DÍA 9 AMAZONAS (ISLA DE MARAJÓ)
Esta noche, y hasta coger confianza con los vecinos, duermo
con mi mochila atada a un pie, por si tuviera la mala suerte de topar con amigo
de lo ajeno en la nocturna noche amazónica, pero parece que el agua está
bastante en calma, y la gente suele ser buena gente, aunque uno aprenda a
desconfiar de primeras.
Después de dos días sin dormir reconozco que se me pegaron
un poco las sabanas, mejor dicho la toalla con la que me tapo, en esta mi
hamaca en noche que de húmeda se hizo fría. También tuve que levantarme a poner
unos calcetines por que los piesucos recelaban
de tanto presumible nocturno calor.
Todo el barco ya estaba despierto, y desde desayunando
viandas en tupper, hasta aseándose en
los fregaderos que tenemos con original jabón colgante en cubierta, la vida a
bordo fluía por doquier. Mis vecinos, siempre con la sonrisa en la boca, me
animan a salir de mi rede para acompañarles a disfrutar de la vida como nadie
mejor que los brasileños saben.
Mi teoría en estas tierras cobra más fuerza que nunca. No
hace falta mucho dinero para ser feliz, para ser muy feliz, porque con bien
poco te puedes arreglar y encima pasarlo diez como pude comprobar poco después
en esta enorme barcaza. Y es que está claro que gastando poco se puede disfrutar
mucho, como ves que hacen las gentes de muchos lados que no tienen nuestros
ingresos pero también pasan sin muchísimos de nuestros gastos. Solo hay que proponérselo
a diario. A ellos les debe ser innato.
Y es que a media mañana, la música ya sonaba con fuerza, con
mucha fuerza, ¿me oís bien o grito más? El futbol será “O reí do Brasil”, pero
la música fijo que es la reina indiscutible. La gente bailando, las duchas de
cubierta abiertas a tope rociando de agua a los chavales que en bañador se
refrescan en día nuevamente de intenso sol y calor, y los más reposados
disfrutando del disfrute de los demás. Esto es Brasil.
Me aseo un poco, me tomo una cervecina porque aquí un café y
con este ambientazo ya ni pega, y poniéndome a escribir un poco entre tanto
jaleo, pienso como me gustaría que estuvieran todos ustedes aquí conmigo para
al menos saborear un poco esta forma de vida de viajeros brasileños y
amazónicos. Espero al menos saber transmitirlo fielmente.
El paisaje, por supuesto que responde a las expectativas que
uno trae por la gran vegetación que acompaña constantemente el recorrido del
barco por uno de los muchos cauces del rio que van bordeando la también
grandísima Ilha de Marajó, que es la
mayor isla fluvial del mundo. Solo para que se pueda uno hacer una idea de tan
magno tamaño, decir que en el mundo hay casi 70 países que son más pequeños que
ella. Imaginaros sus dimensiones, pensando que tiene el tamaño de toda Suiza.
Según vamos remontando el río, muchísimos pequeños cayucos
de habitantes de los pequeños poblados cercanos a la orilla, lo cruzan
constantemente, y algunos se abarloan al barco cuando disminuye la velocidad
para subir a bordo a vender productos entre los que los camaroes hacen las delicias del pasaje. Darse el gusto de estar
comiendo nuestras quisquillas al
precio de nuestras aceitunas es algo que no desaproveche.
A parte de las pequeñas embarcaciones de madera, otras
grandes plataformas empujadas rio abajo por remolcadores, trasladan por el Amazones
grandes contenedores, camiones y grandes paquetes. A veces la plataforma llega
a ser veinte veces mayor que el pequeño remolcador, pero la fuerte corriente
hace el resto.
Calor, mucho calor, ya no sé que más quitar, porque uno esta
sudoroso constantemente. Pero lo impresionante del paisaje, lo acogedor del
lugar, hace que la enorme humedad no importe tanto.
