DÍA 4 ST. LAURENT DE
MARONI – PARAMARIBO (SURINAM)
La noche fue calurosa pero agradable por los sonidos de la
selva, pero aún más, mi despertador, o mejor dicho mis despertadores. Infinidad
de pájaros competían en la mañana por deleitarme con sus mejores canticos, por
lo que levantarme a las 6, no me constó ni la décima parte que me cuesta en mi
asturiana casa.
Aprovecho a ducharme antes de partir, por si la próxima
noche se da mal y no hay oportunidad. También en casa una ducha es algo
rutinario, aquí es un placer cuando puedes tomarla, por el calor pegajoso que
se soporta todo el día y que hace de ella un verdadero lujo.
Me despido de Carmen
y su amerindio marido, dos “cachos de pan”, que no sabían ya cómo hacer que
estuviera cómodo durante mi corta estancia. En esta época no hay muchos
clientes, y encima con la crisis de allá también aquí se resiente la cosa. El
catarro lo tenemos unos, pero el estornudo salpica a todos.
Me voy caminando con el petate a cuestas, y siguiendo con mi
suerte, y la amabilidad de la gente por estas tierras, ni llegué a ponerme a
hacer autostop en la carretera principal. Una madre con su hija, muy, pero que
muy amerindias, enseguida se brindaron a llevarme hasta St. Laurent, y encima,
no hacia donde ellas iban, sino hasta el centro centro, donde se encuentra el
famoso y antiguo penal, protagonista de las desdichas de “Papillón”.
Se tiene que acceder
al mismo en una visita guiada. Ya se sabe que sin las llaves era difícil
escapar de él, pero sin ellas tampoco me sería posible entrar, y encantador
negrito guía me informa que a las 11 hace una visita puertas adentro.
Así que aprovecho para sacar unas fotinas del rio Maroni, y
su enfrente ya ciudad surinamesa de
Albina, así como para visitar el centro y tomarme un café. Empiezo por el
cercano y gran hospital, en edificios antiguos y coloniales como casi todo el casco
de esta preciosa pero un poco decandente ciudad.
Después me toca ver como los muchachos le dan a la pelota en
su cuidado campo de futbol, muy cerca del cementerio, y del mercado de frutas y
verduras, que al ser sábado está repleto de puestos que también atienden los
asiáticos laosianos como en Cayenne. Ya me decía Carmen, que ellos son los más
trabajadores del país, ya que mucha gente no le interesa trabajar por los
subsidios que vienen desde el estado francés, y sin embargo ellos son quienes
cultivan y venden tantísimos productos de aquí y también de su continente.
Si hay una cosa que también me agrado de estar en esta
colonia francesa, es que a parte del pan en una boulangerie que me topé, me encuentro con una de mis cosas
preferidas. Una de mis deliciosa Quiche
Lorraine en plena Guayana, que lujazo, que barata, que rica y además
enfrente un café tienda sirven un Lavazza
que me acabó de alegrar el desayuno.
En el interior me sorprende ver un único vino a la venta, y
“Voilá”, no era un Burdeaux francés, sino
que era un Coto, de la misma Rioja
riojana. Que de cosas curiosas sorprenden un poco tan lejos. Me siento fuera a
tomarlo y enfrente mío veo un antiguo todoterreno Toyota que decido fotografiar
para un amigo al que también le gustan mucho, y que disfrutó mucho viendo mis
aventuras en las arenas, cruzando el desierto del Sahara en el último Dakar de África
al que pude acoplarme. Al poco se sientan en la mesa de al lado un francés y
dos chicas que me saludan y con los que empiezo a entablar conversación,
hablando una de ellas en español. Y es que Michelle, la mujer de Henrí, y
también médico como él, era uruguaya, y pronto empezamos a hablar de su tierra
que tanto me gustó cuando viaje por ella, y de su historia y mi historia en la Guayana.
Llevan ya 15 años trabajando como médicos, y para seguir.
Sus hijos ya grandes están en Francia y en este territorio tienen ya su vida
organizada y muy tranquila como después podría comprobar, ya que siguiendo con
mi suerte viajera me invitan amable y sinceramente a comer con ellos.
Encantado, agradecido y muy contento acepto, y quedan en recogerme a eso de las
12 y media en el Centro de Transportación,
antiguo penal, una vez acabe mi visita a él.
