mucha gente no le interesa trabajar por los subsidios que vienen desde el estado francés, y sin embargo ellos son quienes cultivan y venden tantísimos productos de aquí y también de su continente.

Si hay una cosa que también me agrado de estar en esta colonia francesa, es que a parte del pan en una boulangerie que me topé, me encuentro con una de mis cosas preferidas. Una de mis deliciosa Quiche Lorraine en plena Guayana, que lujazo, que barata, que rica y además enfrente un café tienda sirven un Lavazza que me acabó de alegrar el desayuno.

En el interior me sorprende ver un único vino a la venta, y “Voilá”, no era un Burdeaux francés, sino que era un Coto, de la misma Rioja riojana. Que de cosas curiosas sorprenden un poco tan lejos. Me siento fuera a tomarlo y enfrente mío veo un antiguo todoterreno Toyota que decido fotografiar para un amigo al que también le gustan mucho, y que disfrutó mucho viendo mis aventuras en las arenas, cruzando el desierto del Sahara en el último Dakar de África al que pude acoplarme. Al poco se sientan en la mesa de al lado un francés y dos chicas que me saludan y con los que empiezo a entablar conversación, hablando una de ellas en español. Y es que Michelle, la mujer de Henrí, y también médico como él, era uruguaya, y pronto empezamos a hablar de su tierra que tanto me gustó cuando viaje por ella, y de su historia  y mi historia en la Guayana.

Llevan ya 15 años trabajando como médicos, y para seguir. Sus hijos ya grandes están en Francia y en este territorio tienen ya su vida organizada y muy tranquila como después podría comprobar, ya que siguiendo con mi suerte viajera me invitan amable y sinceramente a comer con ellos. Encantado, agradecido y muy contento acepto, y quedan en recogerme a eso de las 12 y media en el Centro de Transportación, antiguo penal, una vez acabe mi visita a él.

Y bueno, como siempre me suele pasar al ver estos sitios, estos durísimos sitios, con historias reales, muy reales, que hacen estremecer a cualquiera, me traslado a una época no muy lejana donde el ser humano dejó la peor de sus huellas, por las atrocidades que allí se cometieron.

Aunque piensas que tras ver Auswitch, Ruanda, Hiroshima, y más horrores, no vas a ver algo parecido, siempre aparece, y encima en este caso como recientemente con Guantánamo también, con el beneplácito y amparo de la justicia de países no tan civilizados como dicen ser y que se desviven criticando constantemente a terceros países teóricamente màs subdesarrollados.

El Campo de Transportación de St. Laurent, se hizo célebremente conocido por el libro y la película que narra la pesadilla, vejaciones y torturas que pasó un hombre con una mariposa tatuada en su pecho hasta que tras muchos años consiguió escapar del infierno, que pude comprobar pasó.

Un hombre podrá ser inocente o culpable, pero que otro le otorgue los castigos que en esos muros se dieron, no es jamás justicia. Desde que accedes por las metálicas puertas a una de las alas de la prisión, ves sus barracones, sus celdas y su sala de justicia, pero todo te parece, de todo menos justo.

Había tres zonas separadas, para los enviados en cargados barcos desde la Francia de Napoleón III y seguidores. Una más benévola era paro los condenados políticos y deportados al otro lado del mundo, otra para los presos más criminales y otra para los llamados hombres libres que ya cumplían su pena, pero que al no poder pagarse los 2000 francos de le época que costaba el barco de vuelta, se quedaban allí trabajando.

Celdas de castigo con grillete para los pies, camastro inclinado para que cuando se tuviera que orinar encadenado a la cama, el amarillo liquido resbalara, y hasta una gran celda para 40 personas, en la que se metían 80 de los peores criminales para que se dieran de lo lindo, recogiendo de mañana los restos de los que no consiguieron defenderse en la noche. Y hasta una zona de ducha común, conocida como la habitación del amor, y donde pobre del débil que no supiera defender su trasero.

En el centro del recinto, aún se puede ver la zona encementada donde se colocaba la enviada desde Francia guillotina, que aquí trabajaba de lo lindo, recogiendo después  las cabezas de los decapitados para conservarlas en formol en el próximo hospital para posteriores experimentos al más puro y posterior estilo nazi. Vamos!  un alarde de justicia de la época que desgraciadamente en nuestros días, todavía se resiste a desaparecer de muchos países, y no todos del famoso eje del mal.

Bueno y por supuesto que pude ver la celda de castigo numero 47 donde el famoso Papillón grabó su nombre en el suelo, y el camastro donde una y otra vez pensó en la manera de fugarse de allí con su amigo Degá, interpretado en la película por Dustin Hoffman.

Parece que viendo a Steve Mc Queen en la pantalla, todo sería una ficción literaria y luego cinematográfica pero fue real y el propio Papillón la escribió y afortunadamente ganó dinero con ella antes de morir de cáncer de garganta en nuestro país.