Ver la vida cotidiana de las poblaciones indígenas, bañándose,
lavando la ropa o preparando las artes de pesca, es el hobby principal durante
todo el día que transcurre lento por las muchas horas de luz de este día de
verano austral. Y es que llegando a Belem ya crucé la línea del Ecuador que
pasa por la ciudad capital de la provincia brasileña de Amapá, la pequeña
Macapá. Así que oficialmente y aunque sea solo por unos pocos grados latitud sur
estoy en verano.
Invito a mi brasileño vecino que disimuladamente se me
ofrece a esa luego mi invitación, de cervecina Skol, pero lo que disfrutó con ella mereció la pena. A bordo dos
cerveciñas, la citada Skol y la más
conocida Bramha, precio el mismo,
sabor el mismo también. Solo se debe de escoger por el color de la lata, si te
gusta más el amarillo: Skol. Si te
gusta más el rojo: Bramha. Así de
sencillo.
Me topo con Fernando y Celila que están dando la vuelta a Sudamérica
en moto y ayer la embarcaron compartiendo viaje conmigo hasta Santarém. Aprendiendo
a vivir la vida, una vez criados y mayores los hijos, pertenecen a un club
motero y ya llevan unos meses de viaje donde han llegado hasta Ushuaia por la
zona Pacifica y retornan hacia Colombia por tierras brasileñas.
Al poco se me unen también a mi antes solitaria mesa, y
ahora ya con cinco parlanchines hispanoparlantes, dos catalanes, Isabel y
Amadeu, que también viajan en una pequeña moto alquilada, pero en este caso por
Brasil, Perú y Bolivia. Tarde de relatos de aventuras viajeras.
Al poco tiempo el
barco vira a babor entrando en la zona ya anchísima del anchísimo, pero que muy
ancho, principal Amazonas. Las orillas ahora ya están a kilómetros una de la
otra, y no como hasta ahora que podías ir viendo detalles de ambas. Lo bueno de
remontar el rio es que el barco para contrarrestar un poco la fuerte corriente casi
siempre navega pegado a una de ellas para avanzar más, ya que no tienen
excesivo calado al no tener que navegar por el mar. La vegetación sigue siendo
igual, no excesivamente alta, aunque me imagino que más cerca de Santarém y
luego Manaos sea mayor.
No apetece mucho comer con el calor y aprovecho a hacer una
sola comida principal al día, que en el día de hoy será la cena a base de una
preparada sopa de noodles con pollo.
La noche cae sobre el rio y la música sigue a tope, aquí
para oír la fauna amazónica hay que esperar a bien entrada la noche, cuando en
la paz de la hamaca uno recuerda otro maravilloso día de la vida a juntar con
otros cuantos, se congratula con la buscada suerte, y da gracias por no haber
tenida la otra suerte, la que te busca a ti, la tan temida mala suerte. Y para
espantarla, es cuando se centra en imaginar alguno de los sonidos de la selva
amazónica que mira inmaculada a los pasajeros del barco a su paso.
Entrada bien la noche el barco hace parada en pequeña
población para coger y dejar pasajeros fluviales.
DÍA 10 AMAZONAS (A PRAINHA Y MONTE ALEGRE)
Hoy comienzo explicando el nombre del rio a quienes no lo
sepáis, y es que el nombre proviene de la percepción que tuvo el gran
explorador del mismo, Orellana, que viendo a los indios de las tribus del rio
con su pelo muy largo y pensando que eran mujeres, lo llamo pensando en ellas
como fieras guerreras mitológicas, Amazonas.
No responderá a la realidad, pero si es verdad que el nombre
para mí es guapísimo, evocador y muy contundente como creo es este rio, que ha
sido elegido en la votación que se celebró para elegir las nuevas maravillas
naturales del mundo como una de ellas. Se hizo justicia plenamente.
