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Ni de lejos es de las mayores
ciudades de Canadá, pero Ottawa es
la capital de este enorme país, y además quiere serlo. Esta ciudad, a la orilla del río con mismo
nombre que ella, es y quiere ser la capital de un país con dos lenguas, con dos
culturas y con una historia hasta ahora común, pero con muchas posibilidades de
división. Y es que Ottawa esta justo en el límite del estado anglófono de
Ontario, y nada más cruzar el puente sobre su río, comienza el estado
francófono de Quebec en la contigua ciudad de Gatineau. El precioso Hôtel Château Laurier, cuasi residencia
política del país, es fiel reflejo de muchos castillos franceses, las esclusas
del canal Rideau y su rio congelado,
ven como muchos habitantes se desplazan en patines de hielo para dirigirse a
sus trabajos, y el edificio anexo de la biblioteca, con una forma cónica de
esbelta figura, ensalza aún más el edificio principal del parlamento de
Canadá.
Ya en la capital de Quebec, acercándote a la parte vieja de
esta, Le Château Frontenac destaca
por su gran tamaño y elegancia, siendo símbolo inigualable de esta francófona
ciudad de la región del mismo nombre. Imponentemente construido en varias
etapas, es el corazón de la villa amurallada y hoy es utilizado como un
grandioso hotel regentado por la cadena Fairmont.
En la región de Quebec, a parte
de la bandera de Canadá con su gran hoja de arce, se ven infinidad de banderas
blancas con cruz azul y cuatro flores de lis, que representan a la gran
comunidad de ascendencia francesa y que utiliza casi en exclusiva el idioma
francés para comunicarse por estos lares. Los edificios y aspecto de las calles
de esta ciudad, te hacen sentirte como si estuvieras en el país galo, y solo el
congelado río por el que se desplazan grandes trozos de hielo bordeando la isla
de Orleans, te recuerdan que estás en el frio invierno canadiense.
En el transcurso de este viaje alrededor del mundo he dormitado
en todo tipo de sitios, desde en las literas y asientos de muchos trenes,
pasando por backpackers para mochileros, hostales, guesthouses con habitaciones
compartidas y hasta en el suelo de varios aeropuertos y estaciones de bus. Pero
quizá uno de los sitios donde más a gusto he estado es compartiendo casa con
una familia quebequense. En su pequeña casa, un sótano muy, pero que muy bien
equipado, ha sido hogar de un par de noches en la ciudad de Quebec, y una nota
en su frigorífico decía hospitalariamente: “Nuestra nevera es vuestra nevera”.
Finalizando la vuelta al mundo,
ya estoy en GMT-4 y con tan solo cinco horas de diferencia respecto a nuestra
española hora de España.
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