Bueno, me despido del penal, y me traslado con mis nuevos amigos a comer a su acogedora y bohemia cabaña cerca de St. Jean, justo el sitio donde estaba la otra gran prisión de la Guayana y hoy sede de los cuarteles de la flota de la armada francesa en esta colonia.

Cuando llego con Henrí y su hermana por selvática pista a su acogedora casa, me recibe Michelle su mujer con la comida ya casi preparada y 4 contentísimos canes de todos los tipos, muy emocionados de contar con nuevo huésped.

Henrí me pregunta al ensenarme toda la cabaña con salón y comedor abiertos a pie de selva y habitación de madera debajo del techo, que me parece ver a unos occidentales médicos viviendo casi como los amerindios habitantes de la zona. Sinceramente me parece genial, una vuelta a lo simple, practico y natural. Convivencia plena con la naturaleza en un territorio tremendamente natural.

Para comer, con agradable conversación de por medio, pollo asado, esta vez si reconocía al animal perfectamente, ensalada y patatas. Pero primero Michelle me dió a probar un licor que hace ella misma a base de Jengibre y lima….refrescante y buenísimo.

Para finalizar mis frutas preferidas en estos lares: Maracuyá, mango y papaya, junto a unos sabrosísimo plátanos de color rojo en vez de amarillo, y que nunca había visto.

Despedida con agradecimiento total y encima me llevaría Henrí en su coche a St. Laurent para  coger la barcaza que me cruzaría la frontera natural que es el rio Maroni, hacia mi nuevo destino, Surinam.

Pero mi suerte del día no acabaría ahí. Tenía pensado cruzar en el transbordador y luego buscarme la vida en un colectivo o algo que me llevara hasta la capital Paramaribo, pero pregunto por la hora de salida de la embarcación a un por su oscura piel, de origen hindú que está cerca de ella esperando, y me dice que me lleva él que va con su coche hacia la capital.

Increíble pero genial, ahí me veo con Ashok, inmigrante que trabaja en Guayana y vive en las afueras de Paramaribo,  y con toda su familia en Holanda, pasando la frontera de Surinam en su coche, un antiguo pero cuidado pickup Toyota, que es lo mejor para las no tan alquitranadas carreteras de nuevo país.

El viaje de unas tres horas, viendo las grandes selvas por las que atraviesa la carretera y que en muchos lugares todavía mantienen esta, con grandes baches y barro.

En el colmo de la amabilidad me para en un sitio para cambiar mis euros por los dólares de Surinam en el lugar que él conocía más favorable, como así fue. Menos mal que compró fruta para su vegetariana cena y tuve oportunidad de al menos corresponderle pagándosela.  A última hora del día entrabamos atravesando el grandísimo y ascendente puente que cruza el rio Surinam y que da acceso a la ciudad de Paramaribo. Él no vive en esa zona, sino a muchos kilómetros de ella pero así todo, me acerca hasta la puerta del backpackers donde iba a probar alojamiento para esa noche.

Despedida de breve pero gran amigo, que nuevamente me encuentro en mis caminos viajeros y que me lo ofrece todo a cambio de nada. Que gozada encontrar tanta gente buena por doquier.

Hay sitio para mí y por poco dinero dormiré en un agradable sitio, que conozco poco después de acomodarme en colectiva habitación a la que al menos esa noche, no recibiría compañeros que la completaran. Cervecina del país para celebrar tan favorable día, que se llama como los locales conocen coloquialmente a su ciudad: Parbo.

 

DÍA 5 PARAMARIBO

No madrugo en exceso para descansar un poco del viaje del día anterior, antes de salir a ver parte de esta sí, gran y extensa ciudad. Es domingo y aunque para algunas cosas pudiera ser negativo por encontrarse casi todo cerrado, para mi resultaría pero que muy reconfortante, y es que había leído que los habitantes de Parbo se reunían en este dominical día para llevar a un lugar a sus cantores pájaros, a una especie de concentración sinfónica. Y bingo, tras preguntar en el albergue, me indican un cercano parque donde nada más llegar veo muchos palos metálicos espetados en su suelo, sujetando infinidad  de jaulas con cantores pajarillos que son observados por sus dueños y otros como yo, curiosos y absortos espectadores.

Parece que uno ha visto casi de todo viajando, pero esto es una verdadera pasada acústica y musical.

Desde allí aprovecho a asomarme al gran y también marrón rio, donde se lavan y bañan hindús como si estuvieran en su también marrón Ganges. Ver el pequeño pero muy guapo fuerte holandés con forma de estrella de Fort Zelandia, y cercano a él también el blanco e inmaculado Palacio Presidencial, donde se halla un presidente al parecer querido y elegido por los ciudadanos de estas tierras, pero no tanto por los antiguos coloniales propietarios de los europeos Países Bajos.