Mi ya casi inseparable vecino de hamaca desde que le pagué
una cerveciña, Cruzivaldo, me despierta enseñándome su camiseta del día, que es
de su equipo preferido. Yo meto la pata preguntándole si es del Flamingo, mirando con cara de decepción
al ser la de su queridísimo Santos.
En fin, uno que no está muy puesto en los colores de los equipos brasileños. Y
ya que me sonaban los nombres, que si no me deporta para España.
Al haber parado el barco, algún coleóptero pasa en vuelo
rasante por encima de mi cabeza, una vez que está a gusto a bordo con tanta
exquisita compañía. Los niños juguetean en sus redes, las niñas se peinan y
arreglan para empezar el día, junto a sus mamas, y el sol da tregua matinal.
El día sigue con mucho movimiento de acoplamiento de los
nuevos pasajeros que subieron durante la noche, y están acabando de colocar sus
cosas e instalar hamacas. Aprovecho para afeitarme después de 10 días de viaje
en los fregaderos que hay en esta cubierta de hamacas. Lo de hacer pipí sin
tener que contener la respiración es una cosa que no entro en detalle a
explicaros, es lo que tiene viajar en la última de las clases posibles.
Lo que si está bien es que en la cubierta inferior hay dos
grandes bidones plásticos con café y leche gratis para todo el pasaje, que
aprovecho a tomar con unas galletas que todavía tengo guardadas de queridísimo
picnic que me hicieron antes de partir.
Otra cosa que no necesito comprar es el agua, ya que en la
cubierta principal hay unos enfriadores que mantienen bastante fresca la espero
depurada agua de las bodegas del barco, y que está siempre disponible para la
sed del pasaje.
Una vez ya desayunado jugueteo con los muchos niños pequeños
que andan por la cubierta, siempre con el incondicional permiso de sus mamás y
papás, que siempre te corresponden con una sonrisa y les encanta les saques
fotos a los retoños de todos tipos. Papá negrito con mamina india, mamina india
con papiño blanco portugués, etc, y así esta tierra hoy, no sabe ya casi de
razas y colores. Máxima y fenomenal mezcolanza multicultural y multirracial.
Que más dará las formas y colores, si la gente se encuentra a gusto con otra
persona. Viva Brasil!
Recordarme si no os cuento en estos días curiosidades de una
de las tribus más utópicas de esta amazonia, y que sería el ejemplo para toda
la humanidad, en cuanto a pensamiento, costumbre y forma de vida.
Al mediodía otro puerto fluvial donde dejar y recoger
pasaje, es A Prainha. No estamos más de 15 minutos, en razón a la importancia
de esta pequeña población. Las paradas más largas vendrán al final del día.
Día que aprovecho para devorar publicación del Amazonas que
me traje para el viaje y de las que os cuento alguna cosilla de este insuperable
rio en todos los sentidos. Sabíais que:
-
Cuando el rio desemboca en el Atlántico forma
una mancha en este que es 14 veces mayor que toda la Península Ibérica.
-
A casi tres mil kilómetros tierra adentro, su
curso solo tiene un desnivel de entre 100 y 200m, teniendo anchos kilométricos.
-
Alberga la mayor riqueza y densidad de especies
animales y vegetales de la tierra, algunas que todavía ni se conocen.
-
Tiene más de 1000 afluentes que se pueden
considerar como grandes ríos, con sus respectivos también miles de afluentes
-
Arroja al Atlántico más de 200.000 m3 de
agua….por segundo. Eso es cinco veces más que el africano rio Congo, el segundo
más caudaloso del mundo. Nuestro queridísimo Ebro no supera en su delta los
500m3, insignificante comparado con este.
-
Cuando hay crecidas anega kilómetros de tierra
creando varzeas, especie de lagunas
que permanecen tierra adentro todo el año, dándose en ellas hojas flotantes que
pueden sustentar varios kilos de peso.
-
Grandes barcos pueden navegar por más de 14.000
kms y pequeños por más de 40.000 kms de vías fluviales.