Y bueno, como siempre me suele pasar al ver estos sitios,
estos durísimos sitios, con historias reales, muy reales, que hacen estremecer
a cualquiera, me traslado a una época no muy lejana donde el ser humano dejó la
peor de sus huellas, por las atrocidades que allí se cometieron.
Aunque piensas que tras ver Auswitch, Ruanda, Hiroshima, y
más horrores, no vas a ver algo parecido, siempre aparece, y encima en este
caso como recientemente con Guantánamo también, con el beneplácito y amparo de
la justicia de países no tan civilizados como dicen ser y que se desviven
criticando constantemente a terceros países teóricamente màs subdesarrollados.
El Campo de Transportación
de St. Laurent, se hizo célebremente conocido por el libro y la película
que narra la pesadilla, vejaciones y torturas que pasó un hombre con una
mariposa tatuada en su pecho hasta que tras muchos años consiguió escapar del
infierno, que pude comprobar pasó.
Un hombre podrá ser inocente o culpable, pero que otro le
otorgue los castigos que en esos muros se dieron, no es jamás justicia. Desde
que accedes por las metálicas puertas a una de las alas de la prisión, ves sus
barracones, sus celdas y su sala de justicia, pero todo te parece, de todo menos
justo.
Había tres zonas separadas, para los enviados en cargados
barcos desde la Francia de Napoleón III y seguidores. Una más benévola era paro
los condenados políticos y deportados al otro lado del mundo, otra para los
presos más criminales y otra para los llamados hombres libres que ya cumplían
su pena, pero que al no poder pagarse los 2000 francos de le época que costaba
el barco de vuelta, se quedaban allí trabajando.
Celdas de castigo con grillete para los pies, camastro
inclinado para que cuando se tuviera que orinar encadenado a la cama, el
amarillo liquido resbalara, y hasta una gran celda para 40 personas, en la que
se metían 80 de los peores criminales para que se dieran de lo lindo,
recogiendo de mañana los restos de los que no consiguieron defenderse en la
noche. Y hasta una zona de ducha común, conocida como la habitación del amor, y
donde pobre del débil que no supiera defender su trasero.
En el centro del recinto, aún se puede ver la zona encementada
donde se colocaba la enviada desde Francia guillotina, que aquí trabajaba de lo
lindo, recogiendo después las cabezas de
los decapitados para conservarlas en formol en el próximo hospital para
posteriores experimentos al más puro y posterior estilo nazi. Vamos! un alarde de justicia de la época que
desgraciadamente en nuestros días, todavía se resiste a desaparecer de muchos
países, y no todos del famoso eje del mal.
Bueno y por supuesto que pude ver la celda de castigo numero
47 donde el famoso Papillón grabó su nombre en el suelo, y el camastro donde
una y otra vez pensó en la manera de fugarse de allí con su amigo Degá,
interpretado en la película por Dustin Hoffman.
Parece que viendo a Steve Mc Queen en la pantalla, todo sería
una ficción literaria y luego cinematográfica pero fue real y el propio Papillón
la escribió y afortunadamente ganó dinero con ella antes de morir de cáncer de
garganta en nuestro país.
Bueno, me despido del penal, y me traslado con mis nuevos
amigos a comer a su acogedora y bohemia cabaña cerca de St. Jean, justo el sitio
donde estaba la otra gran prisión de la Guayana y hoy sede de los cuarteles de
la flota de la armada francesa en esta colonia.
Cuando llego con Henrí y su hermana por selvática pista a su
acogedora casa, me recibe Michelle su mujer con la comida ya casi preparada y 4
contentísimos canes de todos los tipos, muy emocionados de contar con nuevo
huésped.
Henrí me pregunta al ensenarme toda la cabaña con salón y
comedor abiertos a pie de selva y habitación de madera debajo del techo, que me
parece ver a unos occidentales médicos viviendo casi como los amerindios
habitantes de la zona. Sinceramente me parece genial, una vuelta a lo simple,
practico y natural. Convivencia plena con la naturaleza en un territorio
tremendamente natural.
Para comer, con agradable conversación de por medio, pollo
asado, esta vez si reconocía al animal perfectamente, ensalada y patatas. Pero
primero Michelle me dió a probar un licor que hace ella misma a base de Jengibre
y lima….refrescante y buenísimo.