 
 
 
Antiguos edificios de madera recientemente pintada, junto a otros más antiguos en estado mucho más decadente, hacen de esta ciudad Patrimonio Mundial de la Unesco, una relajante y agradable urbe caribeña. Se me viene a  la cabeza la conocida hace años y también muy colorida Phillisburg, en la isla Saint Marteen de las Antillas holandesas, pero esta es mucho mayor y extensa.

La tarde me la decido tomar de descanso, y es que cercano al Zas & Zo, que es como se llama mi alegre y acogedor backpackers, se encuentra un bar llamado Zos donde por comer un plato combinado te dan gratis la bebida y el acceso todo el día a bañarse en su refrescante piscina. Así que para que pagarse un hotel de muchos dólares, si como low cost se puede disfrutar de todo lujo, jajaja. Bueno, lo único,  como suele suceder por estas latitudes, es que no se puede aguantar mucho tiempo tomando el abrasador sol, así que después de unos baños retorno a escribir un poco en mi  colectiva habitación del holandés Zas & Zo.

DÍA 6 PARAMARIBO

Al ser ya lunes aprovecho la mañana para ver cómo puedo llegar hasta la desembocadura del rio más que protagonista de este viaje. Para ello barajo la idea de tomar avión que me dijeron que una vez a la semana vuela desde aquí a la brasileña ciudad de Belem, ya en el delta del Amazonas.

Calculando el precio de llegar hasta allí en colectivos y transbordadores así como las dos noches que necesitaría hacer para llegar hasta la otra ciudad del delta, Macapá, compruebo que por muy poca diferencia puedo ahorrarme dos o tres días completos de viaje. Así que mirando en internet y comparando ofertas de agencias locales, saco el billete en una de ellas para volar también ahorrándome una noche de alojamiento, al ser el horario del vuelo del todo intempestivo: las tres y cuarto de la madrugada del día siguiente.

El resto del día lo dedico a conocer la otra parte de Paramaribo, empezando por su alta y diferente catedral, ya que tanto exterior como interiormente está realizada en madera, maravillando a este boquiabierto espectador de tan soberbio trabajo de carpinteros de la época.

Muy cerca de allí, otra cosa que me satisface mucho, es ver una blanca y judía sinagoga al lado y compartiendo muro con otra también muy blanca pero muy musulmana mezquita. Mencionaros también que es de las más bonitas mezquitas que he visto, no tan grande como la gigantesca de Casablanca o la suntuosa del Sultanato de Omán, que quizá sean las más espectaculares del mundo islámico, pero si tan elegante como muchas otras.

Y es que en este país puedes ver como musulmanes, judíos, hindús, indios, chinos, europeos colonos e indochinos viven en perfecta armonía, y sobre todo respeto mutuo. Lo mismo opiné de mi ciudad más utópica conocida que no es otra que la también multicultural Singapur.

Ya al mediodía me acerco al mercado de la ciudad, que como casi todos bulle de actividad  todavía a esas tardías horas, y en el que se ven las distintas zonas de frutas, verduras, carnes y pescados. Aprovecho para comer una simosa, como aquí llaman a las pequeñas empanadillas rellenas de carne y verduras, y para enterarme de los buses que me lleven al día siguiente hasta el aeropuerto para partir hacia Palestina…ah, no! Que este, será otro mucho más amazónico Belem.

 
Thé, escribiéndoos estas caseras lecturas para acompañamiento en viaje, y viendo las luces de los muchos casinos que atraen a jugadores de póker, ruleta y tragaperras sin restricción alguna por este lugar, me despido hasta próxima entrega…..pero como acaba de suceder otra curiosa cosa os la cuento también.

A parte de salir de copas por los muchos y animados locales que existen en esta animada día y noche ciudad, es normal ver pasar mientras te tomas el thé a unos descapotados minibuses llenos de bailongos jóvenes que se toman su copa a bordo viendo la ciudad en movimiento. Os imagináis como quedaran los laterales del bus cuando la noche avance y el alcohol decida salir de las gargantas de los mareados y muy movidos bebedores?
No digo más, hasta mañana por la mañana si el sol sale...que estoy casi seguro que saldrá.

 

 

 

 

 

 

4 comentarios:

  1. Bien Campi, bien. La segunda entrega es tan interesante como la primera. Veo que continúas con tu buena estrella y todo lo que tocas lo conviertes en amabilidad y sonrisas.
    No te puedo imaginar sudoroso y agobiado del húmedo calor cuando nosotros no podemos salir de casa por la lluvia y el frío.
    Ya espero la "Toma 3" para saber como te fue el vuelo. Buen sueño.

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  2. Que buena my friend,nos vemos de nuevo en la siguiente y esperada entrega.Un abrazo.

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