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Y por supuesto que aparte de ser el mayor y más
caudaloso rio del mundo, desde hace unos pocos años descubriéndose sus fuentes
cerca de Arequipa en Perú, es también el más largo, superando en unos metros los
casi 7000 del Nilo, al cual tuve la suerte de llegar a ver sus fuentes en
pasado viaje a Uganda.
-
Y que contiene casi el 20% del agua dulce del
planeta o que en sus aguas hay delfines adaptados al agua dulce hace millones
de años, y encima son de color rosa….es “el no va más en ríos”.
¿Qué os diga que veo en este preciso momento de directo
relato?
Pues os lo traslado fielmente. En este momento estoy sentado
con mi notebook mirando a popa del
barco, navegamos con la vegetación pegada a estribor, y el rio se extiende a
popa y a babor tantos kilómetros que no atisbo a ver la otra orilla, en una
postal panorámica de agua marrón color café con leche. Bueno y con algo tan
idílico también acaba de llegar Cruzivaldo a decirme en ya comprensible
portugués que si le dejo un real para completar los cuatro que le cuesta su
nueva cerveciña. Como desde la primera invitación le corté el grifo ahora me
pide pequeños anticipos a cuenta, jejé, es mundial, y encima piensa que
Albertinho es el Banco Do Brazil.
-
¡Se acabó Cruzivaldo, ahora a por café do Brazil
de la cubierta de abajo, que es gratis majo!
Tras este inciso sigo describiéndoos estos momentos en el
barco. La música suena alta, muy alta, pero como es toda muy melódica no
molesta nada, y la gente sentada mirando al exterior de la cubierta toma una cerveza,
juega con los niños o intenta ganar una partida de cartas. Hace calor, mucho
calor, y sobran las camisetas y hasta la piel si se pudiera quitar.
La motonave disminuye su velocidad, eso indica que tenemos
pronta parada para dejar pasaje y carga, así como también para subirlo a bordo.
La parada de la tarde es la pequeña localidad de Monte Alegre, donde aprovecho
para desembarcar durante la poco más de media hora que estaremos en ella
atracados, y así pasar algún correo con wifi que encuentro en almacén de
piensos cercano y donde me facilitan gentilmente la clave. Uno siempre se acaba
arreglando, pero que bueno sería que venciendo el negocio de las telefónicas,
se pudiera impulsar el wifi global, y uno pudiera estar conectado en todas
partes sin falta de restrictivas claves de acceso.
Se hace de noche y antes de zarpar el barco aprovecho para
tomarme un cafetillo brasileño de cortesía a bordo, con mis amigos de también país
muy cafetero como es Colombia.
Ellos continuaran viaje hasta cerca de Manaos donde
desembarcaran y proseguirán viaje en moto hacia Venezuela. Yo sin embargo me
posaré de madrugada para ver otra protagonista de esta cuenca amazónica, que no
es otra que su gigantesca selva.
Tomamos unas fotos juntos, y comprando mi nocturna sopa de
noodles, me despido de ellos para intentar dormir alguna hora extra antes de mi
desembarco a las cuatro de la mañana en Santarém. Dije intentar, porque entre
la muchedumbre que subió en Monte Alegre y colocó sus hamacas por todas partes,
incluso encima de la mía, y el calor sofocante de esa sin nada de brisa noche,
fue casi imposible hasta bien entrada la noche nocturna noche.
A uno le apetece en alguna ocasión tirarse al rio por proa y
subirse con el paso del barco por popa, para refrescar un poco, pero por no
asustar a los caimanes lo dejo para otro día.
DÍA 11 SANTARÉM-COMUNIDAD INDÍGENA DE MAGUARÍ
Suena despertador, pero el barco lleva algo de retraso y aun
vamos en marcha, el barco todavía no ha llegado a Santarém, y tengo media hora más
para dormitar a estas horas con un poco más de frescor, o mejor diremos con un
poco menos de calor.