Para finalizar mis frutas preferidas en estos lares:
Maracuyá, mango y papaya, junto a unos sabrosísimo plátanos de color rojo en
vez de amarillo, y que nunca había visto.
Despedida con agradecimiento total y encima me llevaría Henrí
en su coche a St. Laurent para coger la
barcaza que me cruzaría la frontera natural que es el rio Maroni, hacia mi
nuevo destino, Surinam.
Pero mi suerte del día no acabaría ahí. Tenía pensado cruzar
en el transbordador y luego buscarme la vida en un colectivo o algo que me
llevara hasta la capital Paramaribo, pero pregunto por la hora de salida de la
embarcación a un por su oscura piel, de origen hindú que está cerca de ella
esperando, y me dice que me lleva él que va con su coche hacia la capital.
Increíble pero genial, ahí me veo con Ashok, inmigrante que
trabaja en Guayana y vive en las afueras de Paramaribo, y con toda su familia en Holanda, pasando la
frontera de Surinam en su coche, un antiguo pero cuidado pickup Toyota, que es
lo mejor para las no tan alquitranadas carreteras de nuevo país.
El viaje de unas tres horas, viendo las grandes selvas por
las que atraviesa la carretera y que en muchos lugares todavía mantienen esta,
con grandes baches y barro.
En el colmo de la amabilidad me para en un sitio para
cambiar mis euros por los dólares de Surinam en el lugar que él conocía más
favorable, como así fue. Menos mal que compró fruta para su vegetariana cena y
tuve oportunidad de al menos corresponderle pagándosela. A última hora del día entrabamos atravesando
el grandísimo y ascendente puente que cruza el rio Surinam y que da acceso a la
ciudad de Paramaribo. Él no vive en esa zona, sino a muchos kilómetros de ella
pero así todo, me acerca hasta la puerta del backpackers donde iba a probar
alojamiento para esa noche.
Despedida de breve pero gran amigo, que nuevamente me
encuentro en mis caminos viajeros y que me lo ofrece todo a cambio de nada. Que
gozada encontrar tanta gente buena por doquier.
Hay sitio para mí y por poco dinero dormiré en un agradable
sitio, que conozco poco después de acomodarme en colectiva habitación a la que
al menos esa noche, no recibiría compañeros que la completaran. Cervecina del
país para celebrar tan favorable día, que se llama como los locales conocen
coloquialmente a su ciudad: Parbo.
DÍA 5 PARAMARIBO
No madrugo en exceso para descansar un poco del viaje del día
anterior, antes de salir a ver parte de esta sí, gran y extensa ciudad. Es
domingo y aunque para algunas cosas pudiera ser negativo por encontrarse casi
todo cerrado, para mi resultaría pero que muy reconfortante, y es que había
leído que los habitantes de Parbo se reunían en este dominical día para llevar
a un lugar a sus cantores pájaros, a una especie de concentración sinfónica. Y bingo,
tras preguntar en el albergue, me indican un cercano parque donde nada más llegar
veo muchos palos metálicos espetados en su suelo, sujetando infinidad de jaulas con cantores pajarillos que son
observados por sus dueños y otros como yo, curiosos y absortos espectadores.
Parece que uno ha visto casi de todo viajando, pero esto es
una verdadera pasada acústica y musical.
Desde allí aprovecho a asomarme al gran y también marrón
rio, donde se lavan y bañan hindús como si estuvieran en su también marrón Ganges. Ver el pequeño pero muy guapo fuerte holandés con forma de estrella de
Fort Zelandia, y cercano a él también el blanco e inmaculado Palacio
Presidencial, donde se halla un presidente al parecer querido y elegido por los
ciudadanos de estas tierras, pero no tanto por los antiguos coloniales
propietarios de los europeos Países Bajos.
Antiguos edificios de madera recientemente pintada, junto a
otros más antiguos en estado mucho más decadente, hacen de esta ciudad
Patrimonio Mundial de la Unesco, una relajante y agradable urbe caribeña. Se me
viene a la cabeza la conocida hace años
y también muy colorida Phillisburg, en la isla Saint Marteen de las Antillas holandesas,
pero esta es mucho mayor y extensa.