A eso de las cuatro y media llegamos a Santarém, y echando
un poco de agua a la cara, descolgando mi fijo nuevamente necesaria hamaca y
cargando con el petate, desembarco en la noche en oscuro puerto. Me entero de a
cuanto está el centro de la ciudad para ir andando, pero enseguida locales me
dicen está a casi 4 kilómetros y a esas horas mejor no ir andando. Cogida la
indirecta, tomo un moto taxi que por 4 reales me llevará un poco más seguro. Insertándome
estrecho casco, pero es el que hay asignado al pasajero, sea del tamaño que sea
la cabeza del pasajero, me lo inserto como puedo, y allá que vamos, por oscuras
carreteras hasta que la noche se hace aún más oscura, por la gran tromba de
agua que se nos viene encima y que hace que el motorista taxista se pare debajo
de un entoldado que no da a mas a evacuar agua.
Esperando sea una tormenta breve, esperamos un cuarto de
hora…media hora…una hora, y esto no para. Creo que se va a batir el record del
arca del buen Noé, así que allá que vamos nuevamente quedando casi como pitinos.
Y además pienso, ¿y ahora donde me meto, que hago hasta que
tome un mañanero autobús a algún lugar en la selva?
Bueno, le digo que me lleve a un hotel, pero no para dormir,
solo para desayunar. Y dejándome con mi lustroso y húmedo aspecto a la puerta,
pico. Y un dormitado recepcionista me abre pero me dice que el desayuno nada de
nada hasta las siete. Al menos el buen hombre me deja entrar, y espero a techo
hasta la hora de devorar desayuno de huevos, salchichas y frutas, muchas
frutas. Que bien pagué los 10 reales que me pidieron por saciar hambre mañanera…y
es que después de ducharse ya se sabe, que entra el hambre, y menuda ducha amazónica!
Una vez acabado el diluvio mítico de Santarém voy a cambiar
algo de dinero en la única casa de cambio que me indican hay en el centro, y aprovecho
para enterarme como llegar hasta una comunidad indígena que había leído acoge huéspedes
y enseña la selva al visitante.
El destartalado bus dirección a Jamaraquá sale a las 11
desde la zona alta de la ciudad a la que llego con mochila y una gran sudada,
que se une a la mojadura anterior, por empinadas calles de Santarém. Me instalo
en el bus y compro agua, porque me parecía poca la que llevaba encima. Cuando
digo encima, era encima.
Como me acuerdo de mi padre en su época de conductor de
rudimentarios autobuses, donde hacer el doble embrague no era algo
recomendable, sino estrictamente necesario. Y es que hasta que uno alcanzaba en
este bus los 50km/h, ya había que ir reduciendo para tomar más pasajeros en la
carretera que iba pareja al Tapajós, nuevo cauce de rio amazónico, cerca del
cual se encuentran los enclaves indígenas a los que me dirijo para conocer sus
vidas y su gran selva.
Por el camino parada en tienda almacén de carretera, donde
todos los pasajeros se apean a comprar productos que en sus poblaciones no
habrá, al carecer de tiendas. Yo “haciendo lo que vieras”, también aprovecho y compro
mi manjar preferido, el pan, y un refresco omnipresente en estas tierras de
rico guaraná. En el bus aparte de portugués los viajeros de rasgos claramente indígenas,
hablan lenguas locales, imposibles de entender por este foráneo que escucha
atento pero sin posibilidad alguna de aprender algo.
La carretera esta asfaltada con la selva bien deforestada
para poder mantenerla despejada, hasta una localidad municipio de nombre Belterra, donde un conocidísimo constructor
de coches americano, diseñó esta ciudad como lugar donde habitaran los trabajadores
que recogieran el caucho para los neumáticos de una marca llamada: FORD.
El sueño de Henry Ford no duró mucho por la competencia asiática
en el mercado del caucho, y la ciudad quedó para siempre como un tranquilo
lugar a orillas del rio Tapajós.
Por pista ya de tierra, y ligeramente inundada después de
tanta lluvia, seguimos hasta llegar a la entrada de la reserva, luego de unas 3
horas de viaje. Se pagan 13 reales por visitante huésped, para acceder a
alojarse con estas comunidades y así poder seguir con el proyecto adelante de ecosistema
sostenible.
Me quedo en el primer poblado, de nombre Maguarí, que cuenta
con unas cuarenta familias indígenas, y en casa de una de ellas pasaré dos
noches de este viaje para convivir y saber vivir bien con un medio no tan
hostil como pudiera parecer desde fuera del mismo.
El patriarca de la familia indígena me recibe, se llama Joaoquín,
después sabré que nació el mismo año que mi queridísima madre, y hasta se conserva
tan bien como ella. También decir que mucho más tostado que ella, por numerosos
días de amazónico sol, y no por habituales nubosos días asturianos.
Su mujer María tiene con él numerosos “filhos”, que a su vez
les han dado numerosísimos nietos. Solo una de sus hijas ha tenido catorce, así
que podéis imaginaros si se juntan en el día de la madre.
Una pequeña casa principal, y dos cobertizos de techumbre de
paja anexos son sus posesiones, y en uno de ellos yo colgaré mi hamaca para
dormir estas noches. Después del palizón de mañana viajera, lo que más deseo es
darme una ducha y aunque en el exterior, y aunque con paredes de palmera, y aun
con rudimentaria cebolleta…que fresca agua me refresca sudoroso sudor sudoriento.
A continuación cafetillo brasileño, registro en libro con
todas las nacionalidades viajeras que han pasado en estos meses por aquí, y
programada incursión en la selva al día siguiente. Ahora un poco de descanso y
en la tarde, pequeña fiesta en el poblado a cargo de los más jóvenes que
improvisan un altavoz con algo de música que sirve de entretenimiento en la
noche.
Disfruto conociendo a todas las generaciones familiares del
clan, entre las que se encuentra una jovencísima indígena de meses de edad, y
que se aferra con fuerza a mi brazo, en para ella al parecer confortable cuello
español.
La música la llevan dentro todos los brasileños, sean de la
preciosa región de Bahía, del afamado Rio de Janeiro o de esta selva amazónica, y eso se nota en
los ritmos de las canciones que hacían vibrar hasta a la pequeñaja.
Después cena a base de pescado, arroz y tomate, que
fenomenalmente cocinada me supo a manjar cotidiano y casero como nuestros
asturianos platos. Junto a mí, como una que dejé también es asturiana casa, una
gata que parece también encontrarse a gusto al lado de este español. Le habrán
dicho por email que a este español le gustan todos los animales, como a su también española chica del otro lado de este
gran oceánico charco.
Así que me voy encantado, de convivir y saber vivir entre geniales
gentes, que ofreciéndote sencillas cosas, te hacen sentirte sencillamente
afortunado.
Boas noites amazónicos lectores!
Esperando con ganas el próximo capítulo! :)
ResponderEliminarPronto llegará Rebe, beso!
EliminarYa van 10 días de viaje y parece que fue ayer cuando salimos de Ranón.
ResponderEliminarTengo la impresión que se avecinan grandes aventuras. ¡Qué interesante!
Cuídate Campi.
Gracias Jose, abraaaaaazo!
EliminarMe gusta !! ... Un abrazu amazónico meu amigu !!
ResponderEliminarOtru amiguin!
EliminarMe voy a mimir y me noto cansado y sudoroso como TU mon ami,que GRANDE eres EXPLORADOR.
ResponderEliminarNo dejes NUNCA de COMPARTIR todo eso que ves,sientes y transmites.
Se te extraña Livingstone.
Igual Blaski, abraaaaaazo!
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