La tarde me la decido tomar de descanso, y es que cercano al
Zas & Zo, que es como se llama mi alegre y acogedor backpackers, se
encuentra un bar llamado Zos donde por comer un plato combinado te dan gratis la
bebida y el acceso todo el día a bañarse en su refrescante piscina. Así que
para que pagarse un hotel de muchos dólares, si como low cost se puede disfrutar de todo lujo, jajaja. Bueno, lo único, como suele suceder por estas latitudes, es que
no se puede aguantar mucho tiempo tomando el abrasador sol, así que después de
unos baños retorno a escribir un poco en mi
colectiva habitación del holandés Zas & Zo.
DÍA 6 PARAMARIBO
Al ser ya lunes aprovecho la mañana para ver cómo puedo
llegar hasta la desembocadura del rio más que protagonista de este viaje. Para
ello barajo la idea de tomar avión que me dijeron que una vez a la semana vuela
desde aquí a la brasileña ciudad de Belem, ya en el delta del Amazonas.
Calculando el precio de llegar hasta allí en colectivos y
transbordadores así como las dos noches que necesitaría hacer para llegar hasta
la otra ciudad del delta, Macapá, compruebo que por muy poca diferencia puedo
ahorrarme dos o tres días completos de viaje. Así que mirando en internet y
comparando ofertas de agencias locales, saco el billete en una de ellas para
volar también ahorrándome una noche de alojamiento, al ser el horario del vuelo
del todo intempestivo: las tres y cuarto de la madrugada del día siguiente.
El resto del día lo dedico a conocer la otra parte de
Paramaribo, empezando por su alta y diferente catedral, ya que tanto exterior
como interiormente está realizada en madera, maravillando a este boquiabierto
espectador de tan soberbio trabajo de carpinteros de la época.
Muy cerca de allí, otra cosa que me satisface mucho, es ver
una blanca y judía sinagoga al lado y compartiendo muro con otra también muy
blanca pero muy musulmana mezquita. Mencionaros también que es de las más
bonitas mezquitas que he visto, no tan grande como la gigantesca de Casablanca
o la suntuosa del Sultanato de Omán, que quizá sean las más espectaculares del
mundo islámico, pero si tan elegante como muchas otras.
Y es que en este país puedes ver como musulmanes, judíos, hindús,
indios, chinos, europeos colonos e indochinos viven en perfecta armonía, y
sobre todo respeto mutuo. Lo mismo opiné de mi ciudad más utópica conocida que
no es otra que la también multicultural Singapur.
Ya al mediodía me acerco al mercado de la ciudad, que como
casi todos bulle de actividad todavía a
esas tardías horas, y en el que se ven las distintas zonas de frutas, verduras,
carnes y pescados. Aprovecho para comer una simosa, como aquí llaman a las
pequeñas empanadillas rellenas de carne y verduras, y para enterarme de los
buses que me lleven al día siguiente hasta el aeropuerto para partir hacia
Palestina…ah, no! Que este, será otro mucho más amazónico Belem.
Thé, escribiéndoos estas caseras lecturas para
acompañamiento en viaje, y viendo las luces de los muchos casinos que atraen a
jugadores de póker, ruleta y tragaperras sin restricción alguna por este lugar,
me despido hasta próxima entrega…..pero como acaba de suceder otra curiosa cosa
os la cuento también.
A parte de salir de copas por los muchos y animados locales
que existen en esta animada día y noche ciudad, es normal ver pasar mientras te
tomas el thé a unos descapotados minibuses llenos de bailongos jóvenes que se
toman su copa a bordo viendo la ciudad en movimiento. Os imagináis como
quedaran los laterales del bus cuando la noche avance y el alcohol decida salir
de las gargantas de los mareados y muy movidos bebedores?
No digo más, hasta
mañana por la mañana si el sol sale...que estoy casi seguro que saldrá.
Bien Campi, bien. La segunda entrega es tan interesante como la primera. Veo que continúas con tu buena estrella y todo lo que tocas lo conviertes en amabilidad y sonrisas.
ResponderEliminarNo te puedo imaginar sudoroso y agobiado del húmedo calor cuando nosotros no podemos salir de casa por la lluvia y el frío.
Ya espero la "Toma 3" para saber como te fue el vuelo. Buen sueño.
Danke!
EliminarQue buena my friend,nos vemos de nuevo en la siguiente y esperada entrega.Un abrazo.
ResponderEliminarDanke